14 Set. 2008

Los caminos por la sucesión

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Cuando en la segunda quincena de setiembre se retire del Ministerio de Economía Danilo Astori, la incógnita sobre la candidatura presidencial del Frente Amplio dominará la escena política noticiosa. Desplazará así del primer plano la puja Lacalle-Larrañaga por la candidatura del Partido Nacional, que tiene varios atractivos: es la reedición de la contienda de 2004 en que el entonces desafiante y actual presidente del Partido derrotó al anterior presidente partidario; hoy Larrañaga cumple el papel de incumbent y Lacalle el de challenger; en esta etapa existen parejas posibilidades, con un cierta paridad de intención de voto; y el que venza de los dos será el desafiante real del candidato oficialista[...]

Cuando en la segunda quincena de setiembre se retire del Ministerio de Economía Danilo Astori, la incógnita sobre la candidatura presidencial del Frente Amplio dominará la escena política noticiosa. Desplazará así del primer plano la puja Lacalle-Larrañaga por la candidatura del Partido Nacional, que tiene varios atractivos: es la reedición de la contienda de 2004 en que el entonces desafiante y actual presidente del Partido derrotó al anterior presidente partidario; hoy Larrañaga cumple el papel de incumbent y Lacalle el de challenger; en esta etapa existen parejas posibilidades, con un cierta paridad de intención de voto; y el que venza de los dos será el desafiante real del candidato oficialista. Precisamente la opinión pública señala cuatro posibles presidentes de la República, y solo cuatro, que por orden alfabético son Danilo Astori, Luis Alberto Lacalle, Jorge Larrañaga y José Mujica; y en términos estadísticamente válidos, para la gente no existe una quinta posibilidad. La diferencia sustancial entre la situación interna del nacionalismo y del frenteamplismo es que en el primero los dos grandes contendores están en la calle, se disputan abiertamente el voto ciudadano y la única incógnita es cual de los dos obtendrá más votos que el otro; y esto no ocurre con esa claridad en la izquierda. Hay dudas sobre si hay contienda; de haberla, entre quienes; y por las dudas, como otro elemento adicional, en qué condiciones será esa contienda desde el punto de vista jurídico-político, a la luz de las especiales reglas del Frente Amplio.

Para empezar cabe una afirmación tajante: el contador Danilo Astori va estar como precandidato presidencial el 28 de junio del año que viene, más allá de toda duda razonable o irrazonable. Como dicen los muchachos: va sí o sí. Hay muchas razones para ello. El saliente ministro de Economía se siente a sí mismo como uno de los uruguayos con mayor capacidad (o como el más capaz de todos) para dirigir los destinos del país y conducir el gobierno; siente que tiene ideas, tiene planes y tiene equipos. Esa es su percepción. Pero además siente que ya esperó demasiado, que por una u otras razones su candidatura presidencial y su acceso al liderazgo del Frente Amplio demoraron veinte años más de lo pensado. Y ahora ya no es más el Príncipe de Asturias con 49 años, sino un hombre que llega a las elecciones con 69 años de edad, con una edad en la que se corren demasiados riesgos si se dice “esta vez, otra vez paso”.

El 14 de marzo de 1989 Hugo Batalla dirigió una carta al general Liber Seregni en la cual comunicaba su ruptura con el Frente Amplio y el inicio de nuevos rumbos. Con su Partido por el Gobierno del Pueblo y su aliado Partido Demócrata Cristiano, junto a figuras como Héctor Lescano, Carlos Cassina, Yamandú Fau, Rafael Michelini, consideró agotado el ciclo del Frente Amplio y la necesidad de crear otra alternativa a los uruguayos. Esa decisión, que resultó traumática para el Frente Amplio, que lo dejo frente a la elección más azarosa de su vida, significó también la cristalización de la fórmula presidencial Seregni-Astori y la virtual unción del contador como sucesor del general, como heredero de la corona, como el Príncipe de Asturias de la izquierda vernácula. Dirigentes de izquierda y de los otros partidos, analistas, periodistas, ciudadanos informados, todos esperaban que tras la elección de noviembre, comenzase el traspaso de los símbolos del poder frenteamplista del general al contador. De repente, sin aviso previo, aparece una figura desconocida en los ámbitos políticos y de opinión pública, con un formidable magnetismo, que logra lo que entonces le había sido esquivo a la izquierda: el gobierno del departamento de Montevideo.

Para todos surge una incógnita de si el sucesor lo será el economista o el oncólogo. Cuando a fines de 1992 se realiza el referendum sobre la Ley de Empresas Públicas, la voz del Frente Amplio la encarnan Seregni y Astori. Las encuestas dan una virtual paridad sobre la candidatura presidencial (44% Vázquez, 41% Astori). Los próximos doce meses transcurrirán a favor de Vázquez, quien contó con casi todo el aparato en su favor (quizás con la duda de Seregni, que en su fuero íntimo prefería a Astori). Entonces, 1994 no fue para él. Hacia 1999, reforma constitucional mediante y con el estreno de las elecciones preliminares generales y obligatorias, el Congreso del Frente Amplio proclama la fórmula Vázquez-Nin Novoa (por segunda vez), con el apoyo de la mayoría de los sectores y la totalidad del aparato de base. Queda igualmente autorizado a competir en estas elecciones preliminares, donde pierde por más de cuatro a uno. Cinco años después ocurre lo mismo con el Congreso del Frente Amplio, con la decisión de la mayoría de los sectores y del aparato de base. Se vuelve a repetir, es decir, se decide por tercera vez la fórmula Vázquez-Nin Novoa y se autoriza a Astori a competir. Prudentemente se retira, lo que facilita luego que Vázquez lo anuncie como futuro conductor de la economía y se le abre el camino a la candidatura de 2009. Ya no hay más tiempo para no librar una batalla, que se le presenta con muchas probabilidades, al menos, con posibilidades parejas de ser o no ser.

La otra afirmación que cabe es que José Mujica Cordano, en parte por efecto de las circunstancias, en gran parte por su propio mérito, se ha transformado en el gran decisor. Si él decide consensuar la candidatura Astori, no hay quien razonablemente en la izquierda pueda enfrentar un entendimiento de los dos mayores sectores, las dos principales figuras, con el navicert del presidente de la República y el apoyo de otros sectores de menor porte. Si Mujica decide no consensuar el nombre de Astori, se abren dos caminos y cada uno de ellos con dos variantes.

El primer camino es el que la gran mayoría de los espectadores espera: la candidatura de Mujica y la puja Mujica-Astori el 28 de junio; el otro, más riesgoso, es que Mujica señale una tercera figura, que además obtenga el apoyo de todos los sectores no astoristas (socialistas, Vertiente, comunistas, quizás algo de la Alianza Progresista) y la puja de junio sea entre Astori y esta tercera figura. En ambos casos hay también dos variantes: que como lo ha hecho siempre el Congreso del FA a mediados de diciembre proclame el candidato oficial y deje a Astori como candidato autorizado pero no oficial, es decir, haya una puja inicialmente despareja, o que por el contrario el Congreso proclame a ambos o no proclame a ninguno, es decir, nivele la contienda.