El Observador
El país sigue necesitado, como lo estaba en 1991 [y en 2006], de ser repensado. Y la forma de repensarlo debe ser a través de la sociedad toda, a partir de la aceptación de la diversidad de la sociedad, de la diferenciación de pensamiento, valores y creencias al interior de esa misma sociedad, de la búsqueda de puntos comunes como forma de dirimir el disenso, en definitiva, de crear un imaginario en torno al cual haya un gran consenso nacional, con el que se identifiquen – en todo o en su gran parte – todos los uruguayos, los distintos segmentos de la sociedad.
A estar al debate nacional, parecería que quince años tampoco es nada.
Sin invocar “las nieves del tiempo platearon mi sien”, y con alguna flexibilidad en el manejo de los años, se puede parafrasear a Gardel con que quince años no es nada, ni tampoco treinta. El Observador está hoy en su número diez mil y dentro de poco cumple los treinta años. A mitad de camino, cuando cumplió los quince (en 2006), este columnista hizo el siguiente análisis: “Para los próximos 15 años, hacia el 2021, quedan pues muchas incógnitas a despejar. Hay un conjunto de temas clave que el país debe debatir y la sociedad uruguaya resolver:
Uno. El destino geopolítico en un mundo que camina hacia la conformación de grandes bloques. Porque la inserción internacional del país no es solo un tema de comercio y aranceles, sino que es en principio de comercio y aranceles y a partir de allí de interrelacionamiento económico y político, de asociación en lo económico y en lo político. Lo único decidido en los últimos días (quizás decidido)1 es hacia dónde no va el país. Lo demás son un conjunto de aspiraciones, cuyo emprendimiento depende más de la voluntad ajena que de la propia, aunque depende y mucho de la capacidad de diagnóstico de la realidad internacional que la dirigencia nacional tenga, y luego, de la capacidad de operar sobre esa realidad.
Dos. El modelo de sociedad y de Estado. Por un lado tiene que ver con cuánto de Estado y con cuánto de mercado, pero por otro lado tiene que ver con cuánto de partidos políticos y cuánto de corporaciones, con cuánto de regulación estatal y con cuánto de libre juego de los actores económicos y de los actores sociales, con cuánto de diversidad y cuánto de pensamiento único.
Tres. El desafío de modelo en lo relativo a producción. Qué va a producir el país, para qué, para vender a quién. Cuál es el destino del agro, cuál el de los servicios, cuál y cuánto el de la alta tecnología.
Cuatro. Cómo va a ser la educación. Qué se va a enseñar, cómo, por quiénes y a quiénes. Debate que debe comenzar con el consenso de que ningún plan educativo puede ofrecer resultados si se lo cambia cada cinco años y también debe discutirse si, como muchos creen, el problema más importante del sistema educativo es cómo se eligen las autoridades de la educación
Cinco. Cómo se enfrentan las diferencias sociales y se combate eficazmente la pobreza, porque combatir la pobreza es sacar a la gente de la pobreza para que no sea más pobre.
Sexto. Si el país sostiene una alta presencia y gravitación de las capas medias, que fue la característica nacional a lo largo de todo el siglo XX, o si las capas medias tienden a debilitarse, a perder el lugar que tuvieron a lo largo de esa centuria.
Y por supuesto, unas cuántas claves más”
Bien. Salvo lo referido a lo ocurrido en aquellos últimos días, todo lo demás puede haber sido escrito ayer, sin quitar ni poner una sola coma. En otros análisis, también fue dicho quince años antes, vale decir, hace tres décadas, en torno a 1991. De donde, la mitad del país no había nacido cuando ya estaban planteadas estas claves de debate que hoy se pueden presentar como actuales, novedades, acuciantes, definitorias para construir el futuro del país.
Ninguna de las seis claves planteadas hace tres lustros han sido definidas y siguen como materias pendientes. A ellas hay que agregar al menos tres de singular importancia, cuya enumeración corresponde hacerla en continuidad de lo enunciado en 2006:
Séptimo. La crisis demográfica. El país tiene por delante un futuro de caída de población, a lo que se suma que ya hace un largo tiempo que la reposición demográfica significativa se ha dado por la mayor natalidad del último quintil socioeconómico de la población, que más o menos coincide con el último quintil en cuanto a nivel educativo, habitacional, cultural y de aptitud laboral. Lo cual requiere un gran debate sobre política demográfica en lo cuantitativo y en lo cualitativo. Debate que tiene que ver con el tema reproductivo por un lado y el tema migratorio por otro.
Octavo. Los inicios de una ola inmigratoria, la primera luego del fin de las diversas oleadas que se inician en torno a 1870 y finalizan hacia 1955/56. Toda oleada impacta sobre la sociedad pre existente y la cambian, como lo ha vivido el país, y cuyas siete décimas partes de la población descienden total o mayoritariamente de esas oleadas. Y esos cambios generan sus problemas. Más allá del discurso políticamente correcto, más para una sociedad basada en una inmigración no muy lejana, lo cierto es que los estudios demoscópicos académicos demuestran que cerca de una mitad de la población valora negativamente la inmigración. Esto no es nada nuevo en los países que vienen recibiendo olas inmigratorias, y es necesario prestar detenida atención.
Noveno. Esa crisis demográfica acentúa las dificultades de un sistema de seguridad social, deficitario en gran medida por la estructura de edades de la sociedad.
Salvo este último punto, ninguno de estos elementos clave -señalados como necesarios y urgentes hace tres décadas- se observa en la cobertura periodística y aparece muy en segundo plano en las propuestas políticas, tanto de partidos políticos como de organizaciones sociales. Esto indica que no solo no se aborda el debate, sino que las élites de representación de la sociedad no asumen su relevancia.
Y en 2006 se clausuró el análisis con esta frase de total actualidad: “El país sigue necesitado, como lo estaba en 1991, de ser repensado. Y la forma de repensarlo debe ser a través de la sociedad toda, a partir de la aceptación de la diversidad de la sociedad, de la diferenciación de pensamiento, valores y creencias al interior de esa misma sociedad, de la búsqueda de puntos comunes como forma de dirimir el disenso, en definitiva, de crear un imaginario en torno al cual haya un gran consenso nacional, con el que se identifiquen – en todo o en su gran parte – todos los uruguayos, los distintos segmentos de la sociedad”
1Refiere al rechazo del presidente Tabaré Vázquez al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos de América