El Observador
Es muy difícil hablar de democracia política hasta que se universaliza el sufragio, hasta que el derecho lo adquieren las mujeres [...] , pese a este retardo en la adquisición del carácter de poliarquías universales, con la restricción de ser poliarquías masculinas, no debe despreciarse que en ellas empieza a generarse cultura democrática, en un tiempo que va desde el último tercio del siglo XIX hasta el primer tercio o la primera mitad del siglo XX
La democracia política plena comienza hace un siglo, con el voto femenino
Democracia política es un sistema relativamente nuevo en la historia de la humanidad2. Se menciona como que empezó en la Grecia Antigua, pero ello corresponde a sociedades pequeñas, con bajo número de ciudadanos, a su vez una minoría en la población, y todos del sexo masculino. La democracia moderna comienza en torno del siglo XVIII o XIX, según la parte del mundo que se tome, como democracia de élites. En realidad, las llamadas democracias al inicio eran sistemas de amplia participación de un número restringido de ciudadanos, con elevada exclusión en función de diversos elementos estamentales, ya fueren ellos de tipo económico como de tipo educativo, en un mundo en el que predominaba el analfabetismo de las masas. Lo más aproximado a “democracia política” comienza con el sufragio universal, y por tal se habla de un sistema en que tienen derecho a participar sin exclusión alguna todas las personas de sexo masculino.
En realidad es muy difícil hablar de democracia política hasta que se universaliza el sufragio, hasta que el derecho lo adquieren las mujeres. El sufragio universal pleno se desarrolla a partir del primer tercio del siglo XX. Cabe señalar que un país considerado muy democrático y socialmente muy avanzado como Suiza, incorpora a nivel federal el sufragio femenino en 1971. Estados Unidos de América adquiere el sufragio universal pleno en 1972, básicamente al eliminarse la exclusión al voto por razones étnicas en los estados del sur. Es decir, dos países considerados muy democráticos (Estados Unidos es llamado muchas veces “la democracia más antigua del mundo”), no pudieron ser considerados como tales hace medio siglo. En Uruguay se puede establecer que la democracia política -o la poliarquía- se desarrolla a partir de 1938 o de 1942 (según cómo se considere la última elección del periodo marzista), hace aproximadamente ocho décadas. Entonces, quizás cabe hablar de una democracia política masculina y de una democracia política universal.
Sin embargo, pese a este retardo en la adquisición del carácter de poliarquías universales, con la restricción de ser poliarquías o democracias políticas exclusivamente masculinas, no debe despreciarse que en ellas empieza a generarse cultura democrática, en un tiempo que va desde el último tercio del siglo XIX hasta el primer tercio o la primera mitad del siglo XX. Comienzan a generarse los valores necesarios para la existencia de una democracia política, esencialmente el de la competencia política, la libertad para esa competencia, la pluralidad política, el respeto a las ideas ajenas y hasta opuestas, y especialmente la valoración del voto como elemento para resolver el disenso político connatural a toda sociedad libre y plural.
Entonces, no se trata de un régimen que haya dominado la historia de la humanidad, sino de un régimen relativamente reciente, que despunta en la última centuria. Entonces, muchos de sus problemas y de sus falencias tienen que ver con ser un sistema nuevo en términos históricos, que se encuentra en fase de consolidación justo en momentos de cambios dinámicos de la sociedad.
Pero otro tema -y ahí es un problema para muchas generaciones mayores- es haber nacido en un mundo determinado y asistir ahora a la transformación de códigos, de valores, de formas de acción, de formas de comunicación, que ha sido impresionante en los últimos veinte años.
En este sentido hay que tener cuidado en caer en la autocomplacencia. Hace poco más de medio siglo, cuando Robert Dahl hace la primera tabla de clasificación de poliarquías plenas (1969), Uruguay es una de las únicas veintiséis poliarquías del mundo. Aunque ya al terminar ese año no era poliarquía plena y al poco tiempo no era nada parecido a una poliarquía; rápidamente, en términos históricos, vuelve a ese nivel (1985).
Hoy lo más usual es el Democracy Index del Economist Intelligence Unit. Desde su creación en 2006, Uruguay figura de manera invariable en la reducida tabla de Full Democracies. Hay algunas prevenciones sobre este Índice, construido con una fuerte influencia del liberalismo individualista, que por ejemplo considera que en un país de voto obligatorio la participación política es igual a cero. Corresponde recordar que para esta concepción, el votar o no votar es un derecho del ciudadano, un ejercicio de libertad, y no puede ser una obligación. No toma en cuenta que todos los estudios demuestran que en los países de voto no obligatorio sistemáticamente no participan los sectores más vulnerables, los sectores lingüística, culturalmente o socialmente más marginados, o más bajos, con lo que terminan siendo democracias de élites.
Y más allá de que fueren de élites o no, son sistemas de baja representatividad. El Europarlamento, que debe representar a todos los pueblos de la Unión Europea, es elegido por una media de votación de entre el 40 % y el 50%, no mucho más, con países que apenas llegan al 20%. Y esa media está aumentada por la existencia de países con alta participación (60% y hasta el 70%) porque las elecciones europeas son simultáneas con elecciones municipales o provinciales. En este caso, las elecciones locales atraen al voto y eso deriva en el voto europarlamentario. En los Estados Unidos de América hay Estados en que los gobernadores son elegidos con una participación inferior al 40%; inclusive el presidente de la Unión es normalmente elegido con una participación no demasiado superior al 50%. Entonces, cuidado con este tema, cuidado con la libertad como forma de elitización de la democracia.
1 Profesor Titular Grado 5 de Sistema Electoral y Régimen Electoral Nacional de la Universidad de la República, en calidad de Docente Libre
2 Segunda nota de una serie de cinco sobre “Democracia y Derechos Humanos”. Ver “La democracia y sus dimensiones“, El Observador, noviembre 20 de 2021