02 Ago. 2009

Entre elecciones y apocalipsis

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Las elecciones nacionales de 2009 pueden considerarse como clave para el futuro del país, como un punto de inflexión, donde cada mitad del país se juega mucho en términos estratégicos, se juega cosas decisivas. Para “La Izquierda” - término con criterio operativo para englobar a todas las fuerzas políticas, sociales y económicas que se reconocen en el Frente Amplio – lo que está en juego es la continuidad en el gobierno o un fracaso en términos históricos, que compromete la propia continuidad del Frente Amplio y hasta quizás la misma credibilidad en el sistema democrático de algunos grupos políticos, pero especialmente de algunos segmentos sociales y de fuerzas sociales[...]

Las elecciones nacionales de 2009 pueden considerarse como clave para el futuro del país, como un punto de inflexión, donde cada mitad del país se juega mucho en términos estratégicos, se juega cosas decisivas. Para “La Izquierda” - término con criterio operativo para englobar a todas las fuerzas políticas, sociales y económicas que se reconocen en el Frente Amplio – lo que está en juego es la continuidad en el gobierno o un fracaso en términos históricos, que compromete la propia continuidad del Frente Amplio y hasta quizás la misma credibilidad en el sistema democrático de algunos grupos políticos, pero especialmente de algunos segmentos sociales y de fuerzas sociales. Para “Lo Tradicional” – término con criterio operativo para englobar a todas las fuerzas políticas, sociales y económicas que se reconocen en los partidos tradicionales – lo que está en juego es la reconquista del gobierno o su pérdida por larga data.

“La Izquierda” vivió su centenaria vida como competidor electoral con sentido de acumulación histórica. Primero fueron los sesenta años de los partidos originados en el marxismo; luego casi tres décadas y media de creación del Frente Amplio, sobrevivencia a la persecución y a las fracturas, y luego crecimiento ininterrumpido, finalmente el alcanzar el gobierno con sentido de quiebre histórico, de recambio definitivo del bloque político al frente del gobierno. En términos de determinismo histórico, para “La Izquierda” el año 2004 fue la llegada al gobierno para, desde allí, caminar hacia la conquista final del poder. Desde el gobierno se apuntó a lo que considera corregir injusticias y fracasos de las políticas neoliberales, sentar las bases hacia el poder – en medio de cuyo camino está la Asamblea Constituyente – y desde el poder el cambio histórico de sistema social. Es decir, “La Izquierda” como parte del proyecto transformador latinoamericano. Para manejar las cosas en forma muy estricta, esto es lo que aparece más bien sugerido en los documentos oficiales del Frente Amplio, sostenido con claridad por una parte considerable del partido de izquierda (quizás la mitad, quizás algo menos), pero lejos de ser compartido por la unanimidad del frenteamplismo, buena parte del cual se reconoce más en la franja socialdemócrata europea que en el socialismo transformador latinoamericano.

Una derrota en 2009 representa el quiebre de ese determinismo y significa un fracaso en términos históricos, que para algunos puede suponer el agotamiento de la vía electoral. Para otros puede significar una formidable desmotivación hacia lo político y el descreimiento en el propio pueblo. No es fácil imaginar los impactos que una derrota puede ocasionar al Frente Amplio, pero sin duda es un golpe difícil de asimilar y, hasta muy poco, realmente muy poco, inimaginable para la totalidad de sus dirigentes, todos los cuales todavía no avizoran el espectro de la derrota electoral.

Para “Lo Tradicional”, el paisaje natural del Uruguay es el gobierno del país por los partidos tradicionales, tan connatural como el terreno suavemente ondulado, el clima templado o el incesante viento. No se alcanzó a comprender por qué ocurría el fenómeno de crecimiento del Frente Amplio, no se atinó a un diagnóstico certero y se creyó que podía frenarse con modificaciones constitucionales que obstruyesen su acceso al gobierno. No solo no se impidió su acceso, sino que se lo postergó para que lo alcanzase en las mejores condiciones políticas, es decir con la mayoría absoluta del país más una holgada mayoría parlamentaria detrás de sí. Lo que nadie pudo prever, porque estaba más allá de todo cálculo, es que coincidiese además con el mejor momento de crecimiento económico del mundo y de la región en muchísimas décadas; y tampoco nadie pudo prever que si no se hubiesen puestos los obstáculos constitucionales, quizás hubiese alcanzado el gobierno en uno de los peores contextos regionales de la historia (no es seguro que se hubiese dado ese acceso al gobierno, porque el cambio de reglas de juego supone necesariamente un cambio en la conducta de los actores, pero las probabilidades eran muchas). Producido el gran desgaste de los partidos tradicionales como un conjunto, ante una sociedad con una formidable herida como consecuencia de la crisis de 2002, la salida de los partidos tradicionales del gobierno apareció como un alivio temporal, como el fin de un suplicio. Máxime cuando muchos pensaban que el Frente Amplio iba actuar con inmadurez e irresponsabilidad, y el lustro iba a culminar con una población clamando por el retorno de blancos y colorados, en medio de una desocupación espeluznante, alta inflación, desestructuración del Estado. Ello no ocurrió, entre otras cosas porque el gobierno del Frente Amplio fue un gobierno normal, menos prudente de lo debido según unos, más prudente según otros, pero dentro de lo que se puede llamar franja de normalidad. Y contó con una bonanza económica excepcional.

Si el Frente Amplio gana en 2009 quiere decir que no llegó al gobierno para ocuparse de los asuntos públicos en el intervalo entre un largo ciclo tradicional y el siguiente, en el entretiempo de descanso para que los partidos tradicionales recuperasen fuerza. Entonces, los cálculos básicos de “Lo Tradicional” fallan. Lo que sigue es entonces un Frente Amplio que debe seguir su maduración en el gobierno y tiene por delante las posibilidades de seguir avanzando en su proyecto, o en algunos de sus proyectos, más hacia una socialdemocracia clásica o hacia un proyecto socialista transformador.

Si el Frente Amplio pierde en 2009 se romperá el imaginario de un determinismo histórico inexorable. No habrá pasaje del gobierno al poder, sino que habrá retorno desde el gobierno hacia el llano. Y ese periodo de gobierno oficiará como el descanso necesario para que los partidos tradicionales hayan descansado, lavado sus heridas, para que el paisaje político del Uruguay fuese el mismo que existió desde su nacimiento como República.

Quizás no sea todo tan dramático. Se consolide el bipartidismo y más tarde o más temprano las alternancias en el gobierno. Que el Frente Amplio si gana deba revalidar lustro a lustro el apoyo mayoritario, y que si gana “Lo Tradicional” también deban revalidar lustro a lustro su apoyo. Los primeros deberán demostrar cada cinco años que siguen siendo confiables para la mayoría; blancos y colorados deberán demostrar que un retorno suyo al gobierno no implica el retorno de las prácticas que lo alejaron de las grandes mayorías. Quizás sea así, pero por ahora parece que la visión predominante en “La Izquierda” y en “Lo Tradicional” es mas apocalíptica. Y la campaña electoral entonces puede llegar a tener tonos apocalípticos.