26 Abr. 2015

La permanente tensión sobre el IRPF

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Desde que se reinstaló en Uruguay a mediados de 2007 el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) ha sido uno de los temas políticos más polémicos, al punto de considerarse uno de los elementos clave en la caída de la corriente más centrista del Frente Amplio nucleada en torno a Danilo Astori, cabeza del equipo económico de los últimos tres gobiernos (incluido el actual) y referente de la introducción de este impuesto.

Desde que se reinstaló en Uruguay a mediados de 2007 el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) ha sido uno de los temas políticos más polémicos, al punto de considerarse uno de los elementos clave en la caída de la corriente más centrista del Frente Amplio nucleada en torno a Danilo Astori, cabeza del equipo económico de los últimos tres gobiernos (incluido el actual) y referente de la introducción de este impuesto. Normalmente el desafecto estuvo centrado en las capas medias y más específicamente en la burguesía profesional y la pequeña burguesía1 (esta definición académica es más clara que el impreciso término de clases medias). Ahora el desafecto viene del movimiento sindical en relación a la afectación de este impuesto a los asalariados de niveles medio bajos y bajos.

Hay un tema central de los debates que es la diferencia entre las palabras utilizadas con criterio técnico económico y los conceptos que entiende el gran público. Este primer desfasaje comenzó con el concepto de la palabra renta. Para los economistas, en lenguaje técnico, renta, -especialmente cuando se habla del impuesto a la renta- es el ingreso genérico de una persona, hogar o empresa o el ingreso neto de esa persona, hogar o empresa. Pero para el lenguaje corriente renta quiere decir otras cosas diferentes. Una de ellas es “aquello que paga en dinero o en frutos un arrendatario”, de donde un impuesto a la renta es exclusivamente un impuesto a los arrendamientos. Otra cosa es cuando renta quiere decir “caudal o aumento de la riqueza de una persona”, que se emparenta con otro concepto de renta: “Aprovechar algo que se ha conseguido anteriormente, sin hacer ningún esfuerzo por renovarlo”2 La sociedad cada vez que se habló de introducir el impuesto a la renta entendió las definiciones del lenguaje corriente3.

Es decir, para la gente, un impuesto a la renta es un impuesto al que gana mucho dinero producto de un gran capital, de la especulación o de otras formas que no requieren gran esfuerzo. Ese es el concepto renta y de impuesto a la renta para el común de los mortales. Que el impuesto se aplicase al que trabaja, ya sea en relación de dependencia, ya en el ejercicio de una profesión o detrás de un mostrador por su cuenta y riesgo, fue la gran sorpresa. Hoy para bien o para mal el IRPF es un árbol del paisaje, al punto que nadie en la campaña electoral 2014 propuso su eliminación.

Ahora surge un nuevo desfasaje político lingüístico. En campaña electoral, el candidato presidencial Vázquez y el casi seguro futuro ministro de Economía Astori, el uno y el otro buscaron paliar el descontento de ciertos sectores medios y no tan medios. La propuesta fue eldesenganche del aguinaldo y del salario vacacional. La interpretación generalizada para el común de los mortales fue que se eliminaba el IRPF del aguinaldo y del salario vacacional. A partir de allí, el movimiento sindical se siente traicionado cuando descubre que no hay de parte del gobierno y del equipo económico voluntad de eliminar el IRPF de ambos estipendios extraordinarios, sino que hay una modificación que implica una muy pequeña rebaja para un sector asaz reducido. El presidente y el jefe del equipo económico insisten en que jamás se prometió esa eliminación, sino un desenganche. Resulta que desde el punto de vista técnico económico, desenganche quiere decir que a los efectos de la aplicación de las franjas del impuesto, se dejarán de acumular el aguinaldo y el salario vacacional a los otros dos ingresos mensuales. Ello quiere decir que beneficia a quienes la acumulación les hace pasar una franja, solo a ellos, que pueden ser 60 mil según un cálculo y 120 mil según otro. Y el beneficio es exclusivamente por el plus que ese enganche hace superar una franja. Los cálculos arrojan que el monto que beneficia a cada perjudicado es pequeña.

El tema es que ambas partes tienen razón. Hay una diferencia sustancial entre desenganche de una parte de la renta a los efectos de la aplicación de las franjas y otra cosa completamente distinta es la eliminación del tributo de esa parte de la renta. El actual presidente y el actual jefe del equipo económico, en función de candidatos, dijeron con absoluta precisión lo que proponían, pero con una precisión solo entendible por técnicos en la materia y mediante el uso de palabras anfibológicas, en que la acepción técnica difiere de manera notable de la acepción vulgar. Y este es un problema de comunicación grave, de oscuridad de mensaje, que lleva a alguna gente a considerar que esa oscuridad fue deliberada. El que haya sido o no así es otro problema. No hay duda que el ministro de Economía se expresa siempre en una perfección de lenguaje técnico. Pero la interpretación de buena parte de la gente, especialmente de los asalariados, del movimiento sindical, fue por el otro lado.

Es muy necesario que una fuerza política que va por su tercer gobierno, que enfrenta por primera vez una situación económica que no va cuesta arriba y podría llegar a ir cuesta abajo, que retuvo el gobierno por la irrisoria diferencia de apenas algo más del uno por mil, que debe afrontar las asimetrías de fuerza entre el Ejecutivo y la mayoría parlamentaria, es muy necesario entonces que evite que se generen conflictos por un uso anfibológico de los términos, porque ello puede conllevar a ruptura de la confianza, de unos con otros, y de los otros con los unos.


1 En la clasificación de Erikson, Goldthorpe y Portocarrero, reelaborada por Maraffi, Shadee, Vezzoni y Ballarino.

2 Los textos entrecomillados son definiciones de la Real Academia Española.

3 Investigación demoscópica del Instituto Factum.