La semana que viene se cumple un año del Frente en el gobierno. El 31 de octubre del 2004 fue Oscar Bottinelli, quien afirmando: "Tenemos Presidente" autorizara desde las pantallas de Canal 4 a Tabaré para lanzar su histórico "Festejen uruguayos, festejen" y se soltará la alegría desembozada de aquella noche inolvidable. Decidimos entrevistarlo y respondió nuestras preguntas con un pormenorizado análisis y planteó cuáles son, a su juicio, las encrucijadas principales que deberá dilucidar la izquierda para llevar a cabo una gestión exitosa.
¿Se puede saber a quién votaste?
No, yo me retiro de la política a fines del 89. Y paso a este otro lado del mostrador. Este lado obliga a estar en la mayor asepsia política. Y después uno se transforma en una especie de individuo que anda con un microscopio mirando los políticos dentro de las plaquetas. Y se termina siendo insoportable, porque vive diciendo todo lo que hacen mal. ¡Claro! ¡Cómo no lo hace uno! (Se ríe). Es más o menos como los comentaristas de fútbol. Ninguno está dentro de la cancha. Esto hace que uno sea más crítico de lo aceptable por los políticos.
¿Y que se ve a través de ese microscopio lo que ha sido este primer año de administración frentista?
Es bastante complicado. Diría que dejando de lado los macro acontecimientos con Argentina, -que le han dado un respaldo muy grande al Gobierno en lo interno-, creo que lo que más se notó es que la izquierda llega al gobierno con mucho menos preparación de lo que uno se había imaginado. Y no hablo de la imaginación popular, desinformada,... sino del contacto que uno tenía con dirigentes, con la gente que estaba elaborando proyectos, que estaba trabajando con algunas fundaciones. Uno pensaba en algo mucho más aterrizado y siente que se está repitiendo la experiencia de la Intendencia de Montevideo, en donde se llegó sin tener las cosas preparadas. Allí se desperdició mucha preparación que había habido en años anteriores y además hubo en aquel momento muchos errores políticos. Y acá da la impresión de que nuevamente hubo aprendizaje sobre la marcha. Lo estamos viendo con mucha claridad en el terreno laboral, donde rápidamente se fue a la derogación del decreto sobre la regulación de ocupaciones. Hoy hay una opinión mayoritaria del Gobierno en que si eso no fue un error, por lo menos fue un apresuramiento. Se está notando que hay un desborde porque no se valoró adecuadamente lo que implicaba conjugar la derogación de ese decreto con las convocatorias a Consejos de Salarios.
Ambas cosas iban a traer una explosión sindical, que necesariamente lleva al acceso a la dirigencia de gente sin experiencia, inmadura, sin trayectoria, y con bases recién sindicalizadas que tampoco tienen la madurez de un sindicato de larga data, que tienen mayores inmediatismos; entonces resultó una combinación un poco explosiva. Porque se observa que la mayoría de las ocupaciones -digamos- prematuras, están ocurriendo en gremios nuevos. Aquellos sindicatos que se mantuvieron fuertes, en grandes empresas, cuyos consejos de salarios fueron prácticamente nominales porque ya venían con convenios colectivos vigentes, renovables; esos no tuvieron ningún cambio. Pero el tema es que hubo una explosión de sindicalización y requería haberla enmarcado mucho más.
¿Y ahora se estaría intentando hacerlo?
Uno ve al Ministro Bonomi como ha ido girando de lo que eran sus posturas iniciales en marzo, abril y mayo al de ahora.
Está poniendo al Ministerio de Trabajo en una posición arbitral, que no quiere decir neutral en todas las cuestiones de fondo, pero sí en el sentido que el Ministerio no sea una correa de transmisión de los sindicatos, ni estar para volcar la balanza a favor de ellos, como se dijo al comenzar la gestión. Y no digo esto para decir que sea el problema sindical el principal, sino como uno de los ejemplos más claros de lo que es haber llegado más con un estado de espíritu de hacia donde ir que con planes y programas concretos.
¿Hay otro ejemplo?
La seguridad pública es otro tema, en donde por ejemplo uno ve errores que fueron más de como se presentaron las cosas que de objetivos. La liberación de presos fue claramente exitosa; se habla de cifras de reincidencia muy bajas, muy por debajo de los parámetros normales. Pero la forma de planteo del tema generó conmoción; hubo un gran problema comunicacional, se ponía el énfasis en los derechos humanos de los presos, quizás hasta con alguna falta de entendimiento de cuál es la percepción de la sociedad sobre la seguridad pública.
