Radiocero y Radio Monte Carlo
Los dichos de Mujica siguen dando que hablar. [...] conviene pensar que Mujica no metió la pata por casualidad. Tampoco dijo lo que dijo de manera consciente, pensada, planificada [...] lo que hizo fue decirle a Cristina Kirchner lo que dijo, decírselo “sin querer, queriendo”.
OAB: Los dichos de Mujica siguen dando que hablar. Como se recordará el presidente hizo un comentario en voz baja al intendente de Florida Carlos Enciso, cuando estaba abierto el micrófono y fueron escuchados a través del sitio web de la Presidencia de la República. Allí Mujica calificó a la presidente Cristina Fernández de Kirchner de vieja y de terca, y se refirió a su esposo fallecido como “el tuerto”, del que dijo que era mejor político.
Del lado argentino se ha hecho hincapié en el agravio al presidente argentino por haber mencionado defectos físicos de un fallecido. En realidad el gobierno argentino buscó el enojo para esconder que el enojo real iba por tratar a la presidente Cristina de vieja. Porque en la forma en que habló Mujica y en el tono que lo hizo, el apodo de “el tuerto” suena a familiar, como es común en estos países mencionar a la gente como “el flaco Fulano”, el “petiso Mengano”, el “rengo Zutano”. Calificativos que en sí mismo no son emitidos como hirientes ni recibidos como ofensas. A tal punto, que esos calificativos, usados hace cerca de un milenio, dieron lugar a muchos apellidos. El propio Mujica en su carta de excusas lo relaciona con el lenguaje carcelario.
Pero la polémica, entre políticos, analistas, periodistas, se traslada a si Mujica cometió una gafe, una boutade, dicho en criollo si “metió la pata”, o en cambio si lo hizo deliberadamente.
FV: ¿Y qué analizas tú, fue una “metida de pata” o fue deliberado.
OAB: El problema es que analizarlo en esos términos, como se ha venido discutiendo estos días, supone que el ser humano actúa siempre de manera estrictamente racional y consciente. Que todo lo que hace es producto de la fría razón y la fría lógica, de manera consciente y deliberada, donde no existe elementos subjetivos, no existe la pasión, no existen esas cosas que llevamos bien adentro y que afloran en determinado momento.
Los seres humanos tenemos juicios sobre personas y cosas que normalmente callamos, o porque no es adecuado decirlo, o porque no es conveniente, o porque no se quiere herir a la otra persona, o porque decirlo va contra los propios intereses. Es que la conciencia o la racionalidad operan como freno. A veces a los humanos nos fallan los frenos. Lo más común es cuando la gente toma demás, cuando está bajo los efectos del alcohol, que baja las inhibiciones; o también cuando se está bajo los efectos de una gran pasión, generalmente de un fenomenal enojo momentáneo, de una gran bronca que hace que uno se salga de molde.
Esos son los dos casos más claros, que no es lo que ocurrió ahora. Es que sin necesidad de sufrir un momento de fenomenal enojo momentáneo que de rienda suelta a lo que tenemos adentro, muchas veces los enojos, las decepciones, las frustraciones se van acumulando. Y un día, sin que uno sepa por qué lo hizo ni por qué en ese momento, salen a la superficie, a uno se le escapan las cosas inconvenientes, dice lo que racional y conscientemente no pensaba decir. Hay algo que a uno lo lleva a decir en un momento determinado lo que tiene adentro y tenía tapado.
Pero como dicen los psicólogos, esto no es simplemente un error, una metida de pata, una gafe. Sin que uno pueda saber por qué, lo dijo por algo; en el interior de uno mismo hay algo que a uno lo lleva a decirlo. Con el tiempo, muchas veces, uno se da cuenta por qué lo dijo y por qué lo dijo en el momento que lo dijo.
El personaje televisivo mexicano “El Chavo” o “El Chavo del 8” incurría frecuentemente en esta conducta, y decía: “Fue sin querer queriendo”. Esto no es un mero chiste, es de una gran profundidad. Entonces conviene pensar que Mujica no metió la pata por casualidad. Tampoco dijo lo que dijo de manera consciente, pensada, planificada; no pidió que dejaran el micrófono abierto para que se escuchara lo que iba a decirle al intendente Enciso. No, lo que hizo fue decirle a Cristina Kirchner lo que dijo, decírselo “sin querer, queriendo”.
