06 Jul. 2008

La ¿prematura? campaña electoral

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Es muy difícil determinar cuándo empieza una campaña electoral. Todas las reglamentaciones en ese sentido pecan de poco realistas, generan formidables conflictos y en general tienden a darle al Estado un papel omnipresente sobre los partidos políticos, que generan una fuerte tensión entre regulación y libertad.

Es muy difícil determinar cuándo empieza una campaña electoral. Todas las reglamentaciones en ese sentido pecan de poco realistas, generan formidables conflictos y en general tienden a darle al Estado un papel omnipresente sobre los partidos políticos, que generan una fuerte tensión entre regulación y libertad.

El problema radica en definir con exactitud a qué se llama campaña electoral. Una definición restrictiva (que es la regulación de campaña existente en Uruguay) refiere al periodo de avisos publicitarios en medios electrónicos con intención manifiesta de proselitismo electoral. Una definición en el otro extremo refiere a todo tiempo en que los actores políticos busquen la captación del voto y los electores se encuentren en observación de la conducta de los actores políticos para definir sus adhesiones y rechazos.

En sociedades altamente politizadas como la uruguaya se produce un doble efecto: sin solución de continuidad los electores observan a los actores políticos y forman sus juicios a favor, en contra o en duda sobre cada uno de ellos, principalmente de los actores institucionales (partidos, fracciones) y de los actores personalizados de primer nivel. Como efecto coincidente, en el reverso de la medalla, los actores políticos se dirigen todo el tiempo a la ciudadanía, para convencerla de sus virtudes o de los defectos de los contrarios. La apelación puede estar referida específicamente a la adhesión partidaria y su posterior desemboque electoral, pero puede estar por más tiempo referida a cada uno de los temas que constituyen la agenda política en un tiempo determinado. En otras palabras, si por campaña electoral se entiende la exposición pública de los actores políticos y la observación permanente por parte de los electores, la campaña electoral es ininterrumpida. Y ello puede ser una patología o una virtud, según el nivel de la exposición de los actores políticos, la forma del debate político y la profundidad con que se trate la agenda

Pero mientras para unos una campaña electoral permanente es un símbolo de que los políticos viven para ellos mismos, es necesario pensar que más bien es una clara señal de la importancia del juego político, de la confiabilidad en las elecciones, del valor que cada ciudadano da a su juicio sobre los actores políticos, en otras palabras, es el reflejo de que la democracia funciona y es robusta.

Otra cosa diferente es reducir el concepto de campaña electoral a la confrontación de personas en tanto candidatos, su posicionamiento ante la opinión pública exclusivamente en tanto candidatos, y el limitar la agenda a la captación futura de votos para un futuro gobierno, con abandono de las discusiones de los temas presentes de gobierno.

En este concepto de campaña electoral, Uruguay vive el mayor adelanto del tiempo electoral desde la restauración democrática. ¿Cuáles son los elementos que se toman en cuenta para esta afirmación y qué ha jugado para que esto fuese así?

Conviene ver:

Uno. A lo largo del año pasado tuvo una fuerte agitación el tema de la reelección presidencial, con una negativa del presidente de la República en junio, la continuación de la agitación del tema con la tácita aprobación del primer mandatario, y un no definitivo al comenzar este 2008

Dos. La aparición casi diaria del influyente José Mujica - todo un récord de rating en sus apariciones radiales y televisivas – con manejo de nombres de posibles candidatos, apoyos a candidatos, dudas sobre candidatos, mensajes esquivos, contradictorios, pero siempre manteniendo la atención sobre la candidatura presidencial del oficialismo. Mensaje contradictorio que alcanzó su máximo cuando él mismo cuestiona el exceso de declaraciones en materia de candidaturas

Tres. El virtual lanzamiento de la candidatura Astori de parte del presidente de la República

Cuarto. La discusión a lo largo del año pasado del retiro de Lacalle, las posibles candidaturas en el herrerismo, el no surgimiento con nitidez de ningún candidato alternativo al ex presidente, y el renacimiento de su liderazgo, con fuerte potencial

Quinto. La permanencia en alto nivel de la figura de Jorge Larrañaga, como candidato natural luego de su performance en 2004 y su fuerte papel en la Presidencia del Directorio del Partido Nacional

Sexto. La aparición con extraordinaria fuerza de Bordaberry en el debilitado Partido Colorado, y el constante juego de nombres en búsqueda de candidaturas alternativas.

Lo que queda entonces planteado es que la campaña electoral (en sentido restringido del término) lleva prácticamente no menos de seis meses de esplendor, y que al haber despuntado al menos un año y medio del comienzo del ciclo electoral, aparece como extraordinariamente prematura. Surgen entonces algunas dudas: si esto va a poner en un plano secundario de la agenda los temas que más afectan e impactan a la gente, como por ejemplo la inflación y la seguridad pública, o se va a producir un desgaste de esta campaña electoral prematura y se va a producir una baja en la intensidad de la misma. Y además, si quienes más tempranamente han largado logran con ello una ventaja, o por el contrario, una alta exposición como candidatos por largo tiempo puede suponer un desgaste para ellos.