El Observador
Guste o no va a comenzar el último año de tiempo efectivo de gobierno. [...] El gobierno tiene muchos desafíos. [...] Al Frente Amplio como fuerza gobernante le va mucho este año. No tanto en lo electoral sino en la credibilidad de su propia gente. Y aún en la credibilidad de los demás.
Guste o no va a comenzar el último año de tiempo efectivo de gobierno. Obviamente no es el último año calendario, resta el verano y después veinticuatro meses completos. De eso no hay duda. Pero el último año calendario no se gobierna, se administra. Salvo medidas de gravedad y de urgencia, el gobierno solo toma como nuevo decisiones administrativas; el tiempo más fructífero lo dedica a completar lo ya iniciado, ejecutar lo ya aprobado o definido, concluir lo que viene de antes. Ni siquiera tiene demasiado tiempo ni demasiado espacio para comunicar. Es que las luces de las candilejas –para usar un viejo término que da título a una obra maestra de Chaplin- ya no iluminan al primer mandatario ni a su elenco; las luces están puestas en los candidatos y en particular en los que disputan con mayores probabilidades. Para ser más exactos, hasta el 1° de junio de ese 2014 esas luces van a apuntar a los precandidatos que disputen las elecciones internas más reñidas, en menor grado a los precandidatos que sean vistos como seguros ganadores, en forma más tenue al resto de los contendientes, poco o casi nada a los gobernantes. Ya no es tiempo de gobierno sino tiempo de elecciones.
¿Cuándo empieza ese tiempo de elecciones? No es fácil definirlo, como no es fácil nunca el trazar una raya en cualquier clasificación. Vista las experiencias anteriores con el nuevo sistema electoral, el que emerge de la reforma de diciembre de 1996, entre octubre y noviembre del año que se va a iniciar es cuando comienza la campaña electoral propiamente dicha. En octubre deben renunciar los directores de entes autónomos y descentralizados que aspiren a bancas parlamentarias. Entre octubre y diciembre el partido oficialista va a terminar de definir la candidatura presidencial o a oficializar la candidatura de Tabaré Vázquez, con más facilidad o con más magulladuras, según haya o no referendo sobre la ley de despenalización del aborto.
El gobierno tiene muchos desafíos. Algunos pueden depender o no de sí, o puede depender una parte mayor o menor: cómo funcione la temporada turística, cómo golpee la economía uruguaya el enlentecimiento de los países que aquí hacen punta como Brasil o China, cómo golpee al Uruguay la creciente complicación de la situación argentina. Por ahí tiene mucho para preocuparse.
Pero quizás lo más significativo es lo trascendente. En materia societal entre 2012 y 2013 se completan dos pasos gigantescos: la despenalización del aborto y el matrimonio homosexual. Dos pasos que generan formidables adhesiones y no menos formidables rechazos. El matrimonio homosexual vino precedido, varios años antes, de la unión concubinaria entre personas del mismo sexo, y no despertó reacciones demasiada virulentas, a diferencia de lo que ocurre en España o en Italia. Es que los sectores más tradicionalistas, o más conservadores, o más apegados a valores clásicos, entre el aborto por un lado y el matrimonio homosexual por otro, han preferido concentrar la lucha en uno solo de ellos, ante el riesgo de que un combate doble pudiese conducir a una derrota doble. Y han considerado más importante impedir la liberalización del aborto que impedir el matrimonio homosexual. La lucha quedó concentrada en un solo tema, la interrupción voluntaria del embarazo, y ese combate sí o sí se va a dirimir en el 2013, con resultados de vigencia política por mucho tiempo.
En lo trascendente quedan asignaturas pendientes: la seguridad pública, la educación, la extensión del uso de las drogas, la violencia doméstica, para señalar las cuatro que los uruguayos consideran hoy como las más importantes1 El tercero aparece como muy complejo a nivel mundial y el último es un tema que la sociedad asume muy recientemente. Al culminar el octavo año de gobierno frenteamplista son los propios frenteamplistas los que reclaman algún resultado en materia educativa, el rescate real y efectivo de la enseñanza pública, de un tema muy caro a la izquierda y en que la izquierda siempre creyó tener las soluciones. Y la inseguridad pública, que no nace con los gobiernos de izquierda, sino que ésta hereda, y que ha sido el punto flaco de todos los gobiernos de los últimos veinte años, lleva a la población a esperar algún tipo de resultado rápido, o al menos a esperar que haya señales efectivas de que se comienza a desandar el camino.
Pero 2013 es el último año para aterrizar ideas, para transformarlas en planes concretos, para hacer los llamados a licitación cuyos pliegos de condiciones tienen antigüedad suficiente como para ir a la escuela, de concreción de grandes iniciativas anunciadas año tras año. No existe margen para seguir emitiendo sueños sino para exhibir realidades tangibles. Ese es el desafío. No es una exigencia de la oposición, sino de la sociedad y de la propia gente de izquierda en esa sociedad.
Hay gente en el oficialismo, gente con mucho equilibrio y sensatez, realista, con mentalidad analítica, que tiene la convicción de que hay terrenos en lo que los resultados se van a comenzar a exhibir. Hay optimismo en cuanto a seguridad pública y en cuanto a educación, especialmente en el interior. Lo importante para el oficialismo es que esos resultados aparezcan, pero además que la gente los vea y los valore. Y todo ello en el 2013.
Al Frente Amplio como fuerza gobernante le va mucho este año. No tanto en lo electoral sino en la credibilidad de su propia gente. Y aún en la credibilidad de los demás. Porque la credibilidad en los gobiernos es sustancial para la democracia, con independencia de cuál sea la fuerza de gobierno. Al despuntar el Tercer Milenio, el mayor enemigo de la democracia no son los proyectos autoritarios, del signo que fueren, sino el descreimiento, la apatía, la anomia. Uruguay está lejos todavía de que ese fenómeno sea muy extendido, pero ha comenzado. Y es en el comienzo que esos fenómenos deben ser revertidos.