Pero está además qué le dijo. No hay que olvidarse que pudo decir de la presidente Cristina que es autoritaria, prepotente, terca, que se lleva todo por delante, incluso que es corrupta. Nada de eso le podía hacer mella a la presidente. En cambio, lo que dijo es lo que podía herirla más profundamente, lo que para ella no tiene perdón posible: la trató de vieja.
Fue también “sin querer queriendo” que Batlle descalificó a Duhalde, porque tenía sus deseos en el retorno de Menem, y fue “sin querer queriendo” que dijo que los argentinos eran ladrones del primero al último.
Bueno, ahora Mujica -más o menos como Batlle, aunque en forma diferente, al igual que hacemos todos cuando decimos cosas “sin querer queriendo”- está tratando de remediar los impactos, pero sin desdecirse demasiado. Claro que ahora, al arrepentirse, aparece una señal de debilidad.
FV: En declaraciones al diario Perfil de Buenos Aires dijiste “Lo de Mujica quizás no fue un descuido, sino un mensaje”
OAB: Exacto. Lo dije en ese sentido, en esa interpretación psicológica. Un mensaje no consciente, a dos puntas: a Cristina Kirchner y el gobierno argentino, en el sentido de:¡Basta! Se me colmó la paciencia; y la otra punta a los uruguayos, especialmente a los críticos respecto a su relacionamiento con el gobierno argentino, de decirles: soy un tipo paciente, pero no débil, sé poner límites cuando se pasan de la raya.
Cuando asumió Mujica existía la impresión en muchos sectores de que el conflicto entre Uruguay y Argentina se había agudizado por una confrontación personal entre el ex presidente Tabaré Vázquez y el presidente argentino Néstor Kirchner. Mujica, apoyado en ese clima, buscó un contacto personal amigable tanto con Néstor Kirchner como con su esposa Cristina Fernández, en base además a una real o presunta sintonía política e ideológica. Más aún, el canciller llevó adelante una política de total alineamiento con Argentina en el tema de las Islas Malvinas, al punto de que Uruguay perdió una cantidad muy grande de inversiones por servicios, al prohibir la entrada de buques con bandera de las islas, dinero que fue a parar a Brasil. Mujica impulsó y obtuvo que se aprobase en Uruguay –con el voto en contra de la oposición.- el tratado de intercambio de información con Argentina, que desalentó inversiones argentinas en Uruguay.
Pese a todos estos gestos, nada cambió. No prospera ninguna iniciativa en la Comisión Administradora del Río Uruguay, donde Argentina ha frenado todas las inversiones previstas del lado uruguayo, como la ampliación del puerto de ultramar de Nueva Palmira, la construcción de otros dos puertos menores al sur de Nueva Palmira, la profundización y ensanche del canal Martín García para permitir el acceso de barcos de mayor calado a ese puerto, la instalación de industrias en el río Uruguay.
A todo ello debe sumarse el impacto negativo sobre Uruguay del llamado “cepo cambiario”, de las restricciones que tienen los argentinos de cambiar pesos por dólares y de sacar dólares del país. Y además del fenomenal freno a las importaciones.
Cerca de la mitad de los uruguayos cuestionan la línea blanda seguida por el presidente con Argentina y una clara mayoría considera que Uruguay debe respaldarse en países poderosos y amigos, y con ello resistir las presiones argentinas.
FV: ¿Y qué piensa la opinión pública de este relacionamiento con Argentina?
OAB: Veamos algunos datos difundidos el año pasado aquí en Radiocero y Radio Monte Carlo, y en Monte Carlo TV.
La población está dividida en aprobar o desaprobar la forma en que se maneja Mujica con el gobierno argentino: el 44% aprueba, el 39% desaprueba y el resto ni lo uno ni lo otro.
¿Qué hacer con la agresividad del gobierno argentino? La mayoría cree que “Uruguay tiene buenas posibilidades de encontrar apoyo en países importantes” y “puede resistir las presiones argentinas”. Eso lo piensa el 56%. En cambio, una minoría importante, el 39%, piensa como lo decía Mujica que “hay que aguantarse, buscar no enfrentarse y conseguir lo más posible por las buenas”.
Como telón de fondo hay que tener en cuenta que los uruguayos tienen muy mala opinión de Cristina Kirchner: el 23% tiene una opinión positiva y el 65% una opinión negativa. De una canasta de 12 gobernantes de países con alguna relación con Uruguay, de la región o de Europa, Cristina Kirchner es la que tiene la peor imagen, detrás del ex primer ministro italiano Berlusconi.
Este es pues el contexto de las palabras que Mujica dijo de Cristina Kirchner “sin querer queriendo”.