El Observador
Es cada vez más frecuente que publicaciones e institutos, al llegar esta fecha del año, establezcan premios a lo más destacado. Lo más frecuente: el personaje del año, el hecho del año. Días atrás New York Times puso en su portada, en lo que equivale a la calificación del hombre del año, al Papa Francisco; y dudó entre poner al jefe de la Iglesia Romana o al presidente Mujica. El País de Madrid calificó al Uruguay de “país de moda”. Pero el gran acontecimiento es que The Economist crea el premio “el país de año” y lo inaugura otorgándoselo al Uruguay.
Es cada vez más frecuente que publicaciones e institutos, al llegar esta fecha del año, establezcan premios a lo más destacado. Lo más frecuente: el personaje del año, el hecho del año. Días atrás New York Times puso en su portada, en lo que equivale a la calificación del hombre del año, al Papa Francisco; y dudó entre poner al jefe de la Iglesia Romana o al presidente Mujica. El País de Madrid calificó al Uruguay de “país de moda”. Pero el gran acontecimiento es que The Economist crea el premio “el país de año” y lo inaugura otorgándoselo al Uruguay. Como ocurre siempre, la exaltación internacional no recoge unanimidades en el país premiado: una mitad festeja y otra mitad discrepa o se enoja. Parece que esto pasa en todos los países realmente libres.
Son tres las áreas que llevan a esa calificación de país del año: la personalidad del presidente de la República, los pasos hacia un fuerte liberalismo ético-cultural y los logros en economía y equidad social.
Mujica es visto como un primitivo cristiano o como un Gandhi. Cultor de vivir con lo mínimo, en su humilde casa de campo, desplazarse en un Escarabajo (o Fusca), donar el 90% de su sueldo, hacer discursos filosóficos sobre la vida y el amor, la bondad y la maldad, los jóvenes y los viejos, los hombres y las mujeres. Inclusive su reconocimiento de errores pasados, que quedan entre una velada autocrítica y una no clara autocrítica a la actividad de o a su actividad en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. En un mundo de presidentes mayestáticos cuando son honestos, o corruptos, o aprovechadores del poder, Mujica aparece como la contracara de esa forma no deseada de cabezas del poder. Eso es lo que se ve en el exterior y quizás eso es lo que quede para la historia; que no es necesariamente lo que ven hoy todos los uruguayos, aunque sí algunos o muchos.
En cuanto al área ético-cultural, es el año de varios logros en ella, algunos impulsados y sostenidos tan solo por el oficialismo, otros con fuerte apoyo interpartidario. La despenalización del aborto (tímida en relación al grueso de Europa Occidental) culminó un largo proceso de frustraciones, fue aprobada en el Parlamento por la mínima diferencia y obtuvo un inapelable confirmación ciudadana, como que 10 de cada 11 uruguayos no adhirió al recurso de referendum. Fue el recurso que a la postre logró la menor convocatoria de todos. Y al tema de fondo en sí, se suma el fracaso de convocatoria de todos los principales precandidatos presidenciales y tres de los cuatro ex presidentes de la República. Con la solas excepciones de Mujica y Sanguinetti, el elenco de nivel presidencial de todo el arco político no logró convocatoria y quedó junto a la undécima parte de la ciudadanía. En un mundo occidental en que crece la antipolítica, es un llamado de atención que no ha sido debidamente tomado en cuenta por quienes tuvieron ese fracaso de convocatoria.
El otro aspecto de esos pasos hacia el mayor liberalismo ético-cultural se da en el plano del Estado Civil, que comprende cuatro temas diferentes: la consagración del matrimonio homosexual, la igualación de derechos y obligaciones entre el hombre y la mujer en el matrimonio heterosexual, la mayor liberalización y agilitación del divorcio, y el derecho a la adopción por parte de las parejas homosexuales.
Un tercer aspecto es la legalización de la marihuana, que en primer lugar hace coherente la no penalización del consumo, porque hasta ahora no se penaba la tenencia y consumo, pero no había forma legal de adquirirlo o producirlo, lo cual es una contradicción. Y ahora además se permite el auto cultivo, se establece la producción estatal del cannabis y su venta en un sistema controlado por el Estado (a través de registro de consumidores y expedición en farmacias).
Luego hay dos áreas muy sensibles. Una es lo que se ha llamado la “muerte digna”, es decir, se puso en aplicación la ley que en que el Estado garantiza que toda persona mayor de edad y psiquicamente apta, tiene el derecho en forma voluntaria y consciente a oponerse a la aplicación de tratamientos y procedimientos médicos, salvo que con ello afecta o pueda afectar la salud de terceros. Da claro derecho a que una persona impida la prolongación de su vida por aparatos u otros procedimientos no naturales. Y la otra área es la ley que incluye en el Sistema Nacional Integrado de Salud la reproducción asistida, que incurre en temas muy controversiales desde el punto de vista ético y cubre una larga demanda de un segmento de la sociedad: la gestación a través de úteros diferentes a la madre (en el sentido de la dueña de los óvulos) o a la inversa, el uso de óvulos donados para su gestación en el viente de quien va a cumplir el rol de madre de la criatura, o la reproducción mediante el empleo de espermatozoides donados.
Todos estos pasos marcan un derrotero de fuerte alienación en del otro posiciones muy fuertes del liberalismo ético-cultural, y por tanto muy removedores para quienes sostienen posiciones más tradicionales y conservadoras. La tercer gran área de temas invocados para calificar a Uruguay como el país del año es el crecimiento económico sostenido, acompañado de una fuerte distribución social. Es un tema muy polémico en el país, donde muchos opositores cuestionan la fragilidad del modelo y la ausencia de reaseguros anticíclicos, mientras que del otro lado se sostiene que el modelo uruguayo confirma que pueden ser compatibles y simultáneos el crecimiento económico, el crecimiento de la inversión y la equidad social. Sin duda la polémica aquí también es más fuerte aquí que afuera.
No es el primer caso el de Mujica en que en el mundo, o parte de él, o en la región, a un presidente uruguayo se lo pone como ejemplo, y ese ejemplo no es compartido por al menos medio país. Ahora ocurre que el ejemplo que se pone no es solo el presidente, sino al país en su conjunto. Sin duda este es un año histórico para el país, un año que será recordado en los libros de historia. Como todo acontecimiento histórico o conjunto de acontecimientos históricos, la historia dará diversos veredictos sobre los logros o no logros del periodo.