13 Jul. 2003

El factor Danilo Astori

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Una de las incógnitas que falta despejar para que se complete el diseño del cuadro político de cara a las elecciones nacionales se llama Danilo Astori. O más exactamente, lo que propios y extraños susurran en el oído del senador, los operativos que se imaginan o intentan realizar desde fuera de la izquierda y las apuestas que algunos de sus seguidores le incitan a repetir.

Una de las incógnitas que falta despejar para que se complete el diseño del cuadro político de cara a las elecciones nacionales se llama Danilo Astori. O más exactamente, lo que propios y extraños susurran en el oído del senador, los operativos que se imaginan o intentan realizar desde fuera de la izquierda y las apuestas que algunos de sus seguidores le incitan a repetir. En la superficie, su situación se asemeja a la que tres lustros antes viviera Hugo Batalla, aunque como en ese juego de busque las diferencias, quizás éstas son mucho más que las semejanzas.

Desde enfrente de la izquierda y fuera o en el borde de los partidos tradicionales hay gente abocada a un “operativo Astori”. ¿En qué consiste ese operativo? En buscar conformar un gran espacio fuera de los tres grandes partidos, con el senador como referente. Se basa en tres hipótesis: Una, que un espacio de tal naturaleza puede captar la suficiente cantidad de votos como para impedir el triunfo de Tabaré Vázquez en la primera vuelta. Dos, que ese espacio puede desplazar del segundo lugar a cada uno de los dos partidos tradicionales y llegar al balotaje. Y tres, que en ese balotaje Astori tiene más posibilidades de vencer que Vázquez. Pero además de supuestos, este operativo tiene un fantasma llamado Batalla. Y ese fantasma pone en duda las tres hipótesis, ya que ellas suponen que el atractivo y la adhesión a una fuerte figura del Frente Amplio, se mantiene inalterable si se va de allí; en otras palabras, que conserva todo lo que tiene y además crece. La historia demuestra, y por supuesto que la historia no necesariamente se repite hacia adelante, pero al menos obliga a la prudencia si se pretende transgredir el pasado, que en Uruguay desde el punto de vista electoral han fracasado todos los cambios de partido. No sólo no fue matemáticamente exitoso el abandono del Frente Amplio, sino que tampoco fue electoralmente exitoso para quienes se fueron hacia el FA desde el Partido Colorado o desde el Partido Nacional. El transformismo (como se lo denomina en Italia) no funciona aquí como ocurrió a principios y a fines del siglo pasado en la península o como funciona en Brasil.

Pero hay una cuestión de previo y especial pronunciamiento, y es si por la cabeza del senador y de sus seguidores pasa la idea de abandonar esta tercera colectividad histórica para emprender una aventura o un desafío a la intemperie. Lo primero que aparece es una crucial diferencia con Batalla y sus seguidores: éste era un hombre de convicción socialista democrática y batllista que no sentía el frenteamplismo como una identidad, sino que veía al Frente Amplio como una agregación de fuerzas políticas diferentes, que podían ser compatibles en un momento e incompatibles en otro. Astori en cambio es un hombre de camiseta tricolor, en la doble acepción que puede tener en este país, e igual de fanático en ambos terrenos: como frenteamplista y como nacionalófilo; su frenteamplismo no es instrumental sino una identidad, una pertenencia. No es exagerado decir, ni desdoroso para nadie, que en tanto pertenencia Astori se siente a sí mismo más frenteamplista que lo que se siente el propio presidente del Frente Amplio; es que para Vázquez el FA es un instrumento para un determinado período histórico, ya que se siente el referente del progresismo, de las causas populares, del cambio social, causas para las cuales las herramientas pueden ir cambiando y adaptándose. Esta diferencia entre Astori y Batalla no es nada menor, pues marca la diferencia entre poder abandonar o no abandonar el Frente Amplio. Para el senador irse del FA es como pensar que Lacalle pudiese irse del Partido Nacional o Sanguinetti del Partido Colorado.

Pero el proyecto de un gran espacio de centro izquierda necesita además de algún desprendimiento importante de algún partido tradicional, y los ojos se posan en figuras del nacionalismo. También aquí las probabilidades que alguien se vaya de la casa paterna y quede a la intemperie son casi inexistentes. Estos son los hechos sustanciales que permiten avizorar que la elección presidencial va a girar en torno a los tres grandes partidos en torno a los cuales viene girando en la última década.

El otro ángulo del “Factor Astori” es cuál será la conducta del senador y de su grupo, Asamblea Uruguay, en materia de candidatura presidencial. Hasta ahora se da como un dato la aceptación pacífica de la candidatura de Tabaré Vázquez por la Nueva Mayoría, es decir, por la conjunción del EP-FA y el Nuevo Espacio. Por otro lado, mientras este conjunto linde en el 50% del total del electorado tienta a más de uno la idea de que la Presidencia de la República se dirima en competencia abierta cuando las elecciones preliminares previstas para el 27 de junio (si se confirma el cambio de fecha). En otras palabras, se parte del siguiente razonamiento: Uno, la izquierda ya ganó la Presidencia de la República. Dos, la única posibilidad de que Vázquez no sea el presidente, es que pierda la candidatura en las internas del 27 de junio. Tres, para la gente independiente, blanca y colorada, no hay mejor opción que votar por Astori contra Vázquez en esa interna. Luego, para quien allí gane, lo demás es un trámite. Como todo planteo futurista, el problema es que las hipótesis se den en la realidad. La primera de ellas es que dentro de un año la Nueva Mayoría se mantenga en el borde o por encima del 50% y no entre en una zona de disputa con los partidos tradicionales, lo cual hoy por hoy no puede afirmarse que ocurra ni que deje de ocurrir. La segunda es que más allá del rechazo a Vázquez existente en el grueso de los electorados blanco y colorado, esos electorados estén dispuestos a trasladarse hacia el interior de la izquierda para dirimir allí la disputa interna. La tercera es que Astori y su grupo estén dispuestos a repetir una experiencia (competir adentro contra Vázquez, como en abril de 1999), que les resultó muy farragosa.

En la imaginación de uno u otro escenario hay bastante gente especulando. La incógnita es, si esas especulaciones tienen algún margen de traducción a la realidad. Y por encima de todo, si el protagonista principal está dispuesto a considerar alguno de esos escenarios.