08 Jun. 2008

Las empresas no son todas iguales

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Cuando se habla de consejos de salarios, ley de tercerización, ocupaciones de lugares de trabajo, relaciones obrero-patronales en general, tiende a verse la existencia de un eje divisorio donde de un lado se sitúan los patronos, empleadores o empresas, y del otro los trabajadores o más precisamente los asalariados. Así lo recoge en general el periodismo y así se expresa tanto el movimiento sindical como a veces el conjunto de cámaras empresariales y otras veces las grandes cámaras empresariales.

Cuando se habla de consejos de salarios, ley de tercerización, ocupaciones de lugares de trabajo, relaciones obrero-patronales en general, tiende a verse la existencia de un eje divisorio donde de un lado se sitúan los patronos, empleadores o empresas, y del otro los trabajadores o más precisamente los asalariados. Así lo recoge en general el periodismo y así se expresa tanto el movimiento sindical como a veces el conjunto de cámaras empresariales y otras veces las grandes cámaras empresariales.

Sin embargo, hay muchas variables en este juego, muchos ejes divisorios que dejan de un lado y del otro a aliados diferentes. No es un juego donde los extremos de un eje sean siempre adversarios, sino que hay otros ejes en que esos mismos extremos pasan a ser aliados, contra otros contrincantes.

A nivel empresarial hay muchas divisorias. Una es la que enfrenta a quienes viven de la exportación con quienes viven del mercado interno. Otra es la que confronta a quien produce bienes y a quien comercializa bienes, es decir, la diferencia de percepción entre industriales y comerciantes. Por ejemplo, la variable cotización de la moneda es de alta sensibilidad para la industria, porque una moneda sobrevaluada significa pérdida de competitividad hacia el exterior y peligrosa competencia de productos importados en lo interior. Mientras que para el comercio no es significativo si los bienes más competitivos se fabrican en Uruguay, en el Mercosur o en Singapur.

Pero hay una línea divisoria significativa que produce alineamientos completamente diferentes al imaginario dominante. Es la que deja de un lado a las grandes empresas y del otro a las pequeñas empresas. En cuanto a las medianas, no es fácil su clasificación, pero puede decirse que en general tienden a acercarse a los problemas de las empresas pequeñas, al menos las que se pueden considerar medianas chicas y medio medianas. Lo interesante es que los sindicatos, los más tradicionales y vigorosos, los que nuclean a la mayor cantidad de afiliados, tienden a coincidir en sus intereses y en sus objetivos con las grandes empresas; sin perjuicio de a su vez, hay otra línea de confrontación grandes empresas-sindicatos, pero a partir de un conjunto de conveniencias comunes.

¿Cuáles son los elementos específicos que perjudican a las pequeñas empresas, y a las no tan pequeñas pero no más allá de medio medianas? Son varios y de distintas fuentes, donde las amenazas provienen desde los sindicatos, los consejos de salarios, el gobierno y las empresas grandes. A título de parcial inventario y con jerarquización discutible en esta ordenación, cabe mencionar:

Uno. Las empresas pequeñas se sitúan tradicionalmente en el borde de la rentabilidad, con algunos periodos de auge (que permite a sus dueños la acumulación de capital) y muchos periodos de zozobra. En general tienen serias dificultades de competitividad con empresas grandes del mismo rubro, por la diferencia de economía de escala. El incremento de los costos salariales que ha ocurrido bajo el presente gobierno ha puesto a muchas de estas pequeñas empresas, pese al auge económico, en el borde mismo de la existencia. La capacidad de absorción de aumentos salariales es menor para las empresas pequeñas que para las grandes, la válvula del despido no es tan fácil (por la poca cantidad de dependientes, la dificultad de su sustitución y los problemas que personalmente genera al empleador despedidor) y cuando los incrementos se acentúan en los niveles salariales más bajos, golpea precisamente más a las pequeñas empresas, que por su estructura de costos, son las que solo obtienen rentabilidad o supervivencia a costa de salarios más bajos que las grandes empresas.

Dos. La formalización laboral perseguida esencialmente por el BPS ha sido un impacto negativo. Desde el punto de vista ético parece obvio que no puede discutirse la lógica de la formalización, siempre y cuando el Estado midiese a todos con la misma vara. Pero además, si una empresa solo puede sobrevivir con formalización parcial y ve afectada su sobrevivencia por esa formalización, quiere decir que algo falla en los gravámenes estatales, ya fueren propiamente impositivos como contribuciones sociales.

Tres. La competencia generada por otras empresas pequeñas que actúan con formalidad parcial o total. Las totalmente informales son amparadas por el Estado, por el Ministerio de Trabajo, la DGI y el BPS cuando actúan sin local instalado o cuando la instalación se produce en ferias o vía pública. Y las parcialmente informales, que no cumplen los laudos ni las obligaciones previsionales, son estimuladas mediante los mecanismos de compra estatales, donde con muy pocas excepciones lo que juega es el menor precio. La propia Presidencia de la Republica, el Ministerio de Trabajo, el Banco de Previsión Social y los sindicatos no han expresado preocupación porque el Estado compre y conceda servicios a empresas de baja formalización, siempre y cuando le asegure al Estado central, a las empresas estatales y a los gobiernos departamentales, los menores precios. Inclusive han desestimado actuar ante planteos concretos y han aconsejado a los reclamantes buscar interpretaciones tangenciales de los laudos, a efectos de poder bajar precios.

Cuatro. La ley de tercerizaciones ha sido un factor pesado para las pequeñas empresas, agravado por sobre exigencias que las grandes empresas tercerizantes ponen a las pequeñas a las cuales les tercerizan los trabajos. Al respecto hay una señal de alarma lanzada desde la Asociación Nacional de Pequeñas y Medianas Empresas. Porque las grandes empresas tratan a las pequeñas como conjuntos a los cuales deben dirigir y controlar como empleados dependientes, pero sin asumir las consecuencias de la contratación de dependientes. A su vez, esas pequeñas empresas sí deben cargar con todas las consecuencias de contratar personal dependiente.

Cinco. Quizás el problema más importante es la falta de sentido corporativo de las empresas pequeñas (con pocas excepciones), que les ha faltado buscar agruparse para hacer valer sus derechos ante todos: Estado, sindicatos y grandes empresas. No es que no haya agrupamientos, sino que no funcionan aglutinadamente ni con sentido de defensa corporativa del sectorE inclusive las asociaciones más eficientes han luchado más por defensa de mercado para su sector, que participar en planteos globales que afectan a las pequeñas empresas.