21 Mar. 2010

El ahora qué con Argentina

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Quizás el mes que viene se expida la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre el conflicto entre Uruguay y Argentina por la instalación de la planta de celulosa de Botnia (ahora UPM), el cumplimiento por parte de Uruguay del Tratado del Río Uruguay y la existencia o no de contaminación acuática. Si hay o no contaminación aérea, sonora u olfativa, como la legalidad o ilegalidad del corte de los puentes, aparecen fuera de la competencia del augusto y poco veloz tribunal.

Quizás el mes que viene se expida la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre el conflicto entre Uruguay y Argentina por la instalación de la planta de celulosa de Botnia (ahora UPM), el cumplimiento por parte de Uruguay del Tratado del Río Uruguay y la existencia o no de contaminación acuática. Si hay o no contaminación aérea, sonora u olfativa, como la legalidad o ilegalidad del corte de los puentes, aparecen fuera de la competencia del augusto y poco veloz tribunal. Dicen los que creen saber de las cosas antes de que pasen, o que hacen puras deducciones lógicas sin información alguna, como fuere, que probablemente la Corte se incline por Argentina en cuanto a la violación formal del Tratado por parte de Uruguay al no haber realizado la consulta a su contraparte en los tiempos y las formas previstas, y que como buenos salomones se inclinen por Uruguay en que no ha habido violación sustantiva del Tratado por parte de Uruguay en cuanto no hay contaminación acuática. Y por supuesto, la planta se queda (lo que parece de Pero Grullo). Solo a un político uruguayo se le ocurrió una vez que como la represe hidroeléctrica de Rincón del Bonete la había construido un gobernante de características autoritarias, para dejar atrás el autoritarismo había que dinamitar la represa. Queda fuera de la controversia en la Corte, porque Uruguay no lo planteó casi en ningún lado, el bloqueo del puente, que contó con la mayor tolerancia y pasividad del gobierno argentino (si no complicidad); como se sabe, el bloqueo de una vía de conexión entre dos países puede llegar a revestir las características de “casus belli”. Como este país no es suicida, aunque su vecino haya demostrado haberlo sido, a nadie se le pasó por la mente intentar abrir el puente a los ponchazos.

Ahora bien, la relación entre ambos países se agravó, sin duda porque el conflicto se cruzó con un enfrentamiento personal entre Néstor Kirchner (continuado por su esposa) y Tabaré Vázquez. Pero ¿cómo continúa y cómo concluye el tema? En el enojo de los Kirchner contribuyeron muchos factores, algunos muy lógicos desde la línea de pensamiento y visión del mundo del matrimonio presidencial: Tabaré Vázquez obtuvo un fuerte a apoyo del mandatario argentino para su campaña electoral; el candidato uruguayo dio claras señales (o así se entendió en Argentina) que no iba a habilitar las plantas de celulosa. Para Kirchner, la cosa fue más sencilla, de acuerdo a su simple manera de ver el mundo: él puso a Vázquez con la promesa de cortar las plantas y éste le desobedeció; y no pudo sacarlo del cargo como hizo con el gobernador de Santa Cruz, porque para el mandatario argentino no hay diferencia conceptual entre la jerarquía de un gobernador de provincia efectiva y ser el gobernante de “la provincia que perdimos”.

Vázquez reaccionó primero con debilidad, y cuando vio que por ahí no iba la cosa, endureció de manera creciente. La opinión pública penalizó al presidente cuando demostró debilidad y le dio un respaldo rotundo cuando endureció. Lo mismo hicieron en lo uno y en lo otro las elites políticas. El último acto fue el veto uruguayo a la designación de Néstor Kirchner como secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (la “r” en lugar de la “d” en sudamericana, surge del nombre oficial).

Ahora bien, el nuevo presidente ha dado señales muy opuestas. Siente que de un plumazo y en una conversación entre amigos puede resolver todo el conflicto binacional. Lo que no queda nada claro es cómo piensa resolverlo, por dónde piensa ir y en definitiva qué piensa obtener y qué piensa conceder. Porque un tema de esta naturaleza ha sido excluido del diálogo multipartidario y no forma parte de la búsqueda de políticas de Estado. Algunas señales dadas permiten suponer que el mandatario uruguayo piensa que el tema es más bien un conflicto personal entre el matrimonio Kirchner y Vázquez -todas personas harto difíciles, sin duda- y no un conflicto entre Estados, cada uno de los cuales juega su interés nacional, su prestigio, su dignidad y su “raison d’Etat”. Si es así, si siente eso, sería peligroso. Porque Vázquez creyó que el tema se solucionaba con buena voluntad y buenos modales, y descubrió que por allí la cosa no solo no tenía solución, sino que se agravaba. Y Vázquez también descubrió que la mejor arma que podía usar Uruguay era la santa paciencia, dejar que los vecinos -los iracundos, no los racionales- se ahogasen en su propia salda.

En Uruguay hubo un cambio de gobierno, pero la continuidad del mismo partido. Ambas cosas ameritan que algunos elencos cambien y otros continúen. Por ejemplo, fue similar el cambio político cuando Batlle Ibáñez sucede a Sanguinetti y continúa en el poder el Partido Colorado. Entonces continúan en sus cargos (o son redesignados) tanto el canciller como el ministro del Interior. Ahora, en cambio, en lo que importa en este tema, cambian tanto todo el elenco político de la Cancillería como el del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente. Y cambia nada menos que la directora nacional de Medio Ambiente, persona nada grata al gobierno argentino y cuya salida del cargo fue muy bien recibida en Buenos Aires (si es que no fue pedida, como creen algunos sin que tengan datos fehacientes). Es decir, las señales dadas a la contraparte son de cambio total en cuanto a las personas, a lo que se agregan dos cambios nada menores, pero ajenos a toda voluntad gubernativa: el fallecimiento del representante ante La Haya (el jurista, embajador y ex canciller Gros Espiell) y la designación de otro eminente jurista para un alto cargo jurídico internacional (el constitucionalista Pérez Pérez). Como sea, por la biología, las carreras propias de la vida o decisiones políticas, todas y cada una de las caras que tienen que ver con el conflicto han cambiado. La pregunta ¿todo es esto es deliberado o una sucesión de casualidades? ¿Son señales que se busca dar a la contraparte de que todo es distinto o todo es distinto sin querer que fuere así? La verdad, que un analista, ante este cúmulo de cosas, solo puede sentir confusión.

FE DE ERRATA. En el análisis del domingo pasado se escribe erróneamente: “Seregni fue un sectorizado puro”. Debió decirse “Seregni fue un NO sectorizado puro”. El error era muy evidente. Disculpas por el caso. OAB