Semanario Brecha
A los ojos de Oscar Bottinelli, el debate político en Uruguay dejó de estar centrado en oposición de programa y proyectos de gobierno para transformarse en un “concurso de gestores". El politólogo y director de Factum no descarta la aparición un voto "contra el establishment', con la novedad de que, luego de tres gobiernos frenteamplistas, este concepto peyorativo incluye al Frente Amplio. El oficialismo —argumenta— ha perdido su romance con las capas medias y corre el riesgo de que sus nuevas bases electorales, situadas en las zonas más deprimidas, sean fácilmente seducidas por Edgardo Novick
—El mundo asiste a nuevos comportamientos en los electorados. ¿Es posible que eso ocurra en Uruguay?
—Es muy difícil afirmar si hay (o habrá) cambios en la conducta del electorado. No debemos olvidar que las elecciones son cuantitativas. El voto no mide ni expresa la mayor desilusión, que se está votando por el menos malo o que se lo hace con el mayor entusiasmo por un partido. Una cosa son las reacciones desde la opinión y otra es la cuantificación en votos. En este momento, que estamos lejos de las elecciones, a mitad de camino, es cuando la gente se muestra "más suelta" para expresar sus desafectos, más que cuando de verdad está en juego un gobierno. Sí hablamos de actitudes refractarias que se reflejan en las encuestas cuando se responde que votarán "en blanco o anulado" o que no lo harán por "ninguno". Hoy —no sé dentro de un tiempo— considero que esa actitud refractaria se expresa en aquel que vota a Unidad Popular (UP) o a Novick. No importa qué representan cada uno de ellos, sino que es una conducta similar a la de aquellos que acompañaron al Brexit en Gran Bretaña o el No en Italia. Es decir, son actitudes que implican un no al establishment, y en Uruguay el establishment hoy es el FA en el gobierno. En la actualidad el voto en blanco, anulado, el que dice "ninguno", más la adhesión a la UP y Novick suman alrededor de la tercera parte de los encuestados. En el periodo anterior, más o menos en esta época, registrábamos entre el blanco, anulado y a ninguno alrededor de un 15 por ciento, pero luego el voto en blanco y anulado fue del 3 por ciento.
No tenias opciones electorales que pudiéramos denominar anti establishment, la UP todavía era muy chica (se desarrolló más hacia la elección), no existía un Novick ni nada parecido. Hoy ese porcentaje es el doble o más del doble. Es una barbaridad. No sé cómo se expresará esto en las próximas elecciones, pero es un llamado de atención. El Frente cede terreno en las capas medias y compensa eso en los niveles económico, cultural y social más bajos de la población.
—¿El FA creció en donde antes campeaba el pachequismo?
—Sí. Pero hoy ese segmento es uno de los puntos más flojos del FA. Lo que uno observa, a diferencia de períodos anteriores, es que el nivel de desafección al FA —que, repito, puede expresarse o no en el voto— es muy elevado, muy fuerte. Y se constata en dos zonas de la población: capas medias y el cinturón menos favorecido. A mí me gusta hablar en términos de clases sociales, bajo pena de que me acusen de "sesentista" , pues las definiciones siguen siendo inequívocas. La ciencia política europea, en materia de estudios electorales, cuyos centros son las universidades italianas y alemanas, usan el concepto de clase social, con cierto aggiornamento siguiendo los cambios productivos que ha habido en la humanidad. pero siguen hablando de obreros, pequeña burguesía, burguesía. Aclarado esto, es bueno recordar que en materia de clases sociales el FA tenia un segmento duro en las capas medias (podemos hablar de pequeña burguesía, burguesía media, profesionales) y apoyo en parte del proletariado. Se desindustrializa el país y se debilita el proletariado. El FA creció muchísimo en los sectores más bajos, que es muy difícil clasificarlos con la vieja palabra (el lumpen proletariat). En democracias con partidos estables claramente se confirma la teoría de que esos sectores, los bajos, son los más volátiles y más propensos a la inmediatez. Es decir, a la obtención de beneficios inmediatos o a evitar pérdidas inmediatas. Ese segmento en Montevideo es absolutamente claro y fue una base muy nítida del pachequismo. Ese electorado tiene una migración muy clara. En la elección de 1994, del Partido Colorado y el pachequismo hacia el FA, y particularmente hacia la figura de Tabaré Vázquez. ¿Qué tienen en común esos dos liderazgos? Para el votante son dos figuras que entran en la categoría llamada paternal autoritaria. Los sectores más bajos consideran que alguien los tiene que defender. Ese alguien tiene que ser una persona que exprese autoridad y cariño. Estos casos se pueden dar independientemente de la orientación política y social del líder. Este puede ser de derecha o de izquierda. Tabaré los capta y luego claramente se trasvasaron a Mujica. Hoy son "pepistas". Y ahí se encuentra el otro factor de debilitamiento, aunque por razones diferentes: las capas medias.
