El Observador
Lo obvio es que Tabaré Vázquez va a ser el candidato del Frente Amplio a la Presidencia de la República [...] Porque ya no se trata de decidir si es candidato, sino que lo que tiene por delante es solamente la posibilidad de renunciar a una candidatura ya existente, de desistir de la presentación electoral. [...] Tabaré Vázquez no solo es candidato porque él lo desea, sino además porque no tiene margen para no serlo.
A fines del siglo XIX uno de los maestros del periodismo norteamericano enseñaba que no es noticia que un perro muerda a un hombre, noticia es cuando un hombre muerde a un perro. Noticia no es lo obvio, lo que seguramente va a ocurrir, sino lo imprevisto o en todo caso lo que es la definición de una duda cierta, razonable, no de una presunta duda presentada como estrategia de marketing. Entonces, lo obvio es que Tabaré Vázquez va a ser el candidato del Frente Amplio a la Presidencia de la República, tan obvio como que Jorge Larrañaga ya es el precandidato presidencial de Alianza Nacional y Pedro Bordaberry el de Vamos Uruguay, aunque ninguno de estos dos ha sido formalmente proclamado. El que haya expectativa sobre si el ex presidente va o no a ser candidato, el que se haya fijado la fecha de octubre para la decisión, no es más que una estrategia de marketing y en todo caso de posicionamiento interno, que sirve en la medida en que la dirigencia frenteamplista crea que si no acepta integramente las condiciones que imponga Vázquez, éste no va a ser candidato.
Se pudo dudar con honestidad a lo largo de 2010 si el ex presidente pensaba aspirar a su retorno. Pero luego de sus dos ciclos de reapariciones públicas, él mismo se ha quedado sin margen de desistimiento1. Porque ya no se trata de decidir si es candidato, sino que lo que tiene por delante es solamente la posibilidad de renunciar a una candidatura ya existente, de desistir de la presentación electoral. El argumento que él más ha manejado es el de la biología; pero salvo algo imprevisto, es notorio que goza de una salud y de un estado físico envidiable para la gente de la cincuentena, ya no para la setentena. Si no hay argumentos biológicos, una renuncia a la candidatura implica que hay alguna o algunas de tres causas: que tema sufrir una derrota, que piense que la situación económica del Uruguay -y por ende la situación social- va a ser muy difícil, o que no cuente con la sujeción incondicional del Frente Amplio y de los legisladores frenteamplistas. Cualquiera de estas causas, y ni hablar dos de ellas, o las tres, suponen el reconocimiento de una situación grave del partido oficialista. Y actuaría como profecía autocumplida: la percepción de las dificultades generaría o aumentaría las dificultades, al punto de poder precipitar al Frente Amplio a un adverso resultado electoral, y quedar Tabaré Vázquez como el responsable de ese mal resultado.
La primera causa tiene que ver con el temor a no repetir el resultado de 2004, porque eso sería una derrota o un mal resultado. Ganar con mayoría parlamentaria pero ir al balotaje, es inferior a ganar en primera vuelta como lo hizo en 2004. Por tanto, es un retroceso. Ganar sin mayoría parlamentaria, que implica necesariamente ir al balotaje, es un triunfo pírrico con olor a derrota. (Y, tema para otro análisis, un escenario extraño al temperamento y la mentalidad de Vázquez). Pero la sospecha de que el ex presidente teme un mal resultado electoral conlleva necesariamente a que ese mal resultado electoral se dé o se acentúe. Porque a diferencia de Batlle o de Lacalle, que siempre se anotaron en las elecciones sin medir la temperatura (el primero cinco veces, el segundo cuatro), Vázquez no gusta arriesgar y demuestra que no le gusta.
La segunda causa de desistimiento sería el temor a no salir airoso de un segundo mandato. No hay duda que salió muy exitoso de su primer gobierno, no importa cuánto por mérito propio y cuánto por mérito ajeno (eso que quede para la discusión política entre amigos y adversarios), pero no cabe duda que entregó el mando en un mar de glorias. Y el temor sería a un panorama económico difícil a partir del 2015, con la consecuencia en restricciones sociales. Porque el gobierno de Vázquez fue el gobierno del sostenido crecimiento del salario real y del empleo, y de las generosas políticas distributivas ¿Qué pasa si hay nubarrones en el horizonte? ¿Aceptaría ser el gobernante que en su segundo periodo llevara adelante ajustes, restricciones, congelamientos? ¿No temería a que le sucediera lo de Carlos Andrés Pérez en Venezuela, que -más allá de contextos de corrupción y descaecimiento del sistema político- fue el hombre exitoso del boom del precio del petróleo y el fallido del crack del precio del petróleo, el hombre del ajuste y los recortes? Vázquez, a quien gusta ser Papá Noel ¿asumiría el papel del que convoca a su pueblo a pedirle que se ajuste el cinturón, reduzca el nivel de vida y se apreste a vivir de moñitas con aceite? La sola presunción de que no acepta la candidatura porque ve nubarrones en el horizonte, va a ser no solo de un negativo impacto electoral para el Frente Amplio, sino de un formidable impacto negativa en la confianza en la economía uruguaya.
Y la tercera causa de un desistimiento sería que no cuente con el liderazgo indiscutido y el acatamiento automático del Frente Amplio y de las mayorías parlamentarias. Aunque esto es lo que más ha preparado. El augurio de escenarios electorales complicados para el Frente Amplio, maximizados sin una candidatura suya, lleva a la izquierda a la tabaredependencia. Y siempre usó la tabaredependencia para imponer condiciones. En 1993 cuando obtuvo la reforma orgánica del Frente Amplio; en 2003 cuando logró el cheque en blanco para nombrar y remover ministros, subsecretarios, directores, jerarcas de entes y servicios, y el compromiso de que los legisladores frenteamplistas votarían sin rechistar toda ley que el presidente considerase necesario o de su deseo. El temor de la dirigencia frenteamplista a competir en las elecciones sin Tabaré Vázquez, algo así como el temor de los hijos a desplazarse por la vida sin el padre protector, llevan a esa tabaredependencia.
Por cualquiera de las tres motivaciones, Tabaré Vázquez no solo es candidato porque él lo desea, sino además porque no tiene margen para no serlo.