¿Cuál es esa percepción?
Bueno, los sectores más preocupados por la seguridad pública fueron y siguen siendo los económicamente medios para abajo. Porque cuantos más recursos se tiene, se tiene más posibilidades de obtener seguridad. Usted no puede tener una casa en un barrio de la periferia de Montevideo y gastar en rejas, empresa de seguridad, vigilancia... En Carrasco en cambio, si recorre, tiene toda la seguridad privada necesaria. Mire los índices de delincuencia de Carrasco Sur y compárelo con las zonas periféricas. Esa idea que podía interpretarse como una especie de lucha de clases no era así. Las víctimas de la inseguridad son las personas a las que les están robando algo que para su presupuesto es altísimo: un televisor comprado en treinta y seis cuotas de las cuales les falta pagar treinta y tres sin tenerlo ya. Y además son personas para las cuales el televisor es el único entretenimiento que se pueden pagar. Creo que ahí hubo errores que ahora parecería que se están corrigiendo, aunque todavía faltan definiciones.
Tú has sostenido que la izquierda llegó con concepciones muy diferentes en su interna.
Pero cuando digo la interna no significa que sea porque hay un grupo moderado y uno radical. Dentro de la mayoría de los grupos existe esa contradicción. Y diría que muchas veces también dentro de las mismas personas. No es un tema de blandos contra duros. No, está la visión que podríamos llamar pragmática, de decir que en el mundo occidental lo único que existe es la economía de mercado, lo único que ha funcionado; otros modelos no lo han hecho o han caído, y por lo tanto una política de izquierda y social es hacer que esta economía de mercado sea lo más humana, solidaria y protectiva que se pueda, digamos una socialdemocracia de izquierda o para que se entienda mejor "a la sueca". Para decirlo en una palabra que levanta más escozor en la izquierda: aceptar el capitalismo. Lo otro es la idea utópica de un socialismo como sociedad diferente. Con una socialización de los medios de producción, aunque sobre todo desde el fin del modelo soviético hay muchas dudas sobre el significado de esto, si es estatización, si es la experiencia de autogestión.
O si son cooperativas...
Cuidado que el cooperativismo, que hoy tiene mucho apoyo en la izquierda, era considerado una forma capitalista en los años predictadura, y cuestionado desde todas las posturas marxistas o marxistizantes. La visión que hay del cooperativismo hoy es la opuesta a la que uno puede leer entre el 68 y el 71. El único defensor del cooperativismo de forma clara e inequívoca que había en el Frente Amplio era el PDC.
No existía tampoco el cooperativismo de vivienda.
El cooperativismo de vivienda empieza a desarrollarse con la Ley de Vivienda, cuyo auge es ya andando los 70'.
Pero el cooperativismo de vivienda implica algo distinto; no se trata de medios de producción.
Si, esa concepción no estaba tan ligada al cooperativismo de vivienda que podría catalogarse como cooperativismo de uso, sino al cooperativismo económico, ya sea de producción o el financiero, que es que más éxito ha tenido en el Uruguay.
No es el mejor momento para esa afirmación.
Bueno, pero más éxito en cuanto al desarrollo de instituciones, más allá que esas instituciones después han terminado en bancos, como Acac primero y ahora aparentemente Cofac, si sucede.
Bueno, ¿pero podemos titular esta nota, Bottinelli: gobierno esquizofrénico?
No es que sea esquizofrénico. (Risas) Y además no es un problema del gobierno; es de toda la izquierda, que por ejemplo va decantando. Yo tomo el caso Chiflett como una opción de decir: "yo adhiero o sigo adhiriendo sin concesiones a este modelo". Con lo cual se independiza de toda necesidad de pragmatismo gubernamental. Y eso es un sentimiento muy claro que existe en sectores de izquierda. Pero salvo esos casos de gente que se ha ido decantando con mucha claridad hacia ese lado y otros que han asumido una postura socialdemócrata clara, el grueso aún no lo ha hecho. El ejemplo de Mujica es bastante claro, cada vez que maneja propuestas altamente pragmáticas, parte de una fundamentación utopista, diciendo: "ahora tendremos que aceptar esto, tragarnos el sapo o primero vamos a vivir, a comer y después se verá". No hay una expresa renuncia a la utopía. Creo que este es un problema grande, donde uno empezó a ver que los actores de la izquierda llegaron al gobierno con ideas distintas sobre lo que iba a ser ese gobierno. Para unos la idea era mejorar un presupuesto, hacer determinadas obras; y para los otros era empezar a afectar el capitalismo. Y esto se ve en el concepto de empresas, de inversiones, de ganancias, rentas o lucro. Hay todavía en la izquierda un largo proceso para decantar hacia el lado que sea. Y este proceso siempre va a implicar desgarramientos, porque en definitiva fue mucho más lo que unió "en contra de" o en aras de utopías no necesariamente realizables contra otras que podían serlo.