—¿Qué debilita, entonces, el lazo con las capas medias?
—Las capas medias sintieron – el núcleo duro— que los gobiernos del FA las agredieron. Razonan de la siguiente manera: sí vivimos mejor que antes, pero en proporción fuimos los que menos mejoramos y los que fuimos más inspeccionados, perseguidos y castigados. Perciben que les tocó el IRPF, mientras que para los de arriba la política es el proyecto de interés nacional, la zona franca o la exoneración tributaria general. La tesis del Bps y el Mtss fue decir que son las pequeñas medianas empresas las que más evaden. La respuesta es muy evidente: el grande nunca necesita evadir, ya tiene exoneraciones. Lo que hace que estas capas medias todavía tengan ciertos límites a un cambio de voto es que son los sectores más claramente convencidos o adherentes a lo que se llama la nueva agenda de derechos. Ahí está el núcleo más duro de los partidarios de la despenalización del aborto y por supuesto del matrimonio gay, del papel de la mujer. Sienten que esa agenda no funciona con los partidos tradicionales, lo que les pone un limite en cuanto adónde pueden ir.
—¿Qué aspectos podrían motivar el alejamiento de los sectores más deprimidos?
—No tengo una respuesta clara. A modo de aproximación, el tema es que una vez que van teniendo más acceso al consumo y otros beneficios, empiezan a notar todo lo que les falta. Ahí viene una demanda más fuerte y más estructural. Empieza a haber insatisfacción en temas estructurales, y por otro lado están encontrando dificultades en el trabajo, tienen que volver a hacer changas que hacían antes, ahora con menores resultados. No olvidemos que el grueso de los planes del gobierno apuntó a mejorar la capacidad de consumo, pero las políticas de cambio estructural (vivienda, hábitat, saneamiento) fueron menores. No hay duda de que las calles de muchos asentamientos son menos de barro y más de concreto, que se han canalizado las aguas (más cordones y cunetas) y regularizado la luz y el teléfono. Pero no han cambiado el hábitat. Ese pensamiento va en contra de una vieja teoría de la izquierda que se expresa una cultura diferente. Un escenario posible es que en ese semicírculo periférico de Montevideo se dé una competencia muy directa entre Novick y el MPP.
—Entonces, ¿cuáles son las bases sociales del Frente?
—El FA en 1971 define de forma absolutamente inequívoca a quienes quiere representar. Se posiciona como una alianza de clases entre los sectores asalariados —en aquel momento fuertemente obrero— y las capas medias. Está en la declaración de la formación constitutiva y viene de antes. Se la encuentra en las formulaciones de la CNT, en las definiciones del XVI Congreso del Partido Comunista en 1955. Empieza ahí una convergencia de distintas corrientes de la izquierda hacia el concepto de crear un proyecto basado en la alianza de clases. Hoy no es claro a qué sectores sociales representa el FA. En general, lo que menos hay es una política hacia las capas medias y lo que existe es un quejido de "cómo las estamos perdiendo". Hay una defensa genérica y automática de los asalariados, donde está puesto más el énfasis es en los que están sindicalizados y organizados, y no en el conjunto de los trabajadores. Incluso el FA tiene una duda existencial con la gente que trabaja por su cuenta o armando pequeñas empresas.
—¿ Y con los empresarios?
—A nivel empresarial es natural que haya sectores que se han acercado al FA. Hay segmentos muy importantes del empresariado uruguayo cuya fortuna creció en estos diez o doce años.
—¿En el campo?
—También en el comercio. La politica del FA ha dado estimulo al consumo de una manera muy fuerte. Por ejemplo, el topeo del dólar hace que las cosas importadas traducidas a pesos sean fácilmente accesibles. Y como entra mucho dinero a Uruguay, del especulativo y financiero, hay lugar a un crédito muy fácil. Las administradoras de crédito son un negocio muy redituable que explica por qué los bancos han comprado a las más sonadas. Las tasas de interés, medidas en relación con la inflación, incluyendo las del BROU, son elevadísimas. Hay todo un sector empresarial que se vio extraordinariamente favorecido por el FA.
