El Observador
El pasado domingo (junio 23) fracasó el pre referendo contra la Ley de Despenalización del Aborto en términos contundentes, al concurrir tan solo el 9% del Registro Cívico Nacional [...] Cuando la sociedad actúa en contra de la casi totalidad de los líderes, hay un problema de representación.
El pasado domingo (junio 23) fracasó el pre referendo contra la Ley de Despenalización del Aborto en términos contundentes, al concurrir tan solo el 9% del Registro Cívico Nacional, lo cual es poco más de la tercera parte de lo requerido (25%). Diez de cada once electores se quedó en su casa, es decir, no adhirió al recurso. Como se ha dicho en otras oportunidades, como en relación al fracaso del plebiscito anulatorio de la Ley de Caducidad en octubre de 2009, en los actos electorales se miden los resultados, sin valorar las intenciones. El no voto vale lo mismo si es de un fanático partidario de la despenalización del aborto o de alguien contrario pero que su oposición no llega al extremo de trasladarse a un lugar de votación, o quizás ni siquiera considera importante o conveniente el referendo.
De las cinco leyes recurridas mediante la llamada vía rápida -que supone la realización de pre referendos o actos de adhesión, en contraposición a la vía lenta, mediante firmas- esta convocatoria ha sido la que obtuvo el menor apoyo. La lista es la siguiente:
Octubre de 1992 | Ley de Empresas Públicas | 31% |
Junio de 1998 | Marco Regulatorio del Sistema Eléctrico Nacional | 22% |
Febrero de 2001 | Ley de Urgencia (13 temas) | 21% |
Enero de 1999 | Ley de Inversiones – Caducidad y prescripciones laborales | 9 1/2% |
Junio de 2013 | Ley de Despenalización del Aborto | 9% |
Lo primero a analizar es a qué se convocó: si a posibilitar que el pueblo decida o a caminar hacia la derogación de la ley. La historia de las cinco leyes recurridas mediante actos de adhesión más las tres recurridas exitosamente mediante firmas, lleva a una conclusión inequívoca: nunca adhirió o firmó el recurso de referendum ningún líder que estuviese a favor de la ley o hubiese votado la ley. Esto es válido para todos los que han ocupado la Presidencia de la República y para todos los candidatos y precandidatos presidenciales, actuales o pasados. En cuanto a Tabaré Vázquez, que integró una comisión pro-referendum y firmó o adhirió a otras convocatorias, su actitud es inequívoca. En noviembre de 2008 Mónica Xavier y otros dirigentes frenteamplistas le plantearon que no vetase la Ley de Despenalización del Aborto de aquel momento, con el compromiso de todos de firmar la convocatoria a referendum y dejar que la decisión quedase en manos de la ciudadanía. Vázquez se opuso aque el pueblo decida en materia de aborto, y vetó la ley. Si esta vez adhirió, no es porque haya cambiado su posición en cuanto a que en materia de aborto deba decidir el pueblo, sino para impulsar la derogación de la Ley.
Despejado este punto, cabe analizar qué pasó con la convocatoria de los dirigentes políticos. Los seis candidatos o precandidatos presidenciales de los cuatro partidos con representación parlamentaria más tres de los cinco presidentes y ex presidentes de la República con vida, los ocho (porque Vázquez aparece repetido, como candidato y como ex presidente), convocaron a adherir al referendum contra la ley (dicho en riguroso orden alfabético): José Amorín Batlle, Jorge Batlle Ibáñez, Pedro Bordaberry, Luis Alberto Lacalle de Herrera, Luis Alberto Lacalle Pou, Jorge Larrañaga, Pablo Mieres y Tabaré Vázquez. El resultado de la convocatoria llamó la atención en el mundo, porque quedó medido en tan solo un ciudadano de cada once. Objetivamente, en tema a analizar, marca una distancia entre los candidatos y ex mandatarios y el grueso de la sociedad, que fue por otro lado. A contrario, dos mandatarios sintonizaron con la gran mayoría de la sociedad, al oponerse al referendum y apoyar la ley: el actual presidente José Mujica Cordano y el dos veces presidente Julio Ma. Sanguinetti.
Cuando la sociedad actúa en contra de la casi totalidad de los líderes, hay un problema de representación. Porque liderar es conducir. Conducir es por un lado representar los valores y la visión del hombre y de la sociedad de un segmento societal y por otro lado, concomitantemente, conducir a ese segmento de la sociedad. El líder es quien orienta a sus representados, le explica las cosas y le marca el camino. Si el conductor va por un lado y los que debieron ser conducidos van por otro, el conductor no conduce. Esto es muy claro y fuera de toda duda.
En el caso del Frente Amplio hay una disociación inequívoca entre una dirigencia que conduce, una conducción colectiva, un liderazgo colectivo, y un candidato que es candidato pero no conductor. Es un fenómeno muy extraño, con pocos ejemplos en la historia y en el mundo. Es candidato y la dirigencia se proclama dependiente del candidato, pese a que el candidato no sigue a su partido político, no lo representa en un tema que el propio partido y su propia masa consideran clave, y además lo desafía.
En el caso de los partidos tradicionales hay un dato que todos los precandidatos se saltearon: grosso modo la mitad de los blancos y de los colorados apoyan la Ley, son partidarios de la despenalización del aborto. Y ambos partidos se jugaron de manera monolítica del lado de la mitad de sus partidarios y en asintonía con la otra mitad. Porque se jugaron contra la ley en el caso del Partido Nacional por decisión expresa de su Directorio y en el caso de la mayoría del Partido Colorado con el mandato imperativo impuesto por Bordaberry y Vamos Uruguay. Por su parte, el Partido Independiente reprodujo la contradicción ideológica en que convive desde su nacimiento, entre un ala socialdemócrata (que constituyó el voto decisivo para la aprobación de la Ley) y un ala socialcristiana, encarnada por su presidente, que fue la cara visible en esta mini campaña referendaria y tiñó ante la opinión pública al partido como contrario a la Ley, formando un mismo bloque con blancos, colorados y Tabaré Vázquez, en contraposición al Frente Amplio.
Un dato curioso es la sintonía que en este tema nada menor, en el lado del liberalismo cultural, se dio entre el Frente Amplio y Julio Ma. Sanguinetti.