22 Ene. 2022

Tolerancia y democracia limitada

Oscar Bottinelli1

El Observador

El tipo de “democracia dominante” guste o no es una democracia limitada, ya que considera que hay determinadas ideas que deben ser excluidas del juego político democrático [...] Entonces se llega a un modelo en donde los conceptos de democracia y de poliarquía tienen un sine qua non: es para quienes participen de los valores básicos de ese modelo social, de esa sociedad determinada en un tiempo y en un lugar.

Cuando se acepta que hay ideas proscribibles, la discusión es ¿cuáles son?

La existencia de valores dominantes en una sociedad diversificada es un tema relevante2 cuyo punto sustancial es cuánto una sociedad con diversidad tolera la pluralidad de ideas y valores y cuánto no lo tolera, cuánto la mayoría de la sociedad (la abrumadora mayoría inclusive) o sus élites formadores de pensamiento entienden que hay un conjunto de principios que debe regir al conjunto de la sociedad y debe imponerse por encima de los demás. Lo lógico es que cuando se considera que hay un conjunto de principios, ideas o valores que deben regir a la sociedad, esos valores son la virtud máxima, mientras la oposición a esos valores es la anti-virtud.

Este modelo –que puede denominarse “democrático dominante”- parte de la base que en una sociedad deben predominar e imponerse un conjunto de principios y valores, que se consideran los más loables para el desenvolvimiento de esa sociedad y de sus integrantes, y que esos valores pueden ser excluyentes de valores opuestos, o al menos de valores diferentes. Así, según el tiempo y lugar, es diferente el catálogo de ideas y valores dominantes, que pueden devenir en excluyentes.

Este tipo de democracia guste o no es una democracia limitada, deliberadamente limitada, ya que considera que hay determinadas ideas que deben ser excluidas del juego político democrático, o para decirlo con palabras de los defensores de esta exclusión: hay ideas que se autoexcluyen de la democracia. Como fuere, hay grupos o partidos que quedan fuera del juego democrático. Es lo que sostiene el filósofo español Fernando Savater, vasco español, cuando dice: “La democracia es para los demócratas”. Entendidos los demócratas como el conjunto de personas que participen de las ideas dominantes o, a la inversa, que no participan de las ideas excluidas.

Entonces se llega a un modelo en donde los conceptos de democracia y de poliarquía tienen un sine qua non: es para quienes participen de los valores básicos de ese modelo social, de esa sociedad determinada en un tiempo y en un lugar.

Este modelo fue fácilmente defendible por quienes consideraron que el comunismo o el marxismo constituían amenazas a la democracia y, por tanto, en una democracia a los partidos comunistas cabía prohibirlos (como por ejemplo en un tiempo en Estados Unidos de América y en Alemania Federal); en una guerra entre el bien y el mal, donde el mal lo constituía el comunismo, resulta muy aceptable la prohibición del mal. También es muy defendible la prohibición de los partidos nazis o fascistas, para quienes consideran que unos y otros, o el nazi-fascismo como una categoría única, son grandes enemigos de la democracia y la civilización (y así el partido Nazi está prohibido en Alemania y el Fascista en Italia). Con la misma lógica, según la ideología dominante en la sociedad, se pueden prohibir los partidos católicos o los partidos protestantes, o los no cristianos, o los ateos, o cualquier partido que invoque la Teología de la Liberación, o que promueva la lucha de clases, o el divorcio, o el aborto, o la enseñanza religiosa obligatoria, o la enseñanza laica.

Entonces, cuando se acepta el concepto de democracia dominante, lo que se discute no es si hay ideas que deben ser proscriptas sino cuáles son las ideas admisibles y cuáles son las ideas proscribibles. Pero entre unos y otros hay un punto sustancialmente común: están de acuerdo en que pueden proscribirse ideas, que inclusive puede llegar a criminalizarse la difusión de esas ideas.

En este modelo de democracia dominante, donde hay grupos o ideas que se imponen por considerar que son lo virtuoso para la sociedad y donde hay ideas que son proscribibles y eventualmente criminalizables, entra también la concepción de quienes creen que deben ser perseguidas, proscribibles o criminalizables las ideas discriminatorias – o las discriminatorias inferiorizantes –en razón de género, religión, raza o etnia, origen nacional, lengua, orientación sexual.

Lo que diferencia esta concepción de la de quienes auspician prohibir el comunismo o cualquier idea revolucionaria, son cuáles ideas consideran proscribibles y cuáles no. Lo que obviamente no es nada menor. Pero unos y otros coinciden en que hay ideas que deben ser prohibidas, que no pueden ser verbalizadas.

Este modelo ha sido caricaturizado con el tema de la tolerancia. El considerar la tolerancia como un valor esencial, exclusivo y excluyente, conlleva la necesidad de proscribir la intolerancia; de donde, en nombre de la tolerancia se proscribe a los intolerantes. La tolerancia no es tolerante con los intolerantes, de donde la tolerancia deviene en una forma de intolerancia.

El modelo democrático dominante presenta dos grandes problemas: uno, que como fuere siempre deviene en una democracia limitada, por más minúscula que resulte esa limitación; y dos, que colapsa cuando las ideas y valores proscriptos tienen una adhesión pareja o superior a la adhesión de las ideas y valores dominantes. En una paráfrasis de Savater: si la democracia es para los demócratas, puede llegarse a una democracia minoritaria para un puñado de demócratas, que pueden devenir en una dictadura que se autocalifica de democrática impuesta a una mayoría antidemocrática.

Pero además plantea un tema sustancial: alguien en algún lugar es quien fija qué ideas son admisibles y cuáles no. Puede ser el Estado a través del poder político, puede ser la jurisprudencia, pero siempre es alguien que marca la separación entre lo permitido y lo prohibido, entre lo válido y lo proscribible.


1 Profesor Titular Grado 5 de Sistema Electoral y Régimen Electoral Nacional de la Universidad de la República, en calidad de Docente Libre

2 Tercera nota de una serie de cuatro sobre “Libertad y tolerancia”. Ver “De la discriminación y sus formas”” y “Diversidad y valores dominantes”, El Observador, enero 8 y 15 de 2022