04 Mar. 2006

Los árboles sin raíces, mueren

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Por las venas del 44% de los uruguayos corre sangre italiana: en un todo, en un cuarto, en un medio o en los tres cuartos. El 22% de los ciudadanos de esta tierra lleva como primer apellido un apellido itálico; para otro 22% el segundo apellido es italiano, o quizás el tercero o el cuarto.

[Aviso a los navegantes: este artículo no es un análisis, sino un alegato. El autor se siente profundamente comprometido con el objeto de estudio]

Por las venas del 44% de los uruguayos corre sangre italiana: en un todo, en un cuarto, en un medio o en los tres cuartos. El 22% de los ciudadanos de esta tierra lleva como primer apellido un apellido itálico; para otro 22% el segundo apellido es italiano, o quizás el tercero o el cuarto.

Hay una clara influencia italiana en la conducción del país, ya que tienen origen italiano: 10 de los 13 ministros, 10 de los 13 subsecretarios de Estado, 15 de los 30 senadores, 45 de los 99 diputados. Muchos uruguayos de relieve cuentan con ciudadanía italiana, entre ellos 4 ministros, 2 subsecretarios de Estado, 3 decanos de facultades de la Universidad de la República, los directores de 2 de los 3 diarios de mayor circulación nacional, el rector de una universidad privada, 1 arzobispo y 2 obispos, una decena de diplomáticos de alto rango, varios antiguos ministros de la Suprema Corte de Justicia, empresarios de primer nivel, escritores de la talla de Mario Benedetti o Carlos Maggi. De fuerte origen italiano son hombres tan disímiles que han investido la jefatura de Estado como Berreta, Nardone, Gianattasio, Sanguinetti o Santoro; o que han presidido partidos como Seregni, Volonte o Chiarino; o dirigido el movimiento sindical como D’Elia.

La impronta italiana está a la vista particularmente en Montevideo. Son de arquitectos o constructores italianos o de origen italiano, obras de envergadura como: Palacio Legislativo, Casa de Gobierno (Edificio Independencia), Suprema Corte de Justicia, Banco República, Ministerio de Salud Pública, Correo, Catedral de Montevideo, Curia Eclesiástica, Iglesia de Paysandú, Hospital Maciel, Hospital Italiano, Club Uruguay, Palacio Salvo, Hotel del Prado, Rotonda del Cementerio Central. Pero quizás más importante que estos edificios emblemáticos es la impronta dejada por la arquitectura y la construcción italianas en las viviendas de gente común del Montevideo construido entre fines del siglo XIX y el primer tercio del XX, barrios enteros como Cordón, Parque Rodó, Barrio Sur, Aguada, Paso Molino, La Teja.

Figuras italianas o de origen italiano se han destacado en este país en diversos géneros de la cultura y la ciencia: música, lírica, teatro, pintura, escultura, literatura, filosofía, historia, derecho, economía, sociología, ciencia política, medicina, ingeniería, química (además de arquitectura). Y gente italiana o de origen itálico, de los más diversos niveles, ha resaltado en la industria, el comercio, la granja, la agricultura, la lechería. Describir la influencia italiana en este país es describir al Uruguay mismo, al país moderno construido en el último siglo y un tercio.

Es obligación de toda sociedad regar y conservar sus raíces, porque son las que alimentan a ese ser y determinan que sea como es. Estas raíces están afectadas por la intención de eliminar el italiano de la enseñanza media, decisión que debería procesarse al menos mediante un gran debate nacional. No es un tema de fuentes de trabajo para los profesores de italiano, es un tema de cultura. Y de cultura para los menos pudientes, para los que van a la enseñanza pública y no la pueden complementar con cursos privados, porque para los otros el aprendizaje del italiano está a la mano.

El argumento más sonado es: ¿para qué sirve el italiano, cuál es utilidad? Pregunta que lleva de la mano a otra: ¿y para qué sirve la poesía? Y más aún, entonces ¿cuál es la utilidad de la novela, la filosofía, la música, la historia, las artes plásticas? Porque plantear en términos de utilidad es discutir qué es la utilidad, es plantear una discusión sobre cuál es el objeto de la enseñanza y cuál es el papel que cabe en una sociedad a la cultura, y en particular a la cultura humanística.

Pero en términos de utilidad cabe mencionar para un país de derecho románico que los grandes tratados se siguen escribiendo en italiano, como en italiano se escriben las obras que corresponden a una de las grandes orientaciones de la ciencia política.

Discutir la presencia del italiano en la enseñanza media es algo más que discutir una lengua, es discutir una cultura. Y esa cultura es parte insoslayable de la uruguayidad. Es una de las grandes raíces de esta cultura nacional. Si esa raíz se corta, como a toda planta que se le cortan las raíces, el árbol muere.