28 Jul. 2013

¿Por dónde debe ir la oposición?

Oscar A. Bottinelli

El Observador

A 15 meses de las elecciones nacionales [...] El Frente Amplio corre con ventaja y son los partidos tradicionales quienes deben escoger con exactitud el camino para conquistar los votos en disputa que le permitan como primer objetivo impedir que el Frente Amplio logre mayoría absoluta y como objetivo mayor lograr el vuelco de la balanza y el triunfo opositor.

A 15 meses de las elecciones nacionales, el espacio global de disputa por el voto se puede situar en el 11%, compuesto por un 7% de indefinidos puros más un 7% de inclinados al voto en blanco y anulado (al que hay que detraer un 3% que efectivamente constituye el núcleo duro de ese voto refractario, por lo que en disputa queda solo un 4%. Podría ampliarse el espacio si se considera la llegada a los votos débiles de ambos bloques (izquierda, partidos tradicionales), pero no aparece como demasiado significativo. El Frente Amplio corre con ventaja y son los partidos tradicionales quienes deben escoger con exactitud el camino para conquistar los votos en disputa que le permitan como primer objetivo impedir que el Frente Amplio logre mayoría absoluta y como objetivo mayor lograr el vuelco de la balanza y el triunfo opositor.

Hay un par de datos significativos1: Uno. Los dos tercios de los uruguayos, exactamente el 64% está de acuerdo con la orientación del gobierno, con el rumbo del gobierno, con los objetivos macro del oficialismo; menos de un tercio, el 31% está en desacuerdo. Dos, cuatro de cada cinco uruguayos (79%) considera que el gobierno está mal gestionado, como surge de las propias cifras en ese juicio negativo está la mayoría neta de los frenteamplistas, de los indefinidos y de los refractarios, y la casi totalidad de blancos y colorados; tan solo uno de cada seis uruguayos (16%) considera que el gobierno está bien gestionado, todos ellos frenteamplistas, una minoría dentro del Frente Amplio. Es muy relevante que quienes consideran que el gobierno está mal orientado, es decir, el segmento de quienes discrepan con el rumbo del gobierno, son casi exclusivamente blancos y colorados.

De aquí surgen cosas meridianamente claras: el discurso de combate ideológico o programático por parte de los partidos tradicionales es un discurso cuyo único efecto es robustecer, alentar, entusiasmar a los propios partidarios ya firmes, sin ningún eco sobre el área electoral de disputa; por ese camino no hay posibilidad de captura electoral de indefinidos, de refractarios o de frenteamplistas disconformes. Toda la disputa electoral queda centrada en la gestión; son los problemas de ejecución o de aterrizaje los que generan esa gran masa de disconformidad.

Un caso paradigmático es el de la seguridad pública. En la primera mitad de la administración Vázquez, particularmente durante el Ministerio del Interior José Díaz, quedó planteada una confrontación de orientación entre gobierno y oposición. Entonces el gobierno asumió la clásica tesis de izquierda que la delincuencia es una consecuencia de la injusticia social y solo se corrige el tema con políticas sociales, frente a una oposición que lo planteo en términos policíacos. Este gobierno está en la misma concepción de fondo que la oposición: todos apuntan esencialmente a solucionar la inseguridad pública mediante medidas policíacas, donde la discrepancia puede estar en cuánto de prevención y cuanto de represión, o en cómo se aterrizan las medidas. Es pues una discusión que sale del campo programático. Y en materia de gestión, la insatisfacción de la población en materia de seguridad pública está fuertemente presente en las administraciones Lacalle, Sanguinetti bis, Batlle y Vázquez, por lo cual no es un monopolio de la administración Mujica. No hay nada para que nadie gane en el tema de la seguridad pública: no hay confrontación programática, hay insatisfacción con la gestión de los tres grandes partidos.

La oposición obviamente no es una sino son dos grandes partidos y cada uno de ellos son dos grandes corrientes. Entonces no es el mismo juego para cada uno. Para unos el juego se reduce a conquistar para sí el espacio opositor duro, el convencido, el de acero, con una meta estrictamente interna. Pero una meta estrictamente interna, ya fuere dentro de uno de los partidos tradicionales, ya fuere en el juego entre uno y otro partido tradicional, tiene como único objetivo el mejor posicionamiento en el liderazgo partidario y en todo caso en el liderazgo opositor, pero supone la renuncia a pelear el gobierno. Porque después que alguien se posiciona en un terreno minoritario, no le queda tiempo ni credibilidad para intentar ampliar la banda de captura. Pero atención, tampoco asegura demasiado los juegos internos, si se piensa que 4 de cada 10 blancos y 4 casa 10 colorados están de acuerdo con la orientación del gobierno. Por tanto, no es a ellos a quienes va dirigida la confrontación programática, sino en todo caso es al revés: un discurso de confrontación programática va en contra de 4 de cada 10 partidarios del bloque tradicional.

Muchos de los temas elegidos por la oposición, o por algunos segmentos opositores, solo refuerzan la división programática, una división que favorece el Frente Amplio. Usando un término ajedrecístico, la oposición concede una ventaja estratégica a la izquierda, a partir de las cuales los movimientos tácticos carecen de importancia para la definición de la partida. Hoy por hoy en la oposición predomina una línea de confrontación programática con la izquierda, o visto de otra manera, predomina una línea de afirmación programática que disiente con los dos tercios de los uruguayos

La gente cree, la gran mayoría de indefinidos, refractarios y frenteamplistas disconformes creen que el mayor problema de este periodo de gobierno son las dificultades o errores en los aterrizajes de orientaciones correctas, dificultades o errores en la concreción de los planes, en la ejecución de las medidas, o en el cálculo de esas medidas. Es una discusión estricta de gestión, como puede hacerse en cualquier institución, en cualquier organización social, en cualquier empresa. Es una discusión donde no hay un eje izquierda-derecha, ni un eje conservador-liberal, ni un eje libertario-autoritario. El eje es buena gestión versus mala gestión. La oposición puede ir por el camino de afirmar los principios a sabiendas de renunciar a la captura del espacio volátil o ir a la búsqueda del electorado volátil mediante el posicionamiento en el eje de la gestión y no en el programático.


1 Encuesta Nacional Factum, tercer trimestre de 2013