Y ligado a esto hay un tercer factor, y es que la izquierda se acostumbró a construir sus políticas sobre la base de los reclamos corporativos, básicamente los sindicales. Los reclamos corporativos tienen una lógica de que no necesariamente tienen que ser compatibles entre si. Se puede apoyar a dos sindicatos cuyos intereses, en última instancia se están oponiendo. La lógica corporativa tiene como consecuencia que atiende la faceta del individuo que está identificada con esa corporación. No atiende las otras. Por ejemplo, un obrero del transporte es eso y se identifica con su calidad de tal. Pero no se identifica con su calidad de usuario de UTE o de OSE. A su vez un funcionario de UTE no se identifica a si mismo como usuario del transporte. Entonces la lucha del transporte muchas veces lleva a que se encarezca el boleto, que perjudica a los otros trabajadores. Esto que se puede dar en un marco de luchas reivindicativas y de acciones opositoras llega a su fin en el gobierno. En el gobierno no se puede decir "viva a todo", porque hay que resolver ecuaciones. Si un gobierno dice que sí a este y al otro, sube el precio de esto y de lo otro, la población empieza a adquirir conciencia de usuario. Por eso este es otro tema, la izquierda recién está dando en algunas áreas, y no en todas, el salto de pensar en forma fragmentada en función de intereses sectoriales, para pensar en globalidad sobre el interés colectivo.
El interés colectivo es algo difícil de evaluar.
Digamos que el interés de la mayoría de las personas del país. O dicho en terminología más de izquierda: no necesariamente el interés del pueblo coincide con el interés de las reivindicaciones populares de cada sector popular. La suma de sectores da muchas veces como resultado una oposición al interés global. Y este es un tercer tema, que es diferente al anterior que describía, porque lo otro es más ideológico de fondo. Esto es más de percepción de las formas de actuar. Este es otro problema en el que la izquierda llegó al gobierno sin habérselo planteado y los problemas le pasaron por encima.
Y lo cuarto que destacaría es que también se llegó con visiones excesivamente ideologizadas de muchas cosas. Y eso se ve claramente en la política exterior. Hoy el Ministro Víctor Rossi dice: "Fuimos un poco ingenuos". Creo que la ingenuidad del Gobierno estuvo en todo el diseño de la política exterior. La misma ingenuidad que tuvo Batlle, pero con un signo ideológico opuesto. Batlle cuando llegó creía que no funcionaba el liberalismo económico a nivel internacional porque los países se cerraban. Creía que si Uruguay se abría, Estados Unidos que proclama la libertad económica, nos iba a recibir con los brazos abiertos. Y ahí descubrió que la ideología no funcionaba, que los EE.UU. seguían proclamando la apertura de mercados salvo para el suyo. Y además esa actitud tan escéptica hacia el MERCOSUR que tenía Batlle llevó un poco a la idea, que analíticamente también se sostenía, que con un Gobierno uruguayo que pateaba el MERCOSUR, a Uruguay no le podía ir bien en el MERCOSUR. Si Uruguay volvía a ser el "gran mercosuriano", y además un gobierno de izquierda en Brasil y un gobierno medio progresista -confuso ideológicamente, que no se sabe mucho lo que es- como el de Argentina, el MERCOSUR entraría en su mejor época.
Ya planteaste los cuatro puntos sobre tu visión del Gobierno. Nos interesaría un análisis de la relación fuerza política-gobierno.
