27 Ene. 2008

Los cambios en el escenario

Oscar A. Bottinelli

El Observador

En los últimos doce meses el escenario de competencia interpartidaria en el país cambió radicalmente. Al cierre del primer trimestre del año pasado había dos elementos clave: la posibilidad de que el Frente Amplio afrontase elecciones efectivamente competitivas, con riesgo, eran extremadamente remotas; y dos, que la oposición se dividía entre un Partido Nacional y un Partido Colorado con bajas preferencias, relativo equilibrio entre sí (aunque mayor captación blanca que colorada) y un segmento significativo de personas decididamente opositoras pero sin definición entre las fuerzas opositoras.

En los últimos doce meses el escenario de competencia interpartidaria en el país cambió radicalmente. Al cierre del primer trimestre del año pasado había dos elementos clave: la posibilidad de que el Frente Amplio afrontase elecciones efectivamente competitivas, con riesgo, eran extremadamente remotas; y dos, que la oposición se dividía entre un Partido Nacional y un Partido Colorado con bajas preferencias, relativo equilibrio entre sí (aunque mayor captación blanca que colorada) y un segmento significativo de personas decididamente opositoras pero sin definición entre las fuerzas opositoras.

Al cierre del año el panorama es completamente diferente: el Frente Amplio afronta elecciones con las mismas probabilidades de ganar que de perder (quizás tenga un poco más de chance de ganar, pero en un juego claramente competitivo real), el Partido Nacional aparece como dominante en la oposición, el Partido Colorado no ha logrado recomponerse (aunque ha demostrado signos importantes de revitalización).

Hay un elemento adicional: la posibilidad de la reelección, de impulsar un cambio constitucional para posibilitar la reelección presidencial, parecería definitivamente descartado (ya lo había sido el 18 de junio, lo que no impidió que reverdeciese y que el presidente esperase varias semanas antes de desautorizar los empujes en tal sentido). Con esta decisión del líder frenteamplista, la fuerza política oficialista se encuentra en pleno desconcierto, porque su primer problema es definir el cómo se decide la candidatura presidencial, lo cual no es nada menor. Los otros dos partidos la tienen resuelta: por el mecanismo de las elecciones preliminares, generales y obligatorias para todos los partidos, en competencia abierta con apelación a todo el electorado nacional. La izquierda no sabe si buscar el consenso, ir hacia una compulsa de sus simpatizantes o recorrer el camino de esas elecciones preliminares. Desde el punto de vista formal, desde que rige el sistema de 1997 ha hecho una combinación de lo primer y lo tercero: por consenso (acuerdo de los dos tercios) elige un candidato presidencial y autoriza a que otras figuras puedan presentarse a competir con él en ocasión de esas elecciones nacionales y generales de carácter preliminar. Así fue que en 1999 compitieron Vázquez y Astori, y en 2004 ello no se repitió ante la no presentación de Astori (acto voluntario y unilateral, pero formalmente tenía el derecho a presentarse).

El Partido Nacional ha sido el primero en definir el escenario hacia las elecciones presidenciales de 2009, en esencia con la repetición de la puja entre el nuevo y el viejo líder partidario y la posibilidad de un tercer actor como el intendente de Durazno Carmelo Vidalín. Pero una lucha esencialmente centrada en Larrañaga-Lacalle, en la reedición de la campaña de 2004, es de por sí un clásico, que genera gran atracción. Larrañaga es un caudillo fuerte, pujante, joven; Lacalle un experimentado estadista. Uno y otro representan visiones del país con acentos diferentes. Larrañaga aparece como una reedición del wilsonismo, entendido éste como la propuesta de Wilson Ferreira Aldunate en el periodo que va de “Mi compromiso con usted” (el programa de las elecciones de 1971) hasta la restauración institucional. Lacalle presenta una visión con una adhesión más fuerte al libre mercado, aunque más atenuada que cuando las elecciones de 1989 y su subsiguiente gobierno.

Larrañaga aparece en buenas condiciones de ser un refugio para frenteamplistas desencantadas y Lacalle es una propuesta seductora para coloradas desencantados (cuenta ya con el apoyo de votantes y figuras coloradas) y para frenteamplistas que quieren todo lo contrario de lo que quisieron ayer. Falta ver qué pasa con el intendente de Durazno: si entra al ruedo, con qué propuesta, con qué capacidad de captación y hacia dónde; si logra el difícil arte de jugar un juego de tríadas y evitar se transforme en un juego binario, o queda aprisionado por la polarización. Así, pues el Partido Nacional ha largado primero y lo ha hecho con la propuesta de una elección preliminar altamente interesante. Cabe ahora que cada ala nacionalista administre bien su juego y el Partido en su conjunto repita la conducta de 2004 y evite el canibalismo de 1999.

Una competencia de esta magnitud y este interés crea dificultades al Partido Colorado, salvo que éste finalmente logre una competencia de alto potencial. Pero quizás lo más relevante es que condiciona mucho al Frente Amplio. Hace un año se pensaba que si la izquierda volvía a habilitar la competencia abierta en las elecciones preliminares y su triunfo en las elecciones nacionales se consideraba una certeza más allá de toda duda, se abría el atractivo para que muchos ciudadanos proclives a los partidos tradicionales votasen dentro del Frente Amplio a Astori. Como quien dice: ya que la victoria de la izquierda es inevitable, prefiero ayudar a que gane el más moderado. Pero hoy no es lo mismo. Primero porque Astori y su reforma tributaria son uno de los factores sustanciales de desencanto de los desencantados. Segundo porque no es un dato de la realidad el triunfo de la izquierda, por lo cual simpatizantes blancos y colorados van a preferir influir en sus partidos para que ellos ganen. Entonces, en la izquierda el juego se dará con la sola apelación a los ya simpatizantes de esa misma izquierda: a los viejos simpatizantes que quedan, a los nuevos simpatizantes captados por la gestión de gobierno, menos los viejos simpatizantes decepcionados por otras aristas de la misma gestión de gobierno. Y todos los partidos apelarán a los nuevos votantes.

Pero hay algo que no se debe olvidar, ni propios ni extraños: para el Frente Amplio es muy importante el cómo se define la candidatura presidencial y el quién o quienes competirán por ella, pero tanto o más importante es el balance que la gente haga de la gestión de gobierno. La adhesión a la izquierda se mantendrá, ganará o perderá más que nada en función de lo que cada cual sienta que ha sido el gobierno, al menos tanto o seguramente más, que por las candidaturas.