14 Ene. 2007

Las formas de hacer política

Oscar A. Bottinelli

El Observador

En la persistente y sistemática caída de los partidos tradicionales, producida a lo largo de cuatro décadas, hay dos tipos de explicaciones. Unaoque los partidos tradicionales fueron perdiendo sintonía con los valores, las demandas y los imaginarios de buena parte de los uruguayos, sintonía que fue paulatina y persistentemente lograda por la izquierda, en valores, comprensión de las demandas y estructuración de los imaginarios. El otro tipo tiene que ver con la forma de hacer política, incluidas en ella las percepciones de corrupción.

En la persistente y sistemática caída de los partidos tradicionales, producida a lo largo de cuatro décadas, hay dos tipos de explicaciones. Unaoque los partidos tradicionales fueron perdiendo sintonía con los valores, las demandas y los imaginarios de buena parte de los uruguayos, sintonía que fue paulatina y persistentemente lograda por la izquierda, en valores, comprensión de las demandas y estructuración de los imaginarios. El otro tipo tiene que ver con la forma de hacer política, incluidas en ella las percepciones de corrupción.

Ambos partidos tradicionales apelaron fuertemente al clientelismo, primero los colorados, luego los blancos, dentro de cada partido, primero unos, luego todos. Ese clientelismo fue funcional y necesario a un estado ineficiente en término de servicios y suficiente para la provisión masiva de empleos. Hasta que un día ya no fue necesario en término de servicios, por la creciente eficiencia de las empresas públicas (hoy suena increíble que hace tan solo 20 años se apelase a la influencia política para obtener la instalación de una línea telefónica). Y tampoco fue posible en término de empleo, dada la saturación del Estado y la falta de recursos aún para soportar a la plantilla existente. Ya sin razones que lo sustentasen, con escasos resultados, el clientelismo siguió como práctica fuerte entre los actores políticos tradicionales, sobremanera practicado por los de segunda y tercera línea.

Al clientelismo se agregó una forma de proselitismo agudizada tras la instauración de las elecciones preliminares con la reforma constitucional de 1996. La mayoría de los sectores tradicionales optaron por el camino de que todos los aspirantes a cualquier candidatura buscasen sus propios apoyos electorales; así, las listas de candidatos a diputados y a ediles se conformaron en gran medida en base a los votos contabilizados por cada aspirante en ese acto electoral de abril de 1999 o junio de 2004. Como fuere, los vecinos vieron recorrer los pueblos y los barrios a decenas y decenas de aspirantes a la búsqueda de votos, no para su partido, no para su candidato presidencial, no para su sector, sino para sí mismo. “Vóteme a mí y no al otro, aunque sea del mismo partido y sector, para que yo vaya antes que él en la lista de candidatos a diputado”. Así quedó disociado el accionar de los mismos partidos y sectores: de un lado el proselitismo basado en la discusión de imaginarios y valores, cuyo eje fueron los medios de comunicación, y de otro lado el proselitismo basado en la búsqueda de votos para candidatos de segunda y tercera línea. El uno no solo no complementó al otro, sino que lo erosionó y hasta anuló.

En los partidos tradicionales cuesta entender la diferencia en el modo de hacer proselitismo de la izquierda y de sí mismos; o la diferencia en cómo lo percibe la población. La izquierda hace proselitismo y fuerte. Pero no se ve a alguien – al menos de manera masiva – recorriendo los barrios con el “vóteme a mí, para que yo sea edil o diputado”. Lo que hay son decenas y cientos de personas recorriendo barrios y pueblos en busca del voto para el Frente Amplio y Tabaré Vázquez, y en segunda opción para un grupo político nacional más institucionalizado o más personalizado. Aparece para la gente como una forma más idealista de hacer política. De ahí hay un paso hacia la simplificación de que los políticos de izquierda se preocupan por la gente y los políticos tradicionales se preocupan por sí mismos.

Un partido eficiente en un país en que el clientelismo ha agotado sus posibilidades, pasa por una estructura moderna, con diferenciación de roles, un claro trazado de estrategia y un más claro manejo de las tácticas y las líneas de acción. Para mencionar algunas carencias tanto del Partido Nacional como del Partido Colorado, que no constituyen un inventario exhaustivo y ni siquiera están debidamente balanceadas esas carencias:

a. en materia de transparencia gubernamental: no hay un debido seguimiento de los actos de implicancia en que incurren o pudieren incurrir los gobernantes frenteamplistas; hay acusaciones más como acciones individuales en busca de protagonismo personal que como ofensiva concertada de uno u otro partido, de uno u otro sector; no hay un aparato de búsqueda que ordene y sistematice las contrataciones del Estado, a qué empresas y a qué personas se contratan, ni cuánto se gasta

b. en materia de política económica y social: no hay una debida articulación entre los grupos políticos tradicionales y las organizaciones sociales más afectadas o potencialmente más afectables por las políticas de este gobierno, como las capas medias y medias altas; no hay un entrelazamiento con los centros comerciales e industriales, ya fueren del interior o sectoriales, o con las agrupaciones profesionales; tampoco hay una formación de cuadros para actuar en el campo social, precisamente en los centros o agrupaciones cuyos valores e intereses más se aproximan a la de los partidos tradicionales (y esto es más grave aún en el sector rural, tradicionalmente afín a ambas colectividades históricas, pero más aún al Partido Nacional)

Centrar la acción política en la competencia personal no es en sí mismo bueno ni malo, sino que depende del momento y el lugar. Y sobre todo depende si la competencia personal es sentida por la gente como una competencia no solo de aptitudes, sino de proyectos, de formas de ver el país, de formas de ver la sociedad. En este momento, una excesiva competencia de candidaturas más que fortaleza muestra debilidad. Aunque aquí hay una gran diferencia entre ambos partidos. En el Partido Nacional, más allá de una lista de alrededor de media docena o más de presidenciables, todas las encuestas sugieren que se va camino hacia una confrontación de las mismas características que las de 2004. En cambio, en el coloradismo hay por un lado tres candidatos al interior del Foro Batllista (uno de los cuales comienza a apostar a estar por fuera de ambos bloques), en la Lista 15 su líder menciona cinco nombres para la pre-candidatura presidencial, y aparecen sectores por un lado y presidenciables por otro no comprendidos en ninguno de los dos bloques; la arquitectura presente del Partido Colorado no asegura eficiencia y mucho menos la imagen de un partido en proceso de renovación.

Que nadie crea que se sugiere que el camino está en la elaboración de un programa detallado, capaz de publicarse en un libro de 500 páginas, que nadie lee. Cuando se habla de ir más allá de lo personal, es cuando de lo que se trata es de establecer valores, formas de ver la sociedad y el hombro, que son captados intuitivamente por la gente, y que luego sí es necesario que se proyecten en una persona, en ese ejercicio que constituye la relación de la gente con un líder. Significa actuar además con eficiencia y en articulación con los sectores sociales más afines, crear hechos.