14 Jun. 2009

¿A alguien le importa si hay Balotaje?

Oscar A. Bottinelli

El Observador

En los últimos tiempos se habla mucho - con gran énfasis de parte de algunos analistas y bastante de boca en boca- acerca de si hay o no balotaje. A poco de andar, cuando se intenta profundizar, lo primero que surge es que nadie aclara por qué le otorga esa importancia al balotaje, qué espera del mismo y cuáles son los supuestos para darle esa importancia. En 2004 existió la ilusión óptica de que el Frente Amplio se jugaba la vida en la noche del 31 de octubre sobre si lograba la elección esa noche o debía esperar al 28 de noviembre[...]

En los últimos tiempos se habla mucho - con gran énfasis de parte de algunos analistas y bastante de boca en boca- acerca de si hay o no balotaje. A poco de andar, cuando se intenta profundizar, lo primero que surge es que nadie aclara por qué le otorga esa importancia al balotaje, qué espera del mismo y cuáles son los supuestos para darle esa importancia. En 2004 existió la ilusión óptica de que el Frente Amplio se jugaba la vida en la noche del 31 de octubre sobre si lograba la elección esa noche o debía esperar al 28 de noviembre. En verdad, lo real es lo opuesto: de todas las cosas que se definen en las elecciones nacionales del próximo 25 de octubre, la de menor importancia es si existe o no el balotaje. Es un dato accesorio, que solo adquiere relevancia si se dan algunas circunstancias muy específicas y de baja probabilidad. Dicho de otra manera: puede darse que tenga importancia el que hubiere o no hubiere balotaje, pero que exista esa importancia es de muy baja probabilidad. Ello no quiere decir que no tenga relevancia si el Frente Amplio mantiene o no el gobierno. Lo que quiere decir es que no es observando ni única ni primordialmente el instituto del balotaje que se despeja esa incógnita. Para no equivocar el camino, es necesario profundizar en el conocimiento de cómo es y cómo funciona el sistema electoral uruguayo, y de cómo es el comportamiento electoral uruguayo.

Para empezar por el principio, como aconseja el célebre Perogrullo. En la República Oriental se elige en un único acto y mediante un único instrumento al presidente de la República (acompañado por el vicepresidente), a la totalidad de la Cámara de Senadores y a la totalidad de la Cámara de Representantes. Ambas cámaras son elegidas en forma simultánea y cada una en régimen de renovación plena, mediante el sistema de proporcionalidad pura (especialmente válido en la competencia entre partidos, técnicamente hablando, de la competencia entre lemas). La regla de decisión es pues la proporcionalidad pura.

Simultáneamente (sincrónicamente por un lado y en un mismo acto por otro) se vota por presidente y vicepresidente de la República (en fórmula cerrada, técnicamente hablando en lista binominal bloqueada y cerrada), por listas a la Cámara de Senadores y por listas a la Cámara de Representantes. A los efectos de lo que interesa en este artículo, que es la competencia a nivel de lemas (partidos), el elector solo puede votar por un mismo lema (partido) para los tres órganos: para presidente de la República (junto con el vice), para la Cámara de Senadores y para la Cámara de Representantes. Y lo hace mediante la introducción en la urna de una única hoja de votación, en la cual no puede hacer escrituras ni manipulación alguna. Lo más elemental es que el partido que obtiene más votos para presidente, necesariamente obtiene más votos para senadores y más votos para diputados. Y que los porcentajes de votos que cada partido obtiene para presidente, para senadores y para diputados son exactamente los mismos, sin posibilidad alguna de desviación. Este sistema es denominado por la cátedra respectiva en Uruguay como “voto conjunto” (politólogos norteamericanos lo denominan “voto fusionado”). Esto es fundamental entenderlo, dado que son una minoría los países en el mundo con voto conjunto o voto fusionado.

