04 Jul. 2020

Primera prueba de la coalición

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Pero lo más relevante es cómo se posiciona en relación al presidente de la República y a la conducción del gobierno […] Surgen varias interrogantes: en qué cantidad y cómo va a ser su relación con el gobierno, cuánto va a aspirar a un cogobierno o a un apoyo externo al gobierno, cuánto va a intentar incidir en las decisiones de gobierno, cuánto va a intentar condicionar las decisiones propias del Poder Ejecutivo y cuánto se va a limitar a operar estrictamente en el plano legislativo.

Lo relevante es cómo el PC se posiciona hacia el presidente y el gobierno

La salida de Ernesto Talvi del Consejo de Ministros, exactamente a los cuatro meses de la instalación del gobierno, implica una primera prueba para la Coalición Multicolor. Cabe observar que una característica del nuevo gobierno es un manejo especial de las designaciones; por un lado se hacen en forma desgranada, de a poco (hay organismos en que se hacen designaciones incompletas y no se cubre la totalidad del órgano director), y por otro lado se exhibe una sucesión relativamente elevada de altas y bajas, inclusive de bajas producidas antes de su propuesta, o antes de su designación formal, o a los pocos días de la asunción; y también se hacen enroques.

Un elemento significativo de este cambio en la Cancillería se da en dos direcciones. Una es el cargo en sí mismo, el cambio de la cartera más relevante hacia el mundo apenas instalado el gobierno y en momentos en que Uruguay asume la Presidencia Pro Tempore del Mercosur. La otra es la salida del gabinete del único líder allí sentado de una fuerza decisiva para la conformación de la mayoría parlamentaria.

Ahora, entrados en la normalidad política, todas las carteras de relieve político institucional quedan en manos del Partido Nacional (Interior, Relaciones Exteriores, Economía, Defensa Nacional) e inclusive otras de alto impacto político popular o de manejo de importantes dineros (Educación y Cultura, Transporte y Obras Públicas, Desarrollo Social). Queda la imagen de un gobierno monopartidario e hiperpersonalizado, apoyado más desde fuera que desde dentro por dos socios relevantes, decisivos para conformar la mayoría, representados en el gabinete o por técnicos o por políticos del segundo escalón, de subliderazago (los tres del primer escalón se sientan en el Senado) El diseño presidencialista por parte de Lacalle Pou se insinuó ya apenas lograda la Presidencia de la República, especialmente en la forma en que compuso el gabinete y se relacionó con los socios: un juego de un eje central del cual parten rayos comunicantes hacia cada uno de sus asociados; a lo que se suma en que en todos los ministerios hay una persona que oficia de “ojos y oídos del rey”, bajo la dirección del hipersecretario de la Presidencia Älvaro Delgado1. Pero el coronavirus acentuó la personalización, con una omnipresencia del presidente y llevó a esta hiperpresidencialización. Un poco más, un poco menos, es lo que se señala ha ocurrido en la pandemia con Emmanuei Macron.

Este paso es una primera prueba tanto para la coalición política como para Ernesto Talvi. Desde que ingresó a la política no ha podido ejercer en plenitud el liderazgo de periodo gubernativo. Fue candidato y constructor de un espacio político, Ciudadanos, que conquistó algo más de la mitad del Partido Colorado. Apenas pasada la elección, asume la Cancillería, cargo que por naturaleza queda un poco fuera del juego político interno y que además durante el encierro por el coronavirus lo situó como una gran figura mediática en tareas humanitarias. Al abandonar el gabinete, tiene el desafío de conducir a su propio sector y articular con Sanguinetti la conducción del Partido Colorado, en un momento en que las relaciones entre ambos líderes exhiben fisuras.

Pero lo más relevante es cómo se posiciona en relación al presidente de la República y a la conducción del gobierno. Porque hasta ahora el Partido Colorado notoriamente ha hecho sentir de manera tenue su peso cualitativo en las definiciones del gobierno. Surgen varias interrogantes: en qué cantidad y cómo va a ser su relación con el gobierno, cuánto va a aspirar a un cogobierno o a un apoyo externo al gobierno, cuánto va a intentar incidir en las decisiones de gobierno, cuánto va a intentar condicionar las decisiones propias del Poder Ejecutivo y cuánto se va a limitar a operar estrictamente en el plano legislativo.

Hay cosas que resultan un poco extrañas. Lo más notable es en política exterior. En el país desde la restauración institucional ha habido política exterior de total consenso, otra de cierta consensualidad pero con disidencias, otra de impronta mayoritaria con rechazo de la oposición (pero con mayoría detrás). En este breve periodo de gobierno se han dado dos tipos de situaciones, ambas que definen una política exterior no consensuada: la línea en relación a Venezuela y la OEA, que cuenta con apoyo mayoritario en el Parlamento, y el apoyo del candidato norteamericano a la Presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo, que concita el rechazo de una holgada mayoría del Parlamento.

Éste juego político que viene es de a tres o de a cuatro, según se cuente al Partido Colorado como un jugador o como dos (Ciudadanos y Batllistas). El juego es producto de lo que haga cada uno de los jugadores y de la interacción entre ellos. Pero importa mucho lo que vaya a hacer cada uno. En primer lugar si en esta nueva etapa el presidente de la República va a continuar la alta personalización del poder, la va a acentuar, o la va a atenuar. Y si se baja la intensidad, si es producto del condicionamiento de sus socios o de una decisión propia. En realidad, mientras los hechos no le marquen frenos, no hay razón alguna para limitar la personalización, ya que hasta ahora le ha salido muy bien, no ha tenido cortapisas. Igual no hay que desconocer que con tan sólo 30 diputados en 99 y 11 bancas en el Senado en 31, es decir, con menos de un tercio del Parlamento, mantener la personalización es cruzar la pista por la cuerda floja sin red de contención. Eso es de por sí riesgoso, pero no son pocos los que atraviesan la pista y llegan al otro lado, quizás con algún sobresalto, pero llegan. En última instancia, todo depende de la voluntad de los socios, de sus propósitos, de los riesgos que estén dispuestos a correr, de lo que vean como mejor para el país y para su gente, de lo que convenga o no a sus objetivos políticos.


1 Ver “Una rueda de carro sin llanta” y “Lo disfuncional con la estructura”, El Observador, enero 25 y junio 13 de 2020.