El Observador
El electorado uruguayo es clasificable en tres grandes categorías: Uno, electorado con pertenencia partidaria: 62%-64%. Dos, electorado estable a un partido político, pero sin llegar a expresar pertenencia al mismo, o consecuentemente refractario en el voto: 26%-30% Tres, electorado volátil: 8%-10%. [...] Con esa baja volatilidad, alta estabilidad y altas pertenencias, la votación básica de los partidos es altamente predecible, con independencia de candidatos. [...] Aquí sí pueden jugar situaciones y candidatos, pero lo es en la disputa de los pocos puntos porcentuales de votos que generan impactos cualitativos
La competencia entre partidos, entre sectores, entre candidatos, el análisis de las encuestas y las reacciones ante la difusión de las encuestas, la manipulación o sesgo en la forma de presentación de las encuestas filtradas por los interesados, o la difusión de seudo encuestas, son todos temas relacionados con un tema de fondo: por qué y cómo vota la gente, qué influencias recibe, cómo se socializa políticamente cada individuo, qué lo lleva a dar el voto a un partido y no a otro, preferir un candidato y no otro1. Por supuesto que la respuesta es una si se está en un país de poliarquía centenaria pese a alguna interrupción (es decir, de democracia política liberal centenaria), con elecciones libres, competitivas, no protestadas y legitimadas por la sociedad, basada en un sistema sólido de partidos, es decir, si se está en una democracia consolidada de partidos, como Uruguay. La respuesta es otra si se está o en una democracia nueva, o frágil, o en decadencia, o incompleta, como por ejemplo Argentina, o si aún siendo sólida la democracia, no hay un fuerte sistema de partidos, o el mismo está en cuestionamiento, o en permanente reconstrucción, como Francia o Italia.
Un primer ángulo a analizar es cuál es el grado de adhesión de los ciudadanos a los partidos y cuál es el grado de estabilidad de esa adhesión. Al respecto, un primer dato es el análisis de la volatilidad electoral, o sea, el porcentaje del electorado que migra de un partido a otro, o de un partido al conjunto de opciones residuales (voto en blanco, voto deliberadamente anulado) o viceversa. De 1942 a la fecha ese volumen ha oscilado en números gruesos entre el 5% y el 10% del total del electorado2. La volatilidad de 2004 a 2010 fue un poco más del 8%, resultado de la pérdida de 2 ½% del Frente Amplio y de casi el 6% del Partido Nacional; y la ganancia de algo menos del 7% del Partido Colorado, ½% del Partido Independiente, algo similar de Asamblea Popular y otro tanto del voto refractario. Cabe observar que la mayor volatilidad se da en la competencia entre uno y otro partido tradicional, es decir, es una volatilidad interna al área tradicional o bloque tradicional. Primera conclusión relevante: el 90% del electorado tiene una adhesión firme a los partidos políticos individualmente considerados en elecciones nacionales.
Un segundo ángulo es el piso en elecciones nacionales demostrado en los dos últimos ciclos electorales por los diferentes partidos, es decir, el voto básico global nacional. Ello da un 48% para el FA, 29% para el PN, 10% para el Partido Colorado, 2% para el Partido Independiente y 2% para el voto refractario. Total: 91%, cifra similar al porcentaje de electorado de voto no volátil o firme, lo cual es una segunda conclusión.
Un tercer ángulo de análisis va por otro lado, y es la medición de la pertenencia política. Los dos primeros ángulos toman como fuente los datos votacionales, éste en cambio toma las encuestas de opinión pública. La pregunta más usual en el mundo, con variaciones por país, se asemeja a la utilizada por el Instituto Factum en Uruguay: ¿Vd. se considera blanco, colorado, frenteamplista, o qué? La primera vez que se usó una formulación así, a finales de los años cuarenta del siglo pasado, en los Estados Unidos, la redacción fue: ¿Vd. normalmente se siente demócrata, republicano o qué? Con las pequeñas oscilaciones que son más bien producto de diferencias muestrales y márgenes de error estadístico, para el promedio desde el fin del pasado ciclo electoral hasta ahora (2010-2012), las pertenencias dan: frenteamplista, 33-34%; blanco/nacionalista, 17-18%; colorado/batllista, 10%-11%; a ello cabe sumar en la izquierda casi un 1% que se define como socialista, comunista o tupamaro, es decir, que la pertenencia al sector predomina sobre la pertenencia al partido (en este caso es cuando sociológicamente se da una percepción del Frente Amplio como coalición). La suma da que entre el 62%y el 64% de los uruguayos adultos (18 años en adelante) expresan pertenencia a un partido político.
Cabe aclarar que la pertenencia es mucho más que emitir el voto, es considerarse ser parte de algo, pertenecer a algo. No es una expresión de simpatía, o una opción puntual en un momento determinado. El análisis de la historia del Uruguay permite observar que en las pertenencias partidarias se reproduce el fenómeno universal de las pertenencias religiosas: las personas de una misma familia tienden a pertenecer a un mismo colectivo político, las adhesiones se reproducen intrafamiliarmente. Precisamente cuando se interrumpe la reproducción intrafamiliar es cuando se procesa el continuo desplazamiento del electorado desde los partidos tradicionales hacia la izquierda (1971-2004).
De todo lo anterior surge que el electorado uruguayo es clasificable en tres grandes categorías: Uno, electorado con pertenencia partidaria: 62%-64%. Dos, electorado estable a un partido político, pero sin llegar a expresar pertenencia al mismo, o consecuentemente refractario en el voto: 26%-30% Tres, electorado volátil: 8%-10%.
Consecuentemente con lo anterior, cuando se estudian las probabilidades de un resultado electoral futuro, lo primero a analizar es si se van a dar cambios significativos en el nivel de volatilidad, si se va a producir o no una variación en el grado de estabilidad en el voto. Naturalmente que arribar o a una u otra conclusión no es solamente una expresión de deseos, sino el extraer conclusiones científicas válidas de herramientas válidas a partir de datos comprobables.
Con esa baja volatilidad, alta estabilidad y altas pertenencias, la votación básica de los partidos es altamente predecible, con independencia de candidatos. Por otro lado la volatilidad es lo suficientemente significativa como para que pueda determinar desde el claro triunfo hasta la clara derrota del Frente Amplio (ya que su potencial oscila entre más del 50% y cerca del 46%); o como para que pueda producirse la inversión en el ranking de los partidos tradicionales. Aquí sí pueden jugar situaciones y candidatos, pero lo es en la disputa de los pocos puntos porcentuales de votos que generan impactos cualitativos (CONTINUARÁ)
1 Segunda nota de una serie de tres sobre “Las motivaciones del voto”
2 Medido en Indice de Pedersen, que es la semisuma de la diferencia en números absolutos del porcentaje de votos de cada partido en la comparación de dos elecciones.