Esa relación ha funcionado muy mal. Y necesariamente debía funcionar mal, porque hay un tema que el Frente Amplio nunca resolvió. Aquí hubo una parte de lo que llevó a la ruptura del 88, 89. No se puede tener en un país con nuestros sistema político electoral una estructura parlamentaria o de fuerzas que se expresan a nivel del Estado, que responda a una lógica determinada, que es el voto en las elecciones nacionales, y una estructura interna de toma de decisiones y con mandato imperativo, que responde a una lógica totalmente diferente, sin que haya nada que combine las dos cosas. Ese problema ya estuvo en la ruptura del PGP (Partido por el Gobierno del Pueblo) y el PDC, del 88, 89, con otros elementos más de fondo, no quiero simplificar. Y ahora el problema es que la lógica en la que reposa la estructura y la lógica en que reposa la fuerza parlamentaria y el respaldo electoral se chocan. Eso inevitablemente crea problemas.
En segundo término creo que el Frente Amplio fue resolviendo mal el tema de su estructura a partir de la reestructura del 86, porque se fue agregando cada vez más piezas y hoy su estructura es absolutamente ingobernable. Si uno dice que el órgano de decisión más o menos cotidiano, que es la Mesa Política, tiene un número de miembros superior al del Senado, ve que algo está fallando en materia de ejecutividad. Y no hubo entonces una preparación para construir una fuerza política que fuera una fuerza de gobierno.
Y tercero, hubo un vaciamiento de los cuadros partidarios. El gobierno absorbió todo y por lo tanto los partidos quedaron bastante vacíos. Quedó incluso vacío el Parlamento, en que quedaron muy pocas figuras de peso.
Y por otro lado, la correlación de fuerzas que se expresa a través de la estructura partidaria, sobre todo el Plenario Nacional, con la que puede expresarse en el Parlamento, no tienen nada que ver. Creo entonces, que dejando de lado los temas puntuales de gobierno, entre las cosas a resolver en el 2006 están estos temas claves: economía de mercado o utopía; intereses globales versus intereses sectoriales; y estructura y formas de funcionamiento de las estructuras. Es sustancial desde el punto de vista político resolver esto para el oficialismo, que no es solo el Gobierno.
Algo se está intentando hacer...
Con todo se dio un paso muy importante con la liquidación del Encuentro Progresista y la Nueva Mayoría y que todo conformara el Frente Amplio. Y lo otro que fue muy sabio, es que tenían que coincidir la denominación y la identidad de la fuerza política con lo que siente la gente. Sociologicamente solo existía el Frente Amplio. Nosotros en la caravana del último domingo previo a las elecciones de Montevideo, hicimos el conteo y encontramos solo dos banderas del Encuentro Progresista. Y en los festejos, por lo menos en las tomas televisivas no se veían ni acá, ni en Maldonado, ni en Paysandú o Canelones. En las encuestas de cada cien votos del Frente, noventa y dos se definían como voto al Frente Amplio. La gente es frenteamplista. El uno por ciento se definía como encuentrista. Y esto después de más de diez años en que los dirigentes solo hablaban de Encuentro Progresista y no de Frente Amplio. El terminar con esta disociación ya fue un paso positivo porque los temas de identidad no son menores, no puede haber confusiones.
De algún modo hay como una contradicción allí, porque siempre se habló de que el Encuentro era una apuesta de Tabaré para la renovación. Y hoy por hoy se ve la necesidad de volver al Frente Amplio.
Creo que hubo una serie de simplificaciones contra el frenteamplismo. La primera por parte de quienes rechazaban el frenteamplismo como algo que rompía el concepto de una coalición o agregación de fuerzas con identidades separadas. Pero eso fue un fenómeno social que se dio durante la dictadura; nada deliberado ni una estrategia de nadie. Fueron reduciéndose las viejas identidades partidarias. Y en segundo lugar, lo que es un pecado del Frente, sino desde el origen por lo menos desde la salida institucional, que era pensar que la única forma de crecimiento que había era por agregación. Toda fuerza política en el mundo crece por convencimiento de nueva gente. Yo me acuerdo que cuando se discutía el ingreso del MLN, que un dirigente decía: "¿Y si no admitimos nuevos grupos cómo vamos a crecer?" Tenía la idea de que había un capital congelado y que solo entrando nuevos grupos con su capital electoral en el bolsillo, el Frente crecía. Se demostró lo contrario, que lo que llevó al Frente al gobierno fue el crecimiento con gente y no por agregaciones, que cuantitativamente fueron muy menores. Algunas pueden ser importantes cualitativamente, pero más bien las agregaciones crecieron todas después de estar adentro.
