24 Jun. 2012

El aborto en el juego político

Oscar A. Bottinelli

El Observador

El aborto, más concretamente su despenalización o liberalización, es un caso paradigmático de un modelo de juego político y de juego social. [...] En líneas generales la sociedad se inclina por la despenalización del aborto [...] en la confrontación entre una minoría combativa y una mayoría pasiva, triunfa la minoría combativa. Lo que juega no son los números fríos, sino los números ponderados por la importancia mayor o menor que le asignan los de una postura y los de otra.

El aborto, más concretamente su despenalización o liberalización, es un caso paradigmático de un modelo de juego político y de juego social. Va de suyo que la palabra juego se usa no en el sentido de algo lúdico, sino de los movimientos y posicionamientos conducentes a la obtención de un objetivo, que bien hecho supone la elaboración de una estrategia y de su correspondiente táctica. El tema está de forma permanente en la agenda política, con mayores o menores impulsos, desde 1986. Y ha pasado por tres etapas legislativas de aprobación parlamentaria (incluyendo la actual, en proceso).

La opinión pública tiene sobre el tema una posición muy estable, a la cual se arriba más allá de seguimiento a líderes y partidos, en base a convicciones que se pueden determinar meta políticas, relacionadas por un lado con las escalas de valores y principios que guían su vida, y por otro por las experiencias propias o de su entorno. En líneas generales la sociedad se inclina por la despenalización del aborto (en el caso de decisión libre dentro de las primeras 12 semanas del embarazo) en una relación de 6 a 4. La postura liberalizadora nunca bajó del 50% y su techo ha estado en el 63%. A su vez la postura prohibicionista nunca llegó al 40% y su piso se ubica en el 27%1. Hay un 13% de oscilación entre el máximo y el mínimo de la banda de cada una de las dos opciones. Cualquier decisión por vía de democracia directa conduce inexorablemente a un triunfo de la despenalización en una relación de 6 a 4. Este es un primer punto insoslayable para el estudio.

El segundo punto es que pese a que el tema está en agenda desde hace 26 años y que el juicio de la sociedad es constante a favor de la despenalización, existe una gran dificultad para su aprobación legislativa. Como los comportamientos de parlamentarios y gobernantes tienden a motivos racionales en el juego político y a priori sería irracional una correlación inversa en el Parlamento respecto a la opinión pública, surgen las preguntas: ¿Qué pasa? ¿Cómo se explica el comportamiento inverso de los representantes respecto a los representados?

En la XLV Legislatura (2000-2005) un proyecto de despenalización fue aprobado en Diputados y para evitar su aprobación en el Senado, el Partido Colorado recurrió al expediente de derivarlo a re-estudio en comisión. El presidente del Senado Luis Hierro López, partidario del aborto, fundamentó su oposición en que el Partido Colorado, para obtener el voto de la Unión Cívica en el balotaje, se comprometió a impedir la legalización del aborto en ese periodo; y acotó: los acuerdos políticos se cumplen. Es significativo un dato: expresa que un acuerdo político para obtener un apoyo electoral es un tema de mayor importancia que la liberalización del aborto. Es una pista muy importante.

En la siguiente legislatura hubo mayoría en ambas cámaras, aportadas esencialmente por el Frente Amplio, Julio Ma. Sanguinetti y Julio Lara, más la abstención de Washington Abdala. En contra de todo su partido, el presidente Tabaré Vázquez vetó la ley. En la Asamblea General todo el Frente Amplio se opuso al veto junto con Sanguinetti; y todo el resto del coloradismo, el nacionalismo y el Partido Independiente se alinearon en el apoyo al presidente. Esta fenomenal inversión de roles, esta actitud del presidente en abierto enfrentamiento a su partido y el grueso de su electorado, no le costó el liderazgo frenteamplista, al punto tal que es sólo él quien decide si va a ser candidato para un segundo periodo. También es significativo que los partidarios de la liberalización del aborto son alrededor de la mitad de los votantes nacionalistas, algo más de la mitad de los colorados y la abrumadora mayoría de los del Partido Independiente. Y todos estos tres partidos fueron casi monolíticos en su oposición a esa liberalización. Que se sepa, ni el Partido Nacional ni el Partido Colorado sufrieron pérdida electoral alguna por ese desfasaje (otra historia es el Partido Independiente: los estudios sugieren que su postura en el tema le impidió captar el voto frenteamplista descontento que le hubiese asegurado el senador y el tercer diputado).

Lo cuantitativo entonces no explica el fenómeno. Lo explica lo cualitativo (y lo de Hierro es una pista): el contingente de personas contrarias al aborto que priorizan este tema por encima de otros es muy elevado, en términos intransigentes; el contingente de personas partidarias del aborto que prioricen el tema por encima de otros es reducido. Dicho de otra manera: es muy alto el porcentaje de personas que dicen: si Vd. (partido, candidato) apoya el aborto, cambio mi voto; es muy bajo el porcentaje de los que dicen lo contrario (el ejemplo de la conducta de Vázquez y la conducta de la opinión frenteamplista hacia él es relevante).

Ocurre entonces, para usar una figura muy usada en otras latitudes sobre otros temas, en la confrontación entre una minoría combativa y una mayoría pasiva, triunfa la minoría combativa. Lo que juega no son los números fríos, sino los números ponderados por la importancia mayor o menor que le asignan los de una postura y los de otra. En síntesis, lo cualitativo se impone sobre lo cuantitativo.

A ello se agrega otro punto. En términos sustantivos, la postura conservadora o penalizadora se basa en un único argumento: está en juego la defensa de la vida. Casi no hay matices. En cambio, la postura liberalizadora se basa en dos líneas argumentales diferentes que pueden resultar opuestas. Una es la línea que –entre otros argumentos- considera que la persona existe a partir de determinado momento de la concepción y no en el acto de formación del óvulo (más o menos a las doce semanas). La otra línea es la que considera que lo que está en juego es el derecho de la mujer a disponer libremente de su cuerpo, lo que levanta enormes resistencias en los sostenedores de la otra postura. Es decir, hay una convergencia de objetivos por fundamentos diversos y hasta opuestos. Ello per se supone una gran debilidad.


1 Datos de la Encuesta Nacional Factum 1992-2012