11 Jun. 2006

El festejo anticipado

Oscar A. Bottinelli

El Observador

El 16 julio de 1950 la entonces capital de Brasil, Río de Janeiro, amaneció engalanada con guirnaldas y luces para festejar la obtención del IV Campeonato Mundial de Fútbol. Fue programado hasta el penúltimo detalle del festejo; el último detalle se pasó por alto, se olvidó que para festejar un triunfo primero hay que jugar y luego ganar, y el partido todavía no había ni empezado.

El 16 julio de 1950 la entonces capital de Brasil, Río de Janeiro, amaneció engalanada con guirnaldas y luces para festejar la obtención del IV Campeonato Mundial de Fútbol. Fue programado hasta el penúltimo detalle del festejo; el último detalle se pasó por alto, se olvidó que para festejar un triunfo primero hay que jugar y luego ganar, y el partido todavía no había ni empezado. Como ya es leyenda que los padres uruguayos cuentan a los hijos, y los hijos a sus hijos, Río de Janeiro y Brasil enmudecieron; no hubo festejo. Esto viene a cuento no porque se haya inaugurado una nueva edición del Campeonato del Mundo, sino porque se han echado a tañer las campanas para celebrar el triunfo de Uruguay en La Haya y se especula de cómo administrar ese éxito. Al igual que medio siglo atrás en Maracaná, conviene primero que se juegue el partido; apenas han culminado las audiencias y los diecisiete jueces recién van a empezar a hincar el diente. Correrá buena parte o todo el verano boreal antes de que pueda orejearse el resultado. Como quien dice, antes de invitar a la boda conviene saber si la novia va a dar el sí.

Lo que aparece claro – como diría el célebre Perogrullo – es que la Corte puede dar la razón a Uruguay, o dársela a Argentina o vaya por una solución intermedia, más cerca de uno, más vecino al otro o más por la línea media. También es claro que hay un breve tiempo de espera hasta que se conozca el pronunciamiento sobre la medida cautelar solicitada por el gobierno de enfrente, un tiempo largo (más largo que el de este gobierno) para que haya un fallo sobre el litigio de fondo y entre tanto la vida sigue, con Argentina y Uruguay en un matrimonio indisoluble, porque en este planeta los países no pueden cambiar de barrio. Entonces lo razonable es pensar cómo van a ser las relaciones entre ambos países de aquí en adelante y como van a afectar a las mismas los dos pronunciamientos de La Haya más el del Banco Mundial (la decisión sobre concesión de créditos a las dos empresas de celulosa).

Para analizar los pasos a seguir es necesario tener presente algunos elementos sustanciales. Uno, la idiosincrasia del pueblo uruguayo y por ende de sus elites son muy diferentes de la idiosincrasia del pueblo argentino y mucho más de sus elites; la aparente semejanza, comunidad de parla y similitud de costumbres conllevan muchas veces al error de no ver diferencias profundas en los valores y las actitudes. Dos, cada una de las partes tiene una visión diferente de lo que ocurre (sobre las plantas de celulosa y sobre todos los demás temas); cada una tiende a ver que la otra le jugó sucio, no cumplió con los compromisos y emitió mensajes engañosos. Tres, es frecuente aplicarle al otro el estilo, los valores y las formas de acción de uno, y eso conlleva a errores profundos de estrategia. Cuatro, también es frecuente incurrir en el error opuesto, saber que el otro es diferente y verlo no a través de cómo es sino de la caricatura que uno cree que es. Quinto y fundamental, tener presente que los intereses de cada uno son diferentes y que cada cual puede arriesgar cosas diferentes y rifarse cosas también diversas. Sobre el segundo elemento sustancial, corresponde ampliar: en Uruguay se percibe que Argentina jugó sucio, de manera prepotente y por malas razones; pero Argentina percibe (y en particular Kirchner siente) que Batlle le jugó sucio al menos dos veces de manera fuerte, que Vázquez lo engañó al menos dos veces y le mintió. Si se quiere negociar de verdad, hay que entender claro lo que siente el otro, aunque se considere que esté profundamente equivocado.

Administrar cualquier resultado inmediato tanto en La Haya como en el Banco Mundial, los resultados que fueren, es muy difícil para cualquiera de las dos partes. Por lo pronto para Uruguay son claros los efectos catastróficos de dos resultados adversos (en verdad no necesitan ser administrados, sino que se requiere una terapia nacional para repensar lo que se va a hacer), pero no son claros los efectos de resultados completamente favorables ni tampoco de decisiones tendencialmente favorables al país, equilibrados o tendencialmente contrarios. Entonces, lo primero que cabe es pensar caminos de acción para cada uno de los escenarios posibles.

Dos grandes riesgos en que puede incurrir el Uruguay, especialmente si es total o parcialmente favorecido, son uno la soberbia y desconfianza, y otro la ingenuidad y debilidad. Con ninguno de los dos extremos es posible negociar con Argentina, uno diría que nunca y en ningún terreno. No hay ninguna negociación exitosa si se parte de percepciones erróneas y de información deficiente. En la etapa anterior, fundamentalmente en la etapa previa a que Argentina recurriese a La Haya, la postura oficial de Uruguay evidenció percepciones erróneas de la contraparte, análisis insuficiente de cómo ve, siente y juega el otro. Tras la soberbia del triunfalismo aparece la segunda soberbia que es la actitud perdonavidas; si alguien cree que puede jugar con Argentina de perdonavidas, no ha entendido nada ni del vecino ni de su presidente. Y la otra actitud que aparece es la de “ganamos y perdónenos”, una mezcla de soberbia maracanaense con debilidad.

El andarivel que le queda a Uruguay si el resultado es tendencial o fuertemente positivo es muy estrecho, porque el país tiene mucho más para perder en una confrontación con Argentina que la que tiene el vecino en una confrontación con este lado. Si se confronta el que más tiene para perder es Uruguay, y si no se confronta también, porque el gobierno vecino no hace las paces con débiles ni derrotados, sino que los aplasta. Y porque mientras en Uruguay se cuida mucho el largo plazo, en Argentina (particularmente con Kirchner) se vive al día. El entramado de relaciones uruguayo-argentinas o mercosurianas son difíciles de desatar, ya que van desde acuerdos comerciales o aranceles (que es lo más fácil de deshacer) hasta acuerdos de reconocimiento de servicios con fines jubilatorios. Y pasan por la interconexión eléctrica y el suministro de gas natural. Más los puentes.

Todo esto obliga a ir ya trazando los diversos escenarios posibles, que son muchos, y pensar los cursos de acción para cada uno. Pensar ahora, tener las respuestas prontas, y no cuando los puentes aparezcan cortados.