—Más allá de esos aspectos, ¿se percibe en las politicas desarrolladas un rumbo estratégico?
—La duda es si el FA tiene Un proyecto pais. Por ejemplo, en toda la discusión que existe hoy en materia presupuestal no hay un planteo de un gran proyecto de país. La nave insignia es el Sistema Nacional de Cuidados, que es importante, pero es un instrumento más. Una transformación estratégica hubiera implicado que a esta altura se tendría un muy fuerte y distinto sistema de salud. Existe la aseveración de que hay más gente en las mutualistas y de que los hospitales están un poco mejor. Sin embargo no es un cambio cualitativo. Tampoco es integrado. En materia de educación se podrá estar mejor o peor, pero lo cierto es que no hubo una gran reforma educativa, como todo el país creía que iba a hacer el FA. Se hicieron ajustes, que no es lo mismo. En otro plano, tenemos clara la producción de productos primarios, que según clima y mercados, hay buenas condiciones para ellos. pero, a partir de eso, ¿qué más? ¿Tiene Uruguay posibilidades —por supuesto en asociación con otros por su know how — de tener el ciclo completo de la lana y llegar al tejido, el ciclo del cuero y terminar en el calzado? Teníamos una formidable industria del calzado y textil, con niveles de calidad extraordinarios. No puedo decir "Uruguay tiene que volver a tener industria textil o de calzado”. Pero es evidente que un país tiene que hacer algo, más allá de vender productos primarios o de estar al albur de los cambios de mercado. Por otro lado tenemos los servicios y sin duda Uruguay tiene un nicho en ese ramo. Tampoco hay que ir a la exaltación de que la industrialización dignifica al ser humano y los servicios lo pervierten. Lo que no veo, repito, es que haya grandes discusiones acerca de un proyecto país, de cómo se diseña. Estamos viendo cómo deben ser los derechos dentro del país, pero no qué se produce. Si se analiza el debate político en Uruguay hoy, prácticamente todo está centrado en la capacidad de gestión. No hay, por ejemplo, una diferenciación de proyecto, como ocurrió con Lacalle Herrera versus el FA en 2004. En ese momento existían visiones claramente enfrentadas, de un lado una economía más planificada frente a otra del más puro libre mercado. Hoy la discusión gira hacia "no saben hacer esto o se puede hacer mejor". Casi que son concursos de buenos gestores y no oposición de programas y proyectos.
RECUADRO
—¿Qué diagnóstico hace de la oposición?
—En este momento, el FA y el gobierno han entrado como en una meseta. La sensación es que no va a haber una crisis, pero tampoco grandes iniciativas de aqui al fin del período. Frente a esta meseta la oposición está flotando, porque lo único que tiene que hacer es golpear y esperar. Eso le dará resultado o no, pero realmente no es una oposición que necesite tener demasiado dinamismo frente a la falta de esa cualidad que hay de parte del oficialismo
—Sin embargo, hay movimientos en la interna del Partido Nacional (PN).
—Hay una competencia compleja dentro del PN. Allí hay una sensación de hegemonía de Lacalle Pou. Desde el punto de vista organizativo, hay que esperar un poco para ver si Alianza Nacional sufre desgajamientos o autonomías (que no es lo mismo). Hay movimientos que giran en tomo a Verónica Alonso. Lo otro es una reconfiguración, donde Alianza quedaría con una estructura más federativa, con corrientes internas claras. Hay que esperar un para saber qué pasará con Alianza, sobre todo si lo de Alonso deviene en un desgajamiento o en autonomía. El Partido Colorado (PC) tiene serios problemas de recomposición, con muchas incógnitas sobre otra candidatura de Bordaberry. Además hay un juego entre Novick, PN y PC. Por otro lado el Partido Independiente (PI), que aparece ya claramente alineado con lo que se puede llamar oposición, con una variante frente aquella postura de "partido bisagra" que había asumido antes de las pasadas elecciones. Hay varios proyectos en la oposición. Está el de Novick, con alguna duda de si en algún momento no trata de armarse algo más grande tipo Concertación (que por ahora no se ve), con más de un partido opositor. Y por otro, está el intento del PI de crear un espacio socialdemócrata con batllistas, con blancos más de una linea de un wilsonismo progresista y con escindidos o escindibles del FA. Habrá que esperar a ver qué ocurre.