Lo significativo para ambas ramas del Parlamento es tomar en cuenta los votos válidos, que es lo que tiene igual denominación en Italia, mientras que en Argentina se les llama voto afirmativo. Voto válido es aquél que tiene efectos en la distribución de bancas o, dicho de otra manera, los votos emitidos a favor de cualquier lema. Dicho a la inversa, no son votos válidos los votos con contenido en blanco, los votos cuyo contenido se anula o los votos que como tal se anulan. La suma de votos válidos y de votos no válidos (en blanco, nulos, anulados) da como resultado el total de votantes (o más correctamente a la inversa, el total de votantes se desagrega en votos válidos y votos no válidos)

Un primer dato que emerge del próximo 25 de octubre es la total composición del Parlamento. Si se analiza el Uruguay en dos bloques más un intersticio, de un lado está el Frente Amplio, del otro los partidos tradicionales y el intersticio lo componen el Partido Independiente (más opositor que gubernista, pero que puede ser fiel de la balanza) y Asamblea Popular que puede resultar impredecible en su izquierdismo radical, en relación a su apoyo o rechazo al Frente Amplio. Lo más importante, mucho más que el balotaje, sin ninguna duda lo realmente relevante, es cuál es el resultado de la elección parlamentaria en cuanto a la conformación de mayoría. El Frente Amplio obtiene mayoría absoluta con un piso del 49,6% de los votos válidos, que equivale a algún decimal más por encima del 48% del total de votantes; los partidos tradicionales, por ser dos y por tener el efecto de pérdida de cocientes en la aplicación del método d´Hondt, requieren en ambos casos algunas décimas más. Los resultados parlamentarios, en cuanto a lo que se analiza, pueden ser tres: que el Frente Amplio obtengan mayoría absoluta, que esa mayoría absoluta la obtengan ambos partidos tradicionales sumados o que ninguno logre la mayoría absoluta y resulte el Partido Independiente como fiel de la balanza.

Si la mayoría absoluta la obtienen los partidos tradicionales, hay balotaje sin duda alguna, porque sensatamente nadie con cordura piensa que el Partido Nacional per se pueda alcanzar esa mayoría absoluta. Si la mayoría absoluta la obtiene el Frente Amplio, se presentan dos situaciones: que haya o no balotaje técnico ¿Por qué técnico? Porque a diferencia de la gran mayoría de los países del mundo con sistema de balotaje, en Uruguay para lograr la Presidencia de la República en el llamado primer turno se requiere mayoría absoluta del total de votantes, es decir, que el primer partido obtenga más votos que los demás partidos sumados, pero también que los votos no válidos. Casi ocurre en 2004: el Frente Amplio con el 51.5% de los votos válidos, con 52 diputados electos, si hubiese obtenido 10.000 votos menos habría ido a un balotaje, pese a que hubiese tenido en ese caso una diferencia de 60.000 votos sobre todos los demás partidos sumados. En el mundo lo habitual es que haya segunda vuelta solo si el primero no supera a los demás partidos o candidatos sumados. No es sensato pensar que el balotaje arroje un resultado diferente, si el partido más votado tiene más votos que todos los demás partidos sumados, y además asegurada la mayoría absoluta en el Parlamento. Tampoco es sensato pensar que el balotaje arroje un resultado diferente, si los dos partidos tradicionales sumados obtienen en conjunto la mayoría absoluta. De donde si hay o no balotaje es un dato menor: el primer bloque ya ganó la elección y solo resta el trámite de convalidar la elección del presidente de la República, sobre lo que no caben dudas. El único balotaje real, dudoso, es si ningún bloque obtiene mayoría absoluta, y el fiel de la balanza lo es el Partido Independiente.

Entonces, lo que importa no es si hay balotaje. No tiene significación alguna. Lo que importa es si el 25 de octubre algún bloque obtiene la mayoría absoluta en el Parlamento (específicamente, en la Cámara de Representantes) y cuál bloque es. Eso es lo realmente significativo. Poner el énfasis en el balotaje es un grave error de perspectiva.