02 Set. 2007

Acerca de los que se fueron

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Luego de asumir el mando, en su discurso a la gente en la Explanada del Palacio Legislativo, el novel presidente de la República Tabaré Vázquez se dirigió “a nuestros compatriotas que viven en el exterior, porque la patria peregrina es peregrina, pero sobre todo es patria”[...]

Luego de asumir el mando, en su discurso a la gente en la Explanada del Palacio Legislativo, el novel presidente de la República Tabaré Vázquez se dirigió “a nuestros compatriotas que viven en el exterior, porque la patria peregrina es peregrina, pero sobre todo es patria”. Allí englobó a todos los que “andan por tierras extrañas” – que es lo que quiere decir peregrino - pero que son parte de la patria; es decir, el presidente define un conjunto (los peregrinos) y lo considera parte del todo mayor (la patria uruguaya). La patria peregrina es lo que Liber Seregni llamó “la diáspora”

En una película española reciente, el personaje es un español que emigra a Argentina en busca de mejor vida y retorna tras la crisis del 2001. Ya no es el tío rico, sino el que se fue “mientras aquí tuvimos que pasar hambre y miseria”. El retorno del migrante no es un retorno aceptado, porque no padeció junto a sus compatriotas las miserias y angustias de estos.

Del lado de los inmigrantes se observa como una conducta extrema la de aquel republicano español que vivía en un apartamento en Moscú, del que colgaban ristras de ajo del techo de su cocina, porque su casa se veía, se olía y se oía como un pedazo de la lejana España. Son los que llevan la patria en la valija, a veces como un pedazo de sí mismos para conservar, cultivar y trasmitir a sus descendientes; otras veces como planta a regar mientras se espera el ansiado retorno, aunque más no fuere para dejar sus huesos en su propia tierra.

Pero están los otros inmigrantes, los que se sintieron expulsados, los que se fueron para no volver y, si les va bien en el peregrinaje, dejar de andar por el mundo para arraigar en otra tierra y asumir otra patria.

Estas son, del lado de los que se quedaron y del lado de los que se fueron, dos grandes visiones del fenómeno migratorio. Y cada una de estas visiones supone ver a los que se fueron, o verse a sí mismos los que se fueron, de manera diferente. Estas dos visiones existen en todos los países donde, más lejos (como España, como Italia) o más cerca (como este Uruguay), se produjeron grandes aluviones emigratorios

La primera de las visiones, la de la patria peregrina, supone considerar a los emigrantes como una colectividad o un conjunto desprendido del territorio nacional pero perteneciente al colectivo nacional. La nación uruguaya desde esta perspectiva se compone de todos los uruguayos, los de adentro y los de afuera. La ciudadanía como base de soberanía es pues una sola, la nacionalidad en tanto cultura, valores y emociones, es una sola.

La segunda de las visiones supone considerar que el conjunto nacional se integra con todos quienes habitan en el territorio. Quien se va se desarraiga, en el sentido literal de “arrancar de raíz” o en el figurado de “separar a alguien del lugar o medio donde se ha criado, o cortar los vínculos afectivos que tiene con ellos”.

Este eje, de de considerar a los que se fueron como parte integrante del colectivo nacional o como sujetos individuales definitiva o temporalmente separado de ese colectivo, debería ser la base de la discusión del tema de los uruguayos en el exterior. Debate que no debió haber empezado con el tema del voto sino, en todo caso, haber terminado con el tema del voto como corolario de la aceptación de la existencia de un conjunto como parte inseparable del todo nacional; porque si no se acepta esto último, la discusión ya terminó. Lo primero en la discusión, no es si los de afuera siguen las noticias de adentro o les afecta las consecuencias de su voto, sino si son o no son parte del colectivo nacional (o si deben ser o no deben ser parte del colectivo nacional). Como se observa, en esta línea de razonamiento, el debate no empieza ni por lo práctico (el voto) ni por lo jurídico (las definiciones que pudieren extraerse de los textos normativos).

No es menor estudiar qué opinan de esto los uruguayos de adentro, como ven los que se quedaron a los que se fueron. Y también indagar más específicamente qué piensa el sistema político.

Del Frente Amplio como fuerza política y desde largo tiempo, del actual gobierno, se saben varias cosas (más allá de que haya acertado o no, haya sido claro o impreciso en la formulación de los instrumentos): que considera a los que se fueron como un conjunto que es parte del colectivo nacional y al que se le ha llamado “La diáspora” o “La patria peregrina”; que fomenta que ese colectivo se articule, se institucionalice y se exprese en tanto tal; que existe una obligación del Estado de asistirlo y protegerlo, o que existe el derecho de los que se fueron a un conjunto de protecciones y beneficios que debe darles el país de origen; que ese conjunto se compone de ciudadanos y esa ciudadanía deben ejercerla en plenitud, vale decir, con el derecho a emitir el voto en algunas circunstancias. De los otros partidos no se sabe mucho; en tanto el debate comenzó por la última punta, por el voto, solo se sabe que no están de acuerdo con ello, por lo que valdría la pena conocer definiciones más profundas y más extensas sobre su noción de patria y territorio, de existencia o inexistencia de un colectivo exterior, de alcance y límites a los derechos de ese colectivo.

Corresponde en todo debate no confundir la sustancia con las herramientas. Debatir, llegar a acuerdos o encontrar el límite de los disensos, sobre las definiciones sustantivas. Y a partir de esas definiciones profundas empezar a diseñar herramientas.

También corresponde debatir sobre el concepto mismo de ciudadanía, quién es y cuándo se es uruguayo. No hay discrepancias en cuanto al jus soli; habría que hilar fino en cuanto al jus sanguinis.

En cuanto al voto en el exterior específicamente, debería discutirse primero lo sustantivo y luego lo instrumental, no al revés, como se ha hecho hasta ahora. Pero además si se quiere discutir sobre los reales o presuntos beneficios electorales, tener alguna idea de ello. Porque nadie ha estudiado qué resultados produciría, cuánto sería la votación de los unos y cuánto la de los otros. La experiencia de los países más parecidos al nuestro señala que es mayor la cantidad de veces que los imaginarios electorales fracasaron que los que acertaron. Esto va por las dudas, pues se está partiendo de un supuesto no demostrado: que el voto en el exterior favorece a la izquierda y perjudica a los partidos tradicionales, lo cual nadie puede sostener sobre bases sólidas. En Italia se creyó que favorecía a la derecha y en cambio fue vital para el triunfo de la izquierda.