El Observador
Que el comercio no es solo comercio tiene otra consecuencia en lo comercial y en lo económico: un paso mal dado es pan para hoy y hambre para mañana. Por eso las cosas deben analizarse con globalidad y perspectiva. […] y no se puede hacer con razonamientos de aficionado. Al país le va a ir bien o mal según cómo juegue sus cartas en el tablero de la política internacional y en la geopolítica de su comarca, en el rincón del tablero que le toca habitar
En los juegos de poder pesa la política, aunque se vista de comercio
En materia internacional, el comercio no es solo comercio y la economía no es solo economía, lo uno y lo otro es ante todo política y geopolítica. En el tablero del mundo las grandes potencias compiten por el dominio de la parte más grande, más potente, más rica o más estratégica del planeta; en primer término por asegurarse el pleno dominio de su propia área de influencia y luego por acrecentar ese dominio hacia áreas en disputa o de influencia del otro.
Cada vez menos el instrumento es el uso de la fuerza bruta. Las guerras son cada vez más localizadas y periféricas, que no quiere decir que no sean más destructivas. Esas grandes potencias dirimen su lucha en el territorio de los débiles, no en los propios y no en forma directa el uno contra el otro. Pero los instrumentos más usuales son las finanzas, el comercio, las inversiones, el crédito, la valoración positiva o negativa de la fortaleza económica o financiera de los países medianos y pequeños. La credibilidad de los países se acrecienta o se agrieta al compás de calificaciones internacionales.
Hace una década un conjunto de fuerzas asfixió a Grecia, Portugal, Irlanda e Islandia, provocó la caída del gobierno italiano de Berlusconi y empujó a la derrota al gobierno español de Rodríguez Zapatero. Nadie disparó un tiro. Las armas fueron el corte de créditos, la retención de fondos, la suba del spread, la especulación bursátil, las calificaciones negativas. Los operadores fueron Alemania y su sistema financiero, el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, los grandes agentes de inversión y las calificadoras de riesgo.
Los grandes tienen diferentes tamaños. Hay muy grandes, bastante grandes y apenas grande. Por eso están el G7/G8 y el G20; y un par de países fuera del G8 con mayor poder que algunos que están dentro.
Los pequeños y no tan pequeños tienen diversas formas de jugar. Un posicionamiento clásico es ser parte firme de un bloque. Otro también clásico es jugar distintas cartas y según el momento o según el terreno aliarse con uno o con otro. Todo depende de qué fuerza se tenga, que habilidad se exhiba, cómo se sepa jugar el juego. No es lo mismo integrar el G20, como lo hacen Argentina y Brasil, o no integrarlo; o ser parte de un club como los BRIC o BRICS, como lo hace Brasil, o no ser parte de ningún club importante.
En el caso de Uruguay conviene tener conciencia de su dimensión en el mundo: ya sea en población o en Producto Interno Bruto es alrededor de la mitad o un poquito más de la mitad del uno por mil del planeta. En población, un 0,05%; en PIB –según quien lo estime- alrededor del 0,06% o 0,07%. El país es un micro número imperceptible en el margen de error de cualquier estadística económica, financiera o demográfica. Tampoco es, por sí solo, poseedor de reserva alguna de productos estratégicos escasos e inaccesibles. En las grandes potencias, en Estados Unidos, Unión Europea, Reino Unido, India, China, Japón, no hay ningún potentado cuyo futuro dependa de hacer o no hacer algo con Uruguay, ni se enriquece ni quiebra porque se haga o no se haga algo: un tratado de libre comercio, la suscripción de un crédito, un movimiento bursátil.
Entonces, si esto es así, la pregunta es ¿por qué más de una de esas potencias ha dedicado tiempo a buscar o al menos escuchar la posibilidad de un tratado de libre comercio con Uruguay? La respuesta es: por la política y por la geopolítica. Como lo descubrió Lord Ponsonby hace casi dos siglos y pese a los formidables cambios en el transporte y las comunicaciones, y en lo que ahora se denomina logística, este pequeño país esquina con vista al mar tiene un importante valor estratégico.
Pero el valor no es solo la vista al mar, sino tener el mejor puerto natural del Atlántico Sur de las Américas o ser la llave de los ríos. Es una cuña entre dos de las 20 mayores potencias del mundo. Si alguien logra poner una cuña entre Argentina y Brasil, puede jugar esa cuña para debilitar la región en tanto bloque. Pero por encima de todo, logra tener un centro de poder estratégico, a muy bajo costo, porque todo lo que cuesta Uruguay es poco dinero para cualquier gran potencia.
Para un país pequeño y solitario es peligroso creer que el comercio internacional es solo comercio. Es riesgoso evaluar el comercio internacional sin verlo como parte del juego político. Antes de analizar un tratado de comercio o económico hay que analizar las consecuencias políticas del paso que se da. Cualquier opción es válida si es producto de una definición estratégica. Y ello supone ver si ese tratado le supone o no un alineamiento global con esa superpotencia, o es una alianza puntual que se puede compensar con otras alianzas puntuales realizables en otros campos con otras superpotencias. De donde, hay que tener buena información de qué piensan esas superpotencias o potencias medias; y en particular las de mayor influencia histórica o geográfica sobre el país.
Uruguay debe siempre hacer mayor esfuerzo y actuar de manera más afinada para tener presencia en el mundo. Si hay algo que a muchos llama la atención, es que Uruguay ha logrado un peso internacional desproporcionado a su tamaño, su riqueza y su ubicación geográfica. Eso lo logra cuando lleva adelante políticas afinadas y más aun cuando son de larga duración y con un gran consenso nacional.
Que el comercio no es solo comercio tiene otra consecuencia en lo comercial y en lo económico: un paso mal dado es pan para hoy y hambre para mañana. Por eso las cosas deben analizarse con globalidad y perspectiva. El análisis puntual de un tratado concreto corresponde hacerlo después del análisis geopolítico. Mirar primero el tratado es estudiar el árbol sin ver el bosque. Al país le va a ir bien o mal según cómo juegue sus cartas en el tablero de la política internacional y en la geopolítica de su comarca, en el rincón del tablero que le toca habitar.