El Observador
¿Tabaré Vázquez va a ser el próximo presidente de la República? [...] Las encuestas sugieren que si las elecciones fueran hoy, con el panorama presente y la actual oferta electoral, Vázquez con mucha comodidad obtendría el triunfo en primera vuelta, en forma mucho más holgada que en 2004. [...] Pero – y los peros pueden no importar y no ser decisivos, pero a priori es necesario tenerlos en cuenta – hay tres elementos que pueden obstaculizar esa autopista de retorno del oncólogo a la itinerante Casa de Gobierno. [...] Hay pues bastantes incógnitas.
¿Tabaré Vázquez va a ser el próximo presidente de la República? Esta repetida pregunta aparece cada vez que uno habla con periodistas, empresarios y formadores de opinión uruguayos, y con más fuerza aún cuando uno conversa o es entrevistado por periodistas, inversores y analistas extranjeros. La prefiguración de ese escenario electoral surge fácilmente de tres elementos: la alta popularidad del ex presidente, la falta de modelo alternativo de la oposición y la falta de sucesores fuertes e indiscutidos en el Frente Amplio. Las encuestas sugieren que si las elecciones fueran hoy, con el panorama presente y la actual oferta electoral, Vázquez con mucha comodidad obtendría el triunfo en primera vuelta, en forma mucho más holgada que en 2004. Hasta aquí, todo resuelto y obvio. Así las cosas, daría para sostener –y es lo que lleva a muchos a formular la pregunta más como una afirmación que como una interrogante- que no hay incógnita alguna respecto a las elecciones del 26 de octubre de 2014.
Pero – y los peros pueden no importar y no ser decisivos, pero a priori es necesario tenerlos en cuenta – hay tres elementos que pueden obstaculizar esa autopista de retorno del oncólogo a la itinerante Casa de Gobierno. En primer lugar, Vázquez crece en el silencio y tiene un manejo espectacular de los tiempos, de entrar y salir de escena en el momento oportuno, y así lo demostró en 2010, cuando emergió dos veces del silencio: primero para con gran sutileza marca distancia de la aproximación de Mujica a Kirchner, y la segunda cuando desbarató la solución entre el gobierno y Philip Morris. Pero en 2011 sus salidas fueron fallidas, hasta verse obligado a guardar silencio ante el inexplicable relato de su apelación a Estados Unidos en caso de conflicto de fuerza con Argentina (inexplicable no lo hecho como presidente, sino el haberlo dicho, cuándo y cómo). Si alguien crece en el silencio y tropieza en el hablar, puede tener costos que produzcan en algún momento algún quiebre. Un segundo punto es que si bien en las encuestas, en los ejercicios de buscar preferencias por tríadas o cuartetas, capta de lejos la abrumadora mayoría de las preferencias, en juegos más abiertos resulta que la mayoría de los frenteamplistas no se inclinan libremente por Vázquez, y además un número significativo de frenteamplistas (1 de cada 10, o de cada 5, según el momento) manifiesta que vota en blanco o paga la multa para no votar, aún ante el escenario de Vázquez candidato (esto se traducirá o no en acto votacional, pero demuestra la existencia de un profundo malestar o desencanto). El tercer punto es que dentro del Frente Amplio las principales fuerzas lo menos que quieren es que el ex presidente retorne, se pude decir con claridad que solamente los socialistas, algunos dirigentes del entorno tabarecista y algunos dirigentes (solo algunos) del astorismo; ni el astorismo -mayoritariamente- ni el mujiquismo ni el comunismo se sienten muy entusiastas de una nueva candidatura de Tabaré.
En el supuesto que todos estos peros no cuenten, hay otros peros, relacionados a un hecho más elemental: para que alguien resulte presidente: antes tiene que ser candidato, y para ello tiene que querer serlo. No hay duda alguna que a Vázquez le gustaría volver a ser presidente, máxime cuando podría ser la segunda persona en el país (y la primera de izquierda) en ser elegida presidente dos veces en forma directa por el pueblo (el único hasta ahora lo fue el colorado Sanguinetti); o la tercera persona en ser elegida constitucionalmente dos veces, por fuera de toda controversia (el primero de todos, Batlle y Ordóñez). Seduce mucho imaginar estar en esa galería de honor.
En cuanto a la lucha por el poder hay dos grandes estilos extremos (y como siempre, un abanico muy grande de matices). En una punta el líder político que juega sobre seguro y trata de no arriesgar un fracaso (ha sido el caso de Sanguinetti, una sola vez candidato y exitoso) y del otro el luchador nato, que juega y apuesta sin mirar posibilidades (casos de Jorge Batlle y Lacalle, cinco y cuatro veces candidatos, respectivamente, con un éxito cada uno). A Vázquez hay que clasificarlo en la de los que miden la temperatura, y en un doble o triple sentido. En primer lugar, en cuanto a no arriesgar un tropiezo electoral, que lo sería el simple hecho de ganar en segunda vuelta, tras su triunfo en primera vuelta en 2004. Quizás por ahora el inconveniente menor, que será tan menor o más mayor según se vea en estos dos años por delante.
En segundo lugar, las posibilidades de salir exitoso de un segundo mandato. No hay duda que Vázquez salió muy exitoso de su primer gobierno, no importa cuánto por mérito propio y cuánto por mérito ajeno (eso que quede para la discusión política entre amigos y adversarios), pero no cabe duda que entregó el mando en un mar de glorias. Y tiene dos amenazas a la repetición de ese éxito. La primera amenaza, o incertidumbre, es cuál será el panorama económico a partir del 2015. Porque el gobierno de Vázquez fue el gobierno del sostenido crecimiento del salario real y del empleo, y de las generosas políticas distributivas ¿Qué pasa si hay nubarrones en el horizonte? ¿Aceptaría ser el gobernante que en su segundo periodo llevara adelante ajustes, restricciones, congelamientos? ¿No temería a que le sucediera lo de Carlos Andrés Pérez en Venezuela, que -más allá de contextos de corrupción y descaecimiento del sistema político- fue el hombre exitoso del boom del precio del petróleo y el fallido del crack del precio del petróleo, el hombre del ajuste y los recortes?
Pero la segunda amenaza es que en su primer gobierno contó con un liderazgo indiscutido y un acatamiento automático del Frente Amplio y de las mayorías parlamentarias ¿Es eso repetible? ¿Está acorde a la personalidad de Tabaré Vázquez encontrarse con mayorías con las que haya que zurcir y bordar, algo completamente ajeno a su temperamento? Hay pues bastantes incógnitas.