15 Ene. 2022

Diversidad y valores dominantes

Oscar Bottinelli1

El Observador

Cuánto una sociedad con diversidad tolera la pluralidad de ideas y valores y cuánto no lo tolera, cuánto la mayoría de la sociedad (la abrumadora mayoría inclusive) o sus élites formadores de pensamiento entienden que hay un conjunto de principios que debe regir al conjunto de la sociedad y debe imponerse por encima de los demás [...] Aquí aparece un dilema sustancial entre el modelo "democrático dominante" y el modelo "libertario puro"

La existencia de valores dominantes en una sociedad diversificada

Un tema significativo es el de la sociedad diversificada y la existencia de valores dominantes en una sociedad diversificada2. Normalmente una sociedad moderna presenta significativos rasgos de heterogeneidad social, relativa dispersión social, diferencias económicas, raíces étnicas diversas, bastantes veces diversidad de lengua, religión, cultura, valores y temperamento. Es decir, una sociedad moderna es generalmente una sociedad con altos niveles de diversidad. Pero aún una sociedad muy homogénea socialmente, con un bajo índice de dispersión, raíces étnicas únicas, comunidad de lengua, religión, cultura, valores y temperamento, a su interior se registran concepciones diferentes sobre la familia, la pareja, la relación de padres e hijos, la sexualidad (en el eje liberalismo-conservatismo), la orientación sexual, el papel del Estado y del mercado; los valores de la competencia, la equidad, la protección social, la iniciativa individual. Entonces, aún una sociedad homogénea y aparentemente poco diversificada es una sociedad con diversidad.

El punto sustancial es cuánto una sociedad con diversidad tolera la pluralidad de ideas y valores y cuánto no lo tolera, cuánto la mayoría de la sociedad (la abrumadora mayoría inclusive) o sus élites formadores de pensamiento entienden que hay un conjunto de principios que debe regir al conjunto de la sociedad y debe imponerse por encima de los demás. Lo lógico es que cuando se considera que hay un conjunto de principios, ideas o valores que deben regir a la sociedad, esos valores son la virtud máxima, mientras la oposición a esos valores es la anti-virtud.

Entonces, aquí aparece un dilema sustancial. Que para ejemplificarlo mejor conviene presentarlo en forma dicotómica, como dos modelos extremos y excluyentes. En la vida real pueden existir esos dos extremos, pero lo habitual es que exista una infinita gama de modelos, de matices, que van desde uno de los extremos hacia el otro. A efectos operacionales conviene distinguir a los modelos con palabras que son ambas emocionalmente atractivas: “democrático dominante” y “libertario puro”. Al primer término operativo se lo denomina “democrático dominante” en tanto se entiende que corresponde a un tipo de sociedad en lo que existe un conjunto de valores ampliamente mayoritarios y estos son dominantes en la sociedad, y pueden ser excluyentes. Al segundo término operativo se le denomina “libertario puro”3, porque lo que predomina es el concepto de libertad de las ideas, independientemente de cuales fueren, qué valores defiendan y qué valores agredan. Pero, conviene insistir, son términos operativos y no definiciones, por lo que no cabe hacer una discusión sobre ellos, ya que se pueden cambiar a gusto y paladar.

El primer modelo parte de la base que en una sociedad deben predominar e imponerse un conjunto de principios y valores, que se consideran los más loables para el desenvolvimiento de esa sociedad y de sus integrantes. En el modelo extremo se considera que la no aceptación de esos valores no debe ser admitida e inclusive que debe criminalizarse la sustentación de ideas contrarias a ese conjunto de valores dominantes. Puede haber un matiz entre criminalizar todo tipo de no aceptación de esos valores, es decir, todo tipo de discriminación verbal, o criminalizar solamente la discriminación verbal inferiorizante.

Así, según el tiempo y lugar, es diferente el catálogo de ideas y valores dominantes de manera excluyente. Al respecto cabe señalar algunos casos de mucha notoriedad, ya fuere por el tiempo en que han imperado o vienen imperando, o por la importancia del lugar donde ocurren o han ocurrido:

Uno. El considerar inaceptable y combatible la no aceptación de una religión oficial, o la inferiorización de una religión diferente a la religión oficial. En tiempos modernos ha sido frecuente en países hegemónicamente católicos, pero también en zonas de dominancia protestante como Irlanda del Norte

Dos. El considerar inaceptable la no pertenencia a alguna religión, o aceptar la no pertenencia a religión alguna pero considerar inaceptable la no creencia en Dios, en algún dios o en alguna fuerza extra o supranatural

Tres. El rechazar la pertenencia a determinada o determinadas creencias o religiones (con mucha frecuencia, el judaísmo, más contemporáneamente, el islamismo)

Cuatro. El rechazo de determinadas ideas políticas, como el comunismo o el marxismo

Quinto. El rechazo de la lucha de clases.

Seis. La no aceptación de otra forma de convivencia de pareja que el matrimonio

Siete. El rechazo a toda concepción de pareja que no fuese la heterosexual

Octavo. El rechazo a la disolución del vínculo conyugal, al divorcio vincular.

Noveno. La inaceptabilidad del aborto para todas las personas, con independencia de sus ideas, valores y creencias

Décimo. El combatir todo lo que menoscabe el patriotismo o el valor de la patria, como el no guardar respeto al himno nacional o quemar la bandera nacional.

En todos los casos anteriores hay discriminación (en tanto exclusión) de todo lo que no es aceptado o es rechazado, o no entra dentro de lo aceptado. Y esa discriminación puede además adquirir formas de discriminación inferiorizante, de discriminación descalificante.

En el terreno político hay una discusión muy fuerte y clara, que apasionó a este país en los años sesenta y comienzos de los setenta: Si en una democracia liberal pluripartidaria puede haber cabida para grupos o partidos que no creen en el pluripartidismo, o en la democracia liberal; si hay cabida para grupos o partidos que promueven la lucha armada, el monopartidismo o la exclusión de determinadas ideas políticas (como las consideradas de origen burgués).


1 Profesor Titular Grado 5 de Sistema Electoral y Régimen Electoral Nacional de la Universidad de la República, en calidad de Docente Libre

2 Segunda nota de una serie de cuatro sobre “Libertad y tolerancia”. Ver “De la discriminación y sus formas”, El Observador, enero 8 de 2022

3Quizás más exactamente debería denominarse “liberal puro”. Ocurre que la palabra liberalismo está últimamente asociada a una de las formas del liberalismo, el económico. De donde, inmediatamente provoca las adhesiones o rechazos que genera ese modelo económico. Por ello se prefiere una palabra más inequívocamente asociada al concepto de libertad: libertario.