05 Set. 2010

El complejo o incierto juego de Brasil

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La inserción internacional sigue uno de los temas estratégicos más trascendentes para Uruguay, del que se ha dejado de hablar al menos con dramatismo mientras se vive este largo periodo de vacas gordas, pero que continúa vigente y no se ha resuelto[...]

La inserción internacional sigue uno de los temas estratégicos más trascendentes para Uruguay, del que se ha dejado de hablar al menos con dramatismo mientras se vive este largo periodo de vacas gordas, pero que continúa vigente y no se ha resuelto. Lo más relevante es que no es claro cuánto va a apostar Uruguay a su futuro como componente de un gran conjunto regional y cuánto va a pesar la región. Lo que son claras son algunas cosas: que por poco que llegase a pesar, siempre la región va a pesar de manera significativa; que esta región tiene marcada el destino de un fuerte liderazgo de Brasil, el que podrá ser ejercido en solitario o compartido; que Brasil no se ha decidido ni a ejercer un liderazgo regional ni a dejar de ejercerlo; que Argentina ha dejado de ser un contrapeso de Brasil, dada su creciente fragilidad; y que el único contrapeso individual podría ser el de México, siempre y cuando a la región no se la confine dentro de los límites del continente sudamericano. Dicho esto, con todos los condicionales, hay un punto de partida indiscutible: para el destino del Uruguay es fuertemente relevante, hasta decisivo, lo que en términos estratégicos haga Brasil. Por tanto, pensar en hacia dónde va y qué hace Brasil no es pensar en términos de un problema ajeno sino propio.

La primera duda que presenta Brasil si se en forma continuada y sostenida, como objetivo estratégico de país y como política de Estado, va a mantener su actual búsqueda de ser un jugador mundial (un global player). La segunda duda, en ese caso, es si la calidad de jugador mundial se hace a partir del ejercicio de un liderazgo regional y la representación de una región del mundo, o por el contrario se considera que Brasil es un país que per se tiene el potencial de ser una figura global sin necesidad de representar a región alguna, como los casos de Estados Unidos de América, la Federación Rusa o la República Popular China; o cuenta con un potencial demográfico y económico que le permite pretender pararse en el mismo escalón que estas tres potencias, como es el caso de la India.

En la búsqueda de ser un jugador mundial per se, sin necesidad de liderazgo ni representatividad regional, ha logrado algunos éxitos, como su participación en el Foro de Davos o su integración en el G20 (junto a otros dos países latinoamericanos como México y Argentina). Anteriormente había conformado una alianza con Alemania, India y Japón (el Grupo de los 4) en pos de la obtención cada uno de ellos de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidos, que contó con la férrea oposición del Coffee Club, especialmente de Italia, China y Argentina. Fallida la reforma del Consejo de Seguridad se desvanecieron las alianzas con Alemania y Japón; entonces, los otros dos miembros del Grupo de los 4 (Brasil e India) transcurrieron por otro camino y lograron la conformación del BRIC (Brasil, Rusia, India y China). La primera alianza tenía un sentido puntual y un objetivo inmediato: sentarse en forma permanente en el Consejo de Seguridad. Esta otra alianza, especialmente la presencia de Brasil plantea algunas dudas sobre cuál es su equivalencia con los otros tres socios: todos ellos son miembros del Club Atómico; la población de India y China más que quintuplican la de Brasil (no así la de Rusia, que es algo inferior); el PIB global de China más que duplica al de Brasil (no así Rusia ni la India). Tampoco queda claro cuál es el objetivo final de esta alianza ni cómo se articula con otros objetivos de Brasil. A su vez, se ha desarrollado un nivel especial de entendimientos entre Brasil y Sudáfrica.

Hay dentro de Brasil quienes ven estos juegos más como producto de un posicionamiento personal del presidente en vías de salir, que un proyecto de Estado como tal. Lo que no es asunto menor mirado en términos estratégicos. No solo porque un cambio de gobierno podría cambiar los objetivos y posicionamientos (riesgo por ahora teórico) sino porque el cambio de persona en la Presidencia puede cambiar la fuerza de Brasil y el interés por Brasil.

Como fuere, la pregunta que surge es si este juego planetario afecta en algo su juego en la región, o si sirve para algo a los países de la región. En la región misma Brasil ha visto con bastante indiferencia el formidable descaecimiento del Mercosur, ha jugado a proyectos alternativos como Unasur (la Unión de Naciones Suramericanas) y no plantea con claridad hacia dónde quiere ir. Parece claro que así como Brasil no buscó sentarse en el Consejo de Seguridad como referente o representante de una región (a definir cuál sería), tampoco parece su juego en el BRIC ni su presencia en el G20 ser la consecuencia de la búsqueda de representar alguna región. Demás está decir que tampoco queda clara cuál es la región, porque puede ser el debilitado Mercosur, la vieja Sudamérica compuesta por diez estados iberoparlantes o la nueva Sudamérica de Unasur, que incorpora a dos países culturalmente ajenos a la cultura continental como Guyana y Surinam. Parece claro que América Latina nunca va a ser para Brasil la región a representar o referir, pues allí se encontraría con la no deseada competencia con México. Parece en cambio es claro que en todas las definiciones de región brasilero céntricas entra Uruguay. Lo que cambia para Uruguay es que su papel es más importante cuanto menor sea la cantidad de actores en la región y menos importante cuando mayor sea el número de actores. Y dado que es un hecho que siempre la República Oriental va a estar asociada a su vecino del norte, la pregunta es si le sirven para algo, cuánto, qué, estos juegos de Davos, G20, unión con Sudáfrica o BRIC. Lo claro es que no le ha servido de mucho el debilitamiento del Mercosur, proyecto al cual el Uruguay apostó con toda su energía y todas sus ilusiones hace ya casi un par de décadas.

La magnitud de los juegos mundiales de Brasil es importante, si se analiza que teje alianzas o interviene en temas relacionados con Rusia, India, China, Irán, Medio Oriente, Sudáfrica y Honduras. Entonces, la otra preocupación que le surge a Uruguay es que mientras su vecino del norte gaste sus energías en estos juegos pluricontinentales, su libido está cada vez más lejos de sus vecinos y afines.