18 Ene. 2009

El problema de las reglas en el FA

Oscar A. Bottinelli

El Observador

El Frente Amplio siente los problemas de una transición estructural y conceptual aún no concluida. Su concepción básica inicial fue la de una alianza de movimientos y partidos políticos de carácter permanente, no exclusivamente electoral, (nunca fue una coalición, en tanto siempre tuvo ánimo de permanencia, autoridad central única y mandato imperativo, cualidades excluyentes en una coalición); tuvo al consenso como elemento central, una conducción colectiva presidida por un primus inter pares que resultase del acuerdo de los aliados y a su vez tuviese como misión central buscar el resumen de posiciones[...]

El Frente Amplio siente los problemas de una transición estructural y conceptual aún no concluida. Su concepción básica inicial fue la de una alianza de movimientos y partidos políticos de carácter permanente, no exclusivamente electoral, (nunca fue una coalición, en tanto siempre tuvo ánimo de permanencia, autoridad central única y mandato imperativo, cualidades excluyentes en una coalición); tuvo al consenso como elemento central, una conducción colectiva presidida por un primus inter pares que resultase del acuerdo de los aliados y a su vez tuviese como misión central buscar el resumen de posiciones. La candidatura presidencial quedó ligada a esa figura intermedia entre el papel de liderar y el papel de mediar y sintetizar. En una segunda etapa se fue perfilando un líder central, es decir, alguien que impone sus propios criterios, estrategias y decisiones, por encima de los sectores integrantes y en un plano superior a los líderes sectoriales; mantiene el consenso como origen de su liderazgo y la candidatura presidencial como derivado natural de ese liderazgo.

El primer liderazgo, el del general Liber Seregni, tuvo dos desafíos. El primero el del abogado Hugo Batalla, que nunca adquirió la forma de competencia por un liderazgo sino de contraposición de proyectos, y devino en su abandono del Frente Amplio. El segundo el del médico Tabaré Vázquez, que transcurrió por una forma oblicua: la obtención de la presidencia del Encuentro Progresista, el juego de una diarquía Seregni-Vázquez como expresión de la dualidad Frente Amplio-Encuentro Progresista, la creciente pérdida de poder interno y de opinión pública de parte del general, la renuncia de éste y el campo libre para el médico. Pero nunca hubo una real disputa abierta por el liderazgo ni menos por la candidatura presidencial. La excepción podrían ser los desafíos de Danilo Astori, pero no pasaron del plano de lo simbólico, nunca amenazaron (ni en 1994, ni en 1999 ni en 2004) la inexorabilidad de la candidatura Vázquez, por tanto, los problemas que hoy aparecen siquiera fueron discutidos.

La concepción de alianza política derivó sociológica y estructuralmente hacia un partido político federativo. La base de soberanía se trasladó en etapas desde la alianza de movimientos y partidos hacia los afiliados al partido (en la terminología frenteamplista, hacia los adherentes). Sus órganos superiores son elegidos por esos afiliados en elecciones mediante distintos procedimientos (listas cerradas y bloqueadas, candidaturas individuales). Un complejo procedimiento donde intervienen el Plenario Nacional (órgano superior de carácter permanente) y el Congreso (órgano ad-hoc con funciones específicas) se aplica para la definición tanto del cargo de presidente del Frente Amplio como para la candidatura presidencial.

Desde la asunción por parte de Vázquez de la Presidencia de la República, quedó disociada la figura del líder (el primer mandatario) de la de presidente del Frente Amplio, con una función de tipo gerencial. Dos problemas enfrenta hoy el partido gobernante: la definición de la candidatura presidencial y posteriormente la de su futuro liderazgo. Primero tiene un tema de contradicción en sus bases de soberanía: sustituye sin haberlo decidido específicamente, por la vía de los hechos, la base de soberanía por parte de sus afiliados por el mismo principio de base de soberanía de los partidos tradicionales, que es muy difícil de definir, porque la constituyen todos los ciudadanos uruguayos (estrictamente todos los habilitados para votar, ciudadanos o no) que deseen libremente inmiscuirse en la definición de la candidatura presidencial de un partido, adhieran o no, piensen votarlo en las elecciones nacionales o no. Contra lo que se cree por estos parajes, es un sistema bastante original en el mundo.

Los partidos tradicionales aceptan como sistema de decisión el que surge de la ley reglamentaria de la reforma constitucional. Consiste en: a) es elegido candidato único el pre-candidato que obtuviese más de la mitad de los votos del partido o, en su defecto, un mínimo del 40% del total de votantes del partido y una distancia de diez puntos porcentuales con el segundo candidato; b) de no cumplirse ninguna de las dos condiciones, la elección recae en el Órgano Deliberante Nacional (ODN, llamadas popularmente “convenciones”), elegido contemporáneamente con la elección de candidatura única.

El Frente amplio no tiene nada resuelto al respecto. Si los pre-candidato son dos, necesariamente uno de ellos obtiene más de la mitad de los votos (salvo el improbable caso de empate). Pero si los candidato son tres – o más – surgen varias interrogantes: Una ¿Es elegido el más votado, en régimen de pluralidad (mayoría relativa) o se aplican las dos condiciones alternativas de la ley reglamentaria? Dos, en caso de que se siguiesen las reglas de la ley y no hubiese definición en las urnas ¿quién decide luego: el Plenario Nacional, el Congreso o la ODN? Esta última hipótesis no es menor conceptualmente, pues supone excluir a la representación de las bases de la definición final.

El Congreso del Frente Amplio se limitó a elegir un candidato y a autorizar a otros cinco a concurrir a esas elecciones preliminares del 28 de junio de este año. Desde el punto de vista formal o jurídico no hay diferencia alguna entre el candidato oficial y los candidatos autorizados. Pero nada dijo el Congreso de cuál es la regla de decisión para el Frente Amplio ese 28 de junio, si la que marca la ley o alguna otra definida por sí propio.

Más vale, de haber una tercera candidatura, que las reglas se aclaren con anterioridad a la votación. Porque definir con resultado a la vista no aparece como lo más sensato para obtener una aceptación pacífica del resultado. La lucha por el liderazgo vendrá después, a la luz de los resultados del 28 de junio y del 31 de octubre.