En tercer lugar el Frente Amplio, en el momento en que se plantea la dicotomía Frente Amplio-Encuentro Progresista, estaba muy asociado a la figura de Seregni. Y un Seregni polémico. Porque este Seregni mítico de hoy no es el Seregni que se veía por parte de mucha de la gente del Frente hace tres años. Y entonces el Encuentro Progresista se veía como la construcción en torno a Tabaré en contraposición a un Frente Amplio en torno a Seregni. La sucesión de liderazgo era sucesión de identidad y de estructura política. Yo creo que confluyeron todos esos factores. Lo que ocurre es que el Frente Amplio comienza a quedar consustanciado con Tabaré ya inequívocamente en la campaña electoral del 99. Ya Seregni había abandonado definitivamente el liderazgo, había terminado toda esa complicada transición que de dio entre el 5 de febrero del 96 y la designación de Tabaré como presidente del FA en diciembre del 98. Ya era notorio que el crecimiento era por vuelco de votantes y no por agregación de grupos. Y sin embargo la otra lógica siguió. Creo que hubo en alguna gente asociación entre el fenómeno del Partido Comunista y el Frente. El viejo Partido Comunista, en su auge, necesitó diluir su identidad para poder crecer. Y la 1001 y Democracia Avanzada fueron el gran espectro, no porque quedara escondido, sino porque había gente que aún estando de acuerdo con la forma en que los comunistas conducían el movimiento popular, los sindicatos, estando de acuerdo con sus dirigentes, no podía votar al Partido Comunista ni sentirse comunista. Pero se encontraban muy cómodos en la 1001 o Democracia Avanzada, aunque estuvieran dirigidas por Rodney Arismendi o Jaime Pérez. Y mucha gente hizo una traslación mecánica del mismo problema al Frente Amplio, cuando realmente el Frente Amplio no levantaba esa resistencia. Y si levantaba resistencia era la izquierda, con el nombre que tuviera. Y se quiso imponer el progresismo como una palabra alternativa al frenteamplismo al punto de cometer muchos errores. En la campaña de mayo del 2005 en que se apelaba al voto progresista, nosotros detectamos en una encuesta que la gente no entendía lo que quería decir. Entendían que significaba que había que votar a los mejores candidatos de cada departamento. Nosotros planteábamos: Enumere cuáles son los candidatos progresistas. Y las respuestas eran Chiruchi, Vidalín, Vergara, Tabaré Viera. ¿Qué era progresista a nivel municipal? Un intendente que hace obras por el departamento, que hace progresar el pueblo. Y esos que la gente entendía que eran progresistas fueron en general los reelectos.
No se le daba una interpretación política partidaria...
No, porque no es una ecuación. Tampoco es percibida así por la gente esa división derecha-izquierda que a veces la izquierda quiso plantear en términos de que quien no está en el Frente Amplio es de derecha. Además la propia izquierda ha tenido oscilaciones en esas clasificaciones. Sobre todo con mucha gente del Partido Nacional a las que ponían y sacaban del progresismo según las conveniencias políticas.
Y yo veo que todavía sigue habiendo resistencias a esta unificación de identidades en el Frente Amplio, y hay declaraciones, se escapan cosas, y cuesta la asunción plena del frenteamplismo. Pero la identidad es fundamental para construir cualquier cosa.
¿Qué pasa con la oposición?
El shock de blancos y colorados fuera del gobierno es demasiado grande. Creo que hay un desacomodo de escena de los dos partidos tradicionales en esta situación. En muchos casos no entienden que no se sale con las mismas formas de actuación. Particularmente el Partido Colorado necesita una reflexión profunda. Yo he insistido mucho con que el Partido Colorado necesita responder esta pregunta si se le acerca un joven: ¿Por qué tengo que votar al Partido Colorado? No le hagan la historia del Gobierno de la Defensa contra el Cerrito, ni le hablen de la Guerra Grande, porque no es por ahí que va la cosa. La necesidad de repensar para qué existe un partido, cuáles son sus elementos convocantes, su praxis, su forma de hacer política está ahí. Porque esto es una de las cosas que desgastó mucho a los partidos tradicionales. Y el caso del Partido Nacional es parecido.
