05 Nov. 2006

Arrinconados contra el océano

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Como dijo el cantautor Jaime Roos, Uruguay está en un suburbio del mundo lejos de cualquier avenida. A lo que cabe agregar que además hoy está arrinconado contra el Océano por la animadversión o el desafecto de sus dos vecinos grandotes. El desamor llega inclusive a Venezuela, el novel amor de este gobierno y flamante socio del Mercosur.

Como dijo el cantautor Jaime Roos, Uruguay está en un suburbio del mundo lejos de cualquier avenida. A lo que cabe agregar que además hoy está arrinconado contra el Océano por la animadversión o el desafecto de sus dos vecinos grandotes. El desamor llega inclusive a Venezuela, el novel amor de este gobierno y flamante socio del Mercosur.

El que esta Cumbre Iberoamericana haya registrado las mayores ausencias en sus dieciséis ediciones, sugiere algún problema para alguien o para más de uno: el declive del poder de convocatoria de España, o de su corona o de su nuevo gobierno (como cree la oposición española); la falta de convocatoria de Uruguay como país o de este gobierno en particular; o las crecientes dificultades de posicionamiento internacional de la República Oriental. Si la falta de convocatoria es del país o hay graves dificultades de posicionamiento externo, no necesariamente implica que las fallas sean únicamente ni primordialmente del país o de su gobierno.

Si se analiza el estado de las relaciones con los 11 países más importantes para Uruguay (importantes por su relación histórica, geopolítica o por la orientación de este gobierno), surge esta categorización: muy buen nivel con Cuba, Francia, Italia, México y Paraguay; relación satisfactoria, con Chile, Estados Unidos y Venezuela; insatisfactoria con Brasil y España; francamente mala con Argentina. El dato sobresaliente es que las grietas mayores surgen en relación a su propia comarca, el Mercosur, y a la cúspide de la iberoamericanidad.

Respecto a los Estados Unidos de América el trato entre ambos países fue de lo más elevado entre marzo y octubre, periodo en que el país del norte apostó a un Tratado de Libre Comercio con Uruguay, y sin duda cayó esa estima cuando Vázquez dijo que no, no a Estados Unidos y sí al Mercosur. Pero más debe esperarse del enfriamiento de Washington cuando ve que al no hacia ellos va sucedido de señales de buscar un vínculo extremadamente estrecho con la Venezuela de Chávez. Al punto que el Parlamento, por segunda vez en los últimos 70 años, es convocado para la 1 de la madrugada; la vez anterior lo fue la rama alta, en la sesión histórica previa a su disolución, con el decreto de golpe de Estado ya firmado por Juan María Bordaberry. Esta es pues la importancia que el oficialismo ha dado al ingreso de Venezuela al Mercosur: convocar para la madrugada, votar a tambor batiente, aprobar antes del amanecer, no solo sin buscar un consenso nacional, sino caminando por encima de la oposición. Porque el objetivo era darle a Chávez ese regalo a su arribo a Montevideo, regalo no correspondido

Lula no vino, por que su salud lo lleva a darse baños de mar en la playa Ipanema de Salvador, así de grave está. Y trasmitió un mensaje clarísimo: todo su apoyo para buscar una mediación entre Argentina y Uruguay; ni una palabra sobre la aplicación de los tratados y acuerdos del Mercosur, sobre el cumplimiento de las decisiones arbitrales. Kirchner llegó a vetar a Uruguay para el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y permite se haya levantado un muro para el bloqueo del puente principal, y tolera se bloquee el segundo puente.

El Mercosur no funciona. Brasil acentúa los mensajes sobre su incapacidad de liderazgo. Hace años que demuestra estar encerrado en sí mismo, no dispuesto a dar la más mínima concesión, indispuesto a pagar el costo que supone todo liderazgo. Pretende el liderazgo regional y el reconocimiento de potencial mundial, sin demostrar efectivamente que tiene las cualidades para lo uno y para lo otro.

Entonces, es hora de repensar el posicionamiento del país frente al mundo. El país está muy aislado, aunque tienes muy buenos y lejanos amigos, o cercanos y pequeños. Hasta ahora ha convivido una multiplicidad de centros de decisión de política hacia afuera, y de mensajes hacia el mundo: del presidente de la República, vicepresidente, ministros de Relaciones Exteriores, Economía, Industria, Educación, Salud Pública y Desarrollo Social, secretario de la Presidencia, del entorno presidencial y hasta del CODICEN (el Consejo Directivo Central de la Enseñanza Pública), empecinado en irritar a Italia, no sea cosa que al país le queden amigos poderosos.

Al evaluar la situación internacional de Uruguay puede caerse en la autocomplacencia, al ver la actitud generalmente abierta y leal del país, y las contrapartidas recibidas. También es fácil, es muy tentador para la oposición, jugar al tirapelotas contra el gobierno. También es muy sencillo que el gobierno entre en el juego de ajustes internos de cuenta. Es necesario analizar detenidamente qué se ha hecho mal, qué se pudo hacer mejor y qué cosas no son culpa de nadie aquí, sino que obedece a hechos ajenos; y de esos hechos ajenos, es muy necesario evaluar cuáles son corregibles y cuáles son incorregibles, con cuáles hay solamente que estudiar cómo convivir con ellos o cómo resistir sus efectos.

La primer pregunta es si el gobierno cree que puede continuar manejando en solitario la política exterior, sin consulta a la oposición ni búsqueda de consenso nacional. Y además si se siente lo suficientemente fuerte para ello. Porque no basta tener más de la mitad de la opinión pública a favor del presidente para tener fortaleza en el escenario mundial, porque los demás gobernantes ni leen ni les interesan las encuestas uruguayas. La fortaleza va más allá de ello. La segunda pregunta es si no ha llegado la hora de convocar a todos los mejores expertos en las relaciones internacionales La tercera pregunta va para la oposición: si está dispuesta realmente a la búsqueda de consensuar con el gobierno, o es funcional a su juego la confrontación permanente gobierno-oposición en el específico capítulo de política hacia el mundo. La cuarta pregunta es si es posible un consenso nacional, o si la distancia conceptual entre el gobierno y la oposición impide encontrar puntos de entendimiento. Y la última pregunta es si se tiene claro, porque no hay discusión conceptual al respecto, que la política exterior es algo mucho más abarcativo que la política diplomática y abarca todas las demás facetas de las relaciones con otros países y con los organismos multilaterales, política económica y comercio en primer lugar. Y que la búsqueda de un fortalecimiento del país debe abarcar todos esos aspectos.