El Observador
“Dios ¡Cuídame de mis amigos, que de mis enemigos me cuido solo!” Esta frase parece ser la invocación de todos los miembros del gobierno. [...] Un primer elemento que surge es que los oficialismos pueden estar divididos, con mayor o menor compromiso con el gobierno; o puede dividirse el partido de gobierno, con una parte en el gobierno y otra en la oposición, o al menos fuera del compromiso con el gobierno. [...] Juegos como los que se vienen exhibiendo se atribuyen a juegos personales individuales de los que ofician de fuente periodística. [...] Este gobierno cuenta con el contexto más favorable; sus propósitos y su orientación cuentan con un formidable apoyo de la gente. Viene muy enredado en la ejecución y agrega el desarrollo del juego de desestabilización hacia parte del gobierno. Nada de esto aparece en ningún manual de buen gobierno.
“Dios ¡Cuídame de mis amigos, que de mis enemigos me cuido solo!” Esta frase parece ser la invocación de todos los miembros del gobierno. Quizás habría que modificarla y decir “¡Cuídame de mis amigos, porque de mis enemigos no tengo que preocuparme!” Es que ni blancos, ni colorados ni del Partido Independiente realizan ataques personales a los miembros del gobierno –quizás alguna que otra excepción, pero nada más- y en general se puede decir que la oposición ataca poco al gobierno en su conjunto, y más bien establece sus diferencias en algunas áreas específicas, aquéllas en que la opinión pública en forma mayoritaria juzga mal la gestión del gobierno, y la oposición elogia reiteradamente aquellas otras áreas que la opinión pública o las elites consideran exitosas. Puede decirse que, a diferencia del viejo dicho, de los enemigos nadie tiene que cuidarse.
Otra cosa es de los amigos. En forma sistemática, a lo largo de los últimos trece meses y algo, hay un bombardeo sistemático contra determinadas figuras del gobierno. La campaña de trascendidos tuvo como vehículo un medio de prensa a lo largo del año pasado, hoy es otro el medio de prensa que vehiculiza esos trascendidos; el origen se ubica en la Torre Ejecutiva y se sabe con absoluta precisión el nombre, el apellido, la edad, la altura y el peso de la fuente que según la forma de transcribir las noticias, sería oculta. Los ataques principales tienen como blanco al Frente Liber Seregni: el equipo económico en general y el ministro de Economía en particular, el ministro de Turismo y el ministro de Transporte. También los ataques apuntan en forma sistemática contra el ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, un hombre independiente dentro del Frente Amplio, elegido a título personal por el propio Mujica por sus condiciones como profesional, productor rural y gremialista arrocero; sin embargo, la línea del ministro de Ganadería, en gran coincidencia con el equipo económico, resistido por el aparato emepepista, lo puso en el blanco. Otro objetivo es el tiro al blanco con la ministra de Vivienda, persona de particular confianza de Lucía Topolansky, donde descubrir las motivaciones de los juegos resulta un poco más complejo, o requiere de mucha mayor información. Y lo nuevo es el tiro al blanco contra el propio secretario de la Presidencia de la República.
Hasta aquí lo que viene a ser el relato de la farándula política, los dimes y diretes en los juegos de poder. Conviene pasar al análisis de fondo. Para empezar, un dato no menor es que el ministro de Turismo es el gobernante mejor visto por la opinión pública, seguido del líder del Frente Liber Seregni -el vicepresidente Danilo Astori- y en tercer término por el ministro de Economía. El ministro de Ganadería cuenta con el mismo nivel de aprobación que el presidente de la República y el ministro de Transporte está en el promedio exacto del juicio sobre los gobernantes1. De donde, los ataques no aparecen relacionados con el juicio de gestión, o al menos con el juicio de la opinión pública, y en varios de los casos, con los juicios coincidentes de los actores económicos.
Un primer elemento que surge es que los oficialismos pueden estar divididos, con mayor o menor compromiso con el gobierno; o puede dividirse el partido de gobierno, con una parte en el gobierno y otra en la oposición, o al menos fuera del compromiso con el gobierno. De ellos hay viejos antecedentes como la relación entre la “Lista 15” de Luis Batlle Berres y la “Lista 14” del diario El Día y aledaños, en el último gobierno colegiado colorado; o la relación entre la Unión Blanca Democrática y el herrero-ruralismo en el último gobierno colegiado del país, el segundo gobierno blanco del siglo XX. Lo que no puede dividirse es el gobierno, donde no puede haber lealtades mayores o menores es en el gobierno mismo, dentro del gobierno, entre las figuras del gobierno.
Juegos como los que se vienen exhibiendo se atribuyen a juegos personales individuales de los que ofician de fuente periodística. Pero no hay duda que por omisión o por comisión hay una primera responsabilidad del presidente de la República, porque el presidente si no quiere dejar hacer, puede impedir que se haga. Un presidente no puede decir que no puede impedir los juegos de sus colaboradores directos, porque o no es verosímil o demostraría una impotencia dirimente para el ejercicio del cargo.
¿La Presidencia de la República se siente tan fuerte, tan por encima del bien y del mal, a cubierto de cualquier tempestad, para considerar que puede debilitar al equipo económico, a la mitad de los ministros del área productiva y mellar el peso del secretario de la Presidencia de la República, sin que eso afecte la fortaleza del gobierno? Porque estos juegos no ocurren jamás en gobiernos que funcionen adecuadamente. Los juegos públicos de desestabilización constituyen una patología en el funcionamiento normal de un gobierno. No es lo común en Uruguay.
En el gobierno anterior se dio un juego a lo largo de tres años, donde también operadores de la Presidencia de la República del momento, o vinculados a la misma, hicieron el mismo juego de trascendidos contra el ministro de Relaciones Exteriores. Y sin duda ese juego fue uno de los puntos más debilitantes de ese gobierno, porque precisamente el peso internacional de un país se debilita si se debilita la imagen del Canciller, mucho más cuando el debilitamiento es impulsado desde la Presidencia de la República. Pero fue un juego aislado, que no constituyó la norma del gobierno. Y no afectó el corazón de la política. Cuando en el gobierno de Batlle una parte del oficialismo cuestionó al ministro de Economía, este cayó de inmediato. Y no fue cuestionado por el presidente sino por un partido aliado, miembro pleno de la coalición de gobierno.
Este gobierno cuenta con el contexto más favorable; sus propósitos y su orientación cuentan con un formidable apoyo de la gente. Viene muy enredado en la ejecución y agrega el desarrollo del juego de desestabilización hacia parte del gobierno. Nada de esto aparece en ningún manual de buen gobierno.
1 Encuesta Nacional Factum 2011