27 May. 2007

La izquierda y los símbolos nacionales

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La izquierda clásica uruguaya nace en el último tercio del siglo XIX, a partir de las dos grandes vertientes del movimiento obrero internacional: el marxismo y el anarco-sindicalismo, dos ideologías que en sus orígenes de forma clara e inequívoca proclamaron la adhesión al internacionalismo y llevaron adelante una prédica contraria a los nacionalismos (y consecuentemente a la exaltación de las simbologías nacionales)

La izquierda clásica uruguaya nace en el último tercio del siglo XIX, a partir de las dos grandes vertientes del movimiento obrero internacional: el marxismo y el anarco-sindicalismo, dos ideologías que en sus orígenes de forma clara e inequívoca proclamaron la adhesión al internacionalismo y llevaron adelante una prédica contraria a los nacionalismos (y consecuentemente a la exaltación de las simbologías nacionales). No solo son ideas internacionalistas sino provienen de Europa las ideas y buena parte de los impulsores, inmigrantes europeos muchos de ellos refugiados por sus actividades anarquistas, marxistas u obreristas.

De alguna manera ese origen tiñó por largo tiempo a la izquierda clásica uruguaya, en lo que puede definirse como de escasa adhesión a la simbología nacional. La vuelta de tuerca se da con el despuntar de los años sesenta del siglo XX, o quizás fines de los cincuenta, y se refuerza con la fundación del Frente Amplio. Al respecto cabe resaltar cinco hitos:

Uno. Un sector de la intelectualidad de izquierda reformula el naciente revisionismo histórico (nacionalista) y une la interpretación marxista de la historia con una relectura de la historia nacional (y de la argentina). En esta senda se destacan los nombres de dos socialistas: el pensador y político Vivian Trías y el historiador Carlos Machado.

Dos. Al conformarse el Frente Izquierda de Liberación (cuyo elemento central lo fue el Partido Comunista) surge la relectura de Artigas, aparece el visionario del Reglamento de Tierras de 1815, el de “los más infelices serán los más privilegiados”. Esta parte de la izquierda encuentra una referencia histórica nacional que le faltaba.

Tres. El Movimiento de Liberación Nacional “Tupamaros” enarbola la bandera de Artigas, a la que sobrepone la estrella y la letra “T”. Y tanto en sus proclamas como en el discurso de los intelectuales afines surge una permanente referencia a Artigas

Cuatro. Un movimiento guerrillero de origen anarquista, la Organización Popular Revolucionaria “33”, utiliza en su nombre la simbología de los Treinta y Tres Orientales, y enarbola la bandera tricolor bajo la cual se produjo el desembarco de la Agraciada.

Quinto. Al fundarse el Frente Amplio, a impulsos del Gral. Liber Seregni, la nueva formación política toma como bandera la que Otorgués izó en Montevideo el 26 de marzo de 1816, que no fue otra cosa que un diseño equivocado de la bandera de Artigas. Así, la bandera del Frente Amplio pasó a ser la copia de la que el delegado de Artigas enarboló al tomar la capital. A lo que cabe sumar que una de las cuatro principales corrientes del Frente Amplio se denomina Vertiente Artiguista-

Esa izquierda internacionalista, por distintas vías y diferentes aportes, construye un entronque con las más profundas raíces de la orientalidad. Encuentra así una fuente de referencia que le faltaba, y que sale a competir con la extensa simbología y las múltiples fuentes de referencia de lo blanco y de lo colorado. El blanco y azul del Partido Nacional, el colorado del Partido Colorado, encontrarán su réplica en el rojo, azul y blanco del Frente Amplio. Desde la fundación de la nueva fuerza de izquierda hasta el golpe de Estado, y luego desde la transición a la democracia y por unos cuantos años siguientes, Liber Seregni habló a sus seguidores en actos públicos realizados en fechas patrias, fuesen feriados o no. Basta repasar las recopilaciones de discursos para encontrar los pronunciados los 26 de marzo, 19 de abril, 18 de mayo, 19 de junio, 18 de julio, 25 de agosto y demás.

Un buen día algo empezó a cambiar. Silenciosamente. Sin discusión ni fundamentación teórica. Sin norma jurídica alguna. A poco de asumir Tabaré Vázquez la Intendencia Municipal de Montevideo, desapareció del uso público el escudo municipal de la capital, que como muestra de sobrevivencia aparece en las matrículas de los vehículos municipales y en algún otro elemento perdido. Fue sustituido por un logotipo del mejor diseño publicitario con la leyenda “Montevideo Tu Casa” (y ahora “Montevideo De Todos)”, que aparece desde las matrículas de los vehículos particulares a toda la cartelería, documentación y simbología de la ciudad. ¿Quién se acuerda de la leyenda del escudo de Montevideo? ¿Alguien recuerda que dice “Con libertad ni ofendo ni temo”, frase pronunciada por Artigas?

Mucho más tarde, al llegar Vázquez a la Presidencia desapareció el escudo nacional. Fue sustituido por un sol, casi casi el del escudo nacional: le faltan dos rayos “que parezcan llamas de fuego” y la punta de lanza de dos rayos rectos. Como es obvio, si está solo el sol (en parte), no están el Cerro de Montevideo, la balanza, el caballo, el buey, la rama de laurel, la rama de olivo ni el lazo azul celeste que une ambas ramas. Como los símbolos simbolizan algo, lo que los diseñadores de marketing no vieron es que hicieron desaparecer la simbología de la igualdad y la justicia, la fuerza, la libertad, la abundancia, la paz y la gloria. Está ese sol y no el escudo nacional en la página oficial de la Presidencia, en la del Ministerio del Interior (al cual la ley encomienda vigilar por el cumplimiento del uso de los símbolos oficiales) y en la mayoría de los ministerios.

A contrapelo de lo anterior, el presidente invoca reiteradamente la figura de Artigas y apela a muchas de sus célebres oraciones. Más aún, muchos sectores frenteamplistas mantienen las mismas invocaciones históricas que en los tiempos de Seregni o de la izquierda sesentista.

Hay algo claro es que el presidente hoy, el intendente ayer, con el cambio de la simbología oficial pretende demostrar que hay algo nuevo, es decir, darle un carácter fundacional. El problema es si ello significa desechar u oponerse a toda la historia anterior o no, que son dos lecturas diferentes. O significa oponerse a la historia del Estado institucional que comienza a construirse a fines de 1828, ninguno de cuyos símbolos nacionales (bandera, escudo) tienen vínculo alguno con los símbolos de del ciclo artiguista. Aunque sí lo tiene el escudo de Montevideo.

Se puede estar a favor o en contra de la liturgia respecto a los símbolos nacionales. Son posturas ideológicas definidas y claras. Cada una implica una visión de muchas cosas, esencialmente de la historia, de la sociedad a la cual esos símbolos representan, y del mundo. Ocurre que la izquierda uruguaya en sus distintas vetas sostuvo una y otra tesis, según el momento histórico, hasta que hace cuatro o cinco décadas parecía haber convergido en un rescate de las referencias históricas nacionales y de su simbología. No se entiende, porque no ha sido explicado, qué es lo que ha llevado a esta sistemática sustitución de facto de la simbología oficial, en el mismo momento en que reaparece una creciente referencia a las raíces primigenias del artiguismo.