El Observador
El Partido Independiente afronta tres clases de desafíos sustantivos: de identidad o pertenencia, de definición ideológico-cultural y de ubicación en la geografía política.
El Partido Independiente afronta tres clases de desafíos sustantivos1: de identidad o pertenencia, de definición ideológico-cultural y de ubicación en la geografía política. El problema de identidad está en principio relacionado con el nombre, aunque no necesariamente. Si a alguien fuera del Uruguay y sin conocimiento del país se le pidiese que definiese qué quiere decir colorado o blanco lo único que atinaría a decir es que son meramente colores, y que Frente Amplio lo más que sugiere que el frente no es estrecho; aunque Nacional tiene algo más de contenido, tampoco es claro si es una apelación al nacionalismo, a la diferenciación de lo propio contra lo extraño o a la pretensión de abarcar la totalidad del territorio nacional. Lo que hace que tenga significado profundo e inequívoco el decir colorado, blanco, nacionalista, frenteamplista o el sentirse como tal, es el contenido que el tiempo ha dado a esas palabras. Pero para que las palabras simples, sin contenido político, ideológico o cultural, alcancen contenido, requiere de un largo proceso y de la creación de hechos que lo transformen en identidad. Y además en palabras que pasen a ser inequívocas en la definición.
Partido Independiente es una expresión que lo más que quiere decir es que no depende de nadie, cosa que en verdad ocurre con todos los partidos. Que una persona se defina como independiente –y éste es el verdadero equívoco, la real falta de identidad- para nada sugiere adhesión, simpatía o pertenencia al Partido Independiente. Tampoco ha buscado crear una marca, por ejemplo, el PI y como derivado el piísmo (algo así como el priísmo mexicano), que entonces sí apuntaría a ir creando una identidad. Un partido puede sobrevivir un tiempo sin identidad, pero no sobrevive demasiado tiempo si no genera pertenencias, porque las pertenencias son los que le dan un piso cuantitativo. Entonces, primer desafío: ver qué hace con su nombre y a dónde apunta la creación de identidad para ir luego hacia la generalización de una pertenencia.
El segundo tema es de carácter ideológico-cultural. En los últimos cien años largos, los partidos cuantitativamente menores –los terceros partidos en el esquema bipartidista, el cuarto partido en el esquema tripartidista- fueron partidos de nicho y de ideología: los comunistas, marxistas leninistas, como pretensión de expresión de la clase obrera; los socialistas –marxistas- inicialmente como expresión estudiantil, universitaria y de la clase media profesional, posteriormente también en la pretensión de expresar al movimiento de trabajadores; la Unión Cívica del Uruguay como defensora intransigente de los principios de la Iglesia Católica en momentos de avance de un duro laicismo anti religioso. Eso es lo que le dio sentido a esos partidos y una larga estabilidad electoral. Los partidos catch-all, o al menos los partidos con un amplio abanico de corrientes y diversidad de culturas políticas han demostrado ser funcionales a partir de una determinada magnitud electoral, no inferior a un sexto del electorado.
El Partido Independiente en cambio se ve atrapado en el choque de dos culturas políticas opuestas: una versión izquierdizante del socialcristianismo y una versión tímida de la socialdemocracia. El aborto, más allá de la importancia intrínseca del tema, ha resultado un elemento simbólico de primera importancia en la clasificación político-cultural de los actores políticos. Y el Partido Independiente es el que queda literalmente partido al medio, entre una clara cultura conservadora y una tímida cultural liberal (porque la incidencia de parte del Partido Independiente en la elaboración de la Ley de Despenalización del Aborto determina el régimen permisivo menos liberal en relación a cualquiera de los impulsados por los diferentes partidos socialdemócratas de Europa Occidental). No solo votó dividido, sino que se produjo un duro debate parlamentario entre sus dos diputados, y el presidente del Partido asumió una actitud combativa en defensa de una postura culturalmente conservadora. Esta convivencia de dos culturas opuestas es una fuerte limitante al desarrollo del partido, o al menos a la clarificación de su mensaje hacia la captación de electorado primero y la generación de pertenencias luego.
El tercer desafío es la ubicación en la geografía política. Los partidos pequeños lograron colarse en intersticios dejados por el bipartidismo. El tripartidismo deja menos agujeros. Y todo juego de tríadas es más complejo y más omnicomprensivo para sus jugadores. Insertarse en un juego de tríadas es harto difícil. El Partido Independiente puede quedar asfixiado a izquierda por el ala más moderada del Frente Amplio y a derecha por el ala más progresista del Partido Nacional y, eventualmente, del Partido Colorado (si se recrea con fuerza una corriente de puro batllismo colorado). El desafío es mutar el riesgo de asfixia por potencialidad de crecimiento, y de disputar espacios a izquierda y derecha.
Hay un problema en este tercer desafío: la hiperpresidencialización no solo del gobierno, sino de las elecciones nacionales y de la conducta de candidatos y electores; dicho al revés, la desparlamentarización de las elecciones. Con mayor o menor realidad, los tres grandes partidos sugieren razonablemente tener posibilidades de ocupar la Presidencia de la República, que actualmente la ciudadanía ubica como sinónimo de ocupar el gobierno. Un partido pequeño per se no tiene posibilidad alguna de pretender convencer a nadie que cuenta con alguna remota posibilidad de obtener la primera magistratura. Eso hacia las elecciones nacionales de octubre. Lo que queda como camino para un partido pequeño es tratar de parlamentarizar la elección de octubre en la medida que a priori participe en la elección presidencial mediante el anuncio del apoyo en el balotaje a un candidato de verosímiles posibilidades de obtener la Presidencia de la República. En otras palabras, que compita en octubre como un aliado externo de uno de los grandes partidos y de uno de los principales candidatos.
Por aquí andan los principales desafíos, nada menores, para el Partido Independiente.
1 Nota adicional a la serie originalmente de cuatro, sobre el posicionamiento de los partidos a dos años de las elecciones nacionales del 26 de octubre de 2014. Ver Desafíos Electorales para el F.A, El poder de decisión de Vázquez, Los desafíos para el coloradismo y Los desafíos para el nacionalismo. El Observador.