Es difícil todavía hacerle oposición a este Gobierno. Lo que está apareciendo es lo que uno diría "nichos de mercado". Sin ninguna duda en el sector de los desocupados permanentes se está generando insatisfacción de un Gobierno que ahora está preocupado por el tema y quiere lanzar planes, pero que de hecho optó por mejorar los salarios de la gente que ya está trabajando, en lugar de optar por disminuir la desocupación. Lo grave es que no fue una decisión consciente. Y también hay un creciente desencanto en los sectores medios, a raíz de la Reforma Tributaria, porque sienten que no es el que más tiene el que más paga, sino que es solo hasta determinado nivel, y de ahí para arriba proporcionalmente se paga menos. Creo que allí en los sectores medios, en los sectores de desocupados, y en gente de los niveles más bajos que no están bien atendidos por las políticas sociales de este Gobierno, es donde los partidos tradicionales pueden encontrar espacios para rearmarse. Y además con casi medio país, que no olvidemos, no votó ni está dispuesto a votar a la izquierda.
¿No hay una oposición hasta más fuerte desde dentro del propio Frente?
Hay una oposición y se va a seguir consolidando. Y tiene que ver con lo que hablamos antes de una izquierda muy dura. Con valores muy consistentes que va a pretender seguir en lo mismo que estuvo y le impide ser oficialista.
Donde se de discusión en la interna del Frente, la oposición pierde totalmente los espacios...
Eso es en parte lo que pasó en el 2005. Toda la discusión era Astori contra Mujica, Astori y Mujica contra Gargano; Gargano y Mujica contra Astori. Y tampoco fue esa teoría que decía que hay dos bloques en el Gobierno. No, en cada tema se baraja de manera diferente. Incluso, en una lectura muy liviana del tema del Tratado de Inversiones, se puede decir que hubo tres bloques: Mujica encabezando la oposición al Tratado; Astori, Lepra y Nin su defensa, y Gargano, que fue la línea triunfante, la de aceptarlo si había modificaciones. Fue una tercera postura. Y Vázquez fue por esa línea. Es mucho más complicado. Claro, todo ese juego hace que la oposición no tenga ni un centímetro. Entonces se dice: Ah, Fulano está apoyando a Astori; Mengano a Mujica. Y queda como los apoyos externos.
¿Se nota en las encuestas desencanto con el Gobierno?
Lo que nosotros encontramos es lo siguiente: Groseramente más del sesenta por ciento tiene una visión positiva del Gobierno. Si se les pregunta si el Gobierno va bien o no, dos tercios dicen que va bien. Pero uno de esos tercios dice: Va bien; está de acuerdo con lo que yo esperaba. Y el otro tercio de esos dos dice: Va bien, pero por debajo de lo que esperaba. Hay cierto desencanto. Y el tercer tercio está en contra. Hay tres tercios marcados; uno de apoyo total, otro de apoyo con cierto desencanto, que eso tiene que entender el Gobierno; y otro que no estuvo nunca de acuerdo.
¿Se centra mucho en Tabaré el apoyo o el desencanto?
En el Gobierno, porque según de qué estemos hablando se puede personalizar en el Ministro de Economía, o en el del Interior, en algún otro o en el Presidente. No es lineal.
¿Quienes son los candidatos para el 2009?
Yo tengo como catorce y todavía hay tiempo para que aparezcan nuevos.
¿Dentro del Frente o todos?
Dentro del Frente, exagero con ese número, hay que considerar once y el duodécimo sería la posible reelección
PERFIL
Politólogo, Catedrático de Ciencia Política en la especialización de Sistema Electoral y Régimen Electoral Nacional. Director de Factum, institución dedicada al análisis político y estudios de opinión pública. Periodista desde sus dieciocho, fue cronista parlamentario durante diez años, principalmente a través de El País y Marcha.
Es casado, tiene 61 años y tres hijos: Eduardo con veinticinco años es sociólogo y Coordinador General de Factum; Nicolás con veintitrés, estudia sicología y Fiorentina con veintidós a punto de recibirse de Licenciada en Química.
Hincha, cuando no, del Defensor Sporting, institución a la cual estos cronistas parecen destinados a ir descubriendo adeptos allí donde recalan. Al respecto refiere Bottinelli una anécdota: "Seregni, que era hincha de Nacional, al comenzar en la vida política es consultado sobre el club de sus preferencias, y respondió: "Mis asesores me aconsejaron que dijera que soy de Defensor". "Pero yo si soy de Defensor."
Fue fundador junto a Elina Berro y el brasilero Neiva Moreira del primer semanario editado en offset, Sur, del que se editaron 16 números durante 1971. En este proceso es que conoce al Gral. Seregni, de quien fue secretario político desde el 71 al 87. Sus orígenes políticos se encuentran en el Partido Nacional. Formó parte de la etapa fundacional del Frente Amplio.
Estuvo exiliado en Buenos Aires desde fines del 75 a principios del 82.