10 Ago. 2008

En juego un nuevo bipartidismo

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Uruguay albergó uno de los sistemas bipartidistas más antiguos del mundo, constituido contemporáneamente con la conformación de la República bajo la dicotomía blanco-colorado, más o menos coetáneo del bipartidismo británico tory-whig (o conservador-liberal) y del bipartidismo norteamericano demócrata-whig; por tanto, bastante anterior al bipartidismo norteamericano demócrata-republicano[...]

Uruguay albergó uno de los sistemas bipartidistas más antiguos del mundo, constituido contemporáneamente con la conformación de la República bajo la dicotomía blanco-colorado, más o menos coetáneo del bipartidismo británico tory-whig (o conservador-liberal) y del bipartidismo norteamericano demócrata-whig; por tanto, bastante anterior al bipartidismo norteamericano demócrata-republicano. Este bipartidismo oriental se asentó primero en reales protopartidos, bandos clánicos, para luego devenir hacia el despuntar del siglo XX en verdaderos partidos políticos modernos de presencia electoral y parlamentaria. Este bipartidismo moderno opera desde que Uruguay deviene en poliarquía (democracia liberal pura, con elecciones libres, confiables, legítimas y legitimadas), es decir, en torno a 1916, hasta el periodo electoral de 1966-1971. Las elecciones de 1966 son las últimas de ese bipartidismo asentado en la confrontación entre la colectividad colorada, entre el Partido Colorado y el Partido Nacional, entre dos lemas históricos, también conocidos como partidos tradicionales o partidos fundacionales.

¿Qué quiere decir bipartidismo? Para empezar, no quiere decir que existen dos partidos y solo dos. Tampoco quiere decir que acceden al Parlamento solamente dos partidos y ningún otro. Hay muchas formas de definir un sistema bipartidismo, y todas parten de la idea de que hay dos partidos que en conjunto dominan el panorama político, se sitúan en torno a los nueve décimos del electorado (o de las bancas) y son los únicos competidores efectivos por la titularidad del gobierno. Modernamente ha aparecido una mayor precisión científica con el aporte de M.Laakso y Rein Taagepera en la elaboración del índice denominado Número Efectivo de Partidos (NEP). El NEP es un número índice que mide no el número total de partidos, sino el número efectivo entendido como la cantidad de partidos proporcionado a su peso, ya fuere el peso electoral o el parlamentario. Hay pues un NEP electoral y un NEP parlamentario. En el caso uruguayo, donde el Parlamento es elegido por proporcionalidad pura, es decir, existe una casi perfecta proporcionalidad entre el porcentaje de votos y el porcentaje de bancas de los partidos, la diferencia entre uno y otro indicador es insignificante. El NEP es una estimación matemática de fragmentación de la competencia electoral o de la competencia parlamentaria, que atribuye a cada partido un peso derivado de su propia fuerza electoral. El indicador electoral es la inversa de la sumatoria de cuadrados de los porcentajes de votos de los partidos (o de los porcentajes de bancas, si se trata del NEP parlamentario). Su fórmula es, pues, NEP=1/? VP2 . Donde VP es el porcentaje de Votos o el porcentaje de Bancas de los Partidos.

Bien, aplicada la fórmula, lo claro es cuál es el Número Efectivo de Partidos. En las tres últimas elecciones habidas con el histórico formato bipartidista (colorado-blanco o Colorado-Nacional), el NEP parlamentario registró 2.36 partidos (1958), 2.35 (1962) y 2.33 (1966). Cabe recordar que en ese entonces, además de los dos partidos tradicionales, existían otros dos o tres partidos con representación parlamentaria que en conjunto representaron un décimo del Parlamento: Unión Cívica del Uruguay, Partido Socialista y Partido Comunista en 1958; Partido Demócrata Cristiana y Frente Izquierda de Liberación en 1962 y 1966, a lo que cabe agregar en 1962 también a Unión Popular. El número total de partidos parlamentarios fue de 4 en una oportunidad y de 5 en tres oportunidades, pero el número efectivo estuvo en el entorno de 2.3 a 2.4

En 1971 aparece el Frente Amplio, que entre otras cosas absorbe a los partidos Demócrata Cristiano (sucesor a su vez de la Unión Cívica del Uruguay), Frente Izquierda de Liberación, Comunista, Socialista y Unión Popular. El número total de partidos parlamentarios se reduce a 3. Pero lo relevante no es este hecho, sino que los partidos tradicionales en conjunto comienzan un proceso sistemático de pérdida de votos, lo que implica una gradual caída del bipartidismo.

En las cinco elecciones siguientes el Número Efectivo de Partidos se mueve en torno a cifras de tripartidismo: 2.71 (1971), 2.92 (1984), 3.33 (1989), 3.30 (1994) y 3.07 (1999). El tripartidismo perfecto, un NEP igual a 3, se da en 1999. Pero lejos de consagrar el tripartidismo, este proceso dio paso – al menos provisoriamente – a un nuevo bipartidismo: la elección de 2004 hace caer el NEP parlamentario a 2.39. Se vuelve pues al número de la época del anterior bipartidismo clásico. Es que solo dos lemas (Frente Amplio y Partido Nacional) absorben ocho de cada nueve bancas y el noveno restante es ocupado por los otros dos partidos (el otrora predominante Partido colorado y el nuevo Partido Independiente).

Si las elecciones se realizasen hoy y su resultado estuviese aproximadamente dentro de los parámetros de las tres encuestas más relevantes de plaza, no habría ningún cambio significativo: el número efectivo de partidos estaría en torno a 2.3 a 2.4, los mismos dos partidos ocuparían cerca del 90% de los escaños y los otros dos partidos el escaño restante. Por ahora, todas las encuestas coinciden en que el Partido Colorado se mueve entre el 7% y el 9%.

Con estos datos a la vista – y más allá de expresión de deseo de dirigentes políticos – Uruguay camina hacia la consolidación de un nuevo bipartidismo, conformado por el Frente Amplio y el Partido Nacional. Entonces, desde el punto de vista de la arquitectura política las elecciones de 2009 son relevantes para determinar si este fenómeno de consolidación bipartidista se produce o no. El gran desafío que tiene hoy el Partido Colorado es precisamente impedir que este naciente bipartidismo se consolide, pues le cambia definitivamente (al menos por un muy largo tiempo) su papel histórico. No es nada menor pensar que de los 178 años de existencia de la República, en 138 la titularidad de la rama ejecutiva del gobierno fue ocupada por una persona de filiación colorada.

Las elecciones del año que viene son históricamente significativas, pues son las primeras en que un tercer partido contiende como incumbent, como tenedor del gobierno. Pero a su vez, con absoluta independencia de esto, son también históricamente relevantes pues determinarán si se consolida un nuevo bipartidismo blanco-frenteamplista, o el país reabre otros caminos de arquitectura política.