El Observador
Si Tabaré Vázquez resulta elegido por segunda vez como presidente de la República se va a encontrar con un panorama completamente diferente en cuanto a su rol personal, diferencia que no es claro si la tiene diagnosticada y asumida. En sustancia, hay un cambio significativo de su liderazgo único de la izquierda en 2004, por encima de todos, al liderazgo compartido de 2014.
Si Tabaré Vázquez resulta elegido por segunda vez como presidente de la República se va a encontrar con un panorama completamente diferente en cuanto a su rol personal, diferencia que no es claro si la tiene diagnosticada y asumida. En sustancia, hay un cambio significativo de su liderazgo único de la izquierda en 2004, por encima de todos, al liderazgo compartido de 2014. Y por supuesto, los formidables cambios que supone en el ejercicio del poder el no ser un líder único e indiscutido y la existencia de otra persona a su mismo nivel.
En 2004 cada una de las corrientes del Frente Amplio y del Encuentro Progresista (que se unificarán a poco de andar el gobierno) presentaba su propio líder o referente: Mariano Arana de la Vertiente Artiguista, Marina Arismendi de la 1001/comunistas, Danilo Astori de Asamblea Uruguay, Reinaldo Gargano del Espacio 90/Socialistas, Rafael Michelini del Nuevo Espacio, José Mujica del Espacio 609/MPP y Rodolfo Nin Novoa de la Alianza Progresista. Cada uno de los siete en pie de igualdad con los demás, y por encima de todos, como referente único de la totalidad del Frente Amplio y del Encuentro Progresista. Vázquez llega a la Presidencia con un cheque en blanco otorgado por todas las corrientes, a su pedido. Cheque en blanco para designar y remover ministros, subsecretarios, directores de ente autónomos y servicios descentralizados, direcciones ministeriales, cargos de confianza, embajadas. Cheque en blanco para aprobar sin disidencias, con disciplina absoluta, todas las leyes que el presidente considerase indispensables. Decisión por sí y ante sí de todo tema que considerase polémico, que no reuniese consenso o que se relacionase con sus principios personales. Así por sí y ante sí decidió no ir al Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos de América, apoyar la incorporación de Venezuela al Mercosur político y aprobar la creación del Parlamento del Mercosur, vetar la despenalización del aborto contra la casi unanimidad del Frente Amplio y apoyarse en blancos, colorados y Partido Independiente para mantener el veto contra todo su partido y contra Julio Ma. Sanguinetti. Ese fue el panorama entre 2004 y las siguientes elecciones de 2009.
Entre la asunción presidencial de José Mujica el 1° de marzo de 2010 y hoy, muchos cambios se han producido. José Mujica ha construido un liderazgo independiente de Vázquez, no subordinado al mismo, como referente de una mitad (no importa si algo más o algo menos de esa mitad) de la izquierda frenteamplista. Mujica ha ganado peso propio e independiente al interior de la izquierda y al interior del país. Pero fundamentalmente se ha transformado en el último año y medio en un fenómeno de proyección internacional, incluido el trato preferencial dado por el Papa Francisco, el film sobre su vida que realiza Emir Kusturica y el impulso al Premio Nobel de la Paz dado por Mijail Gorbachov, con el apoyo masivo de académicos de toda Europa (Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica a la cabeza). Sin duda en el plano internacional Mujica es el gobernante uruguayo más popular y conocido de toda la historia del país, mientras que Vázquez es un ex presidente de peso similar a otros ex presidentes. En este plano, pues, se ha generado un fenomenal desnivel entre ambos líderes de la izquierda. Y esto es así guste o no guste, se lo considere justo o injusto.
Sin duda como argumento en el juego de fuerzas para dirimir la candidatura vicepresidencial, lo ha expuesto con meridiana claridad Lucía Topolansky. Su razonamiento es: hay dos grandes alas en el Frente Amplio, que se expresaron hace cinco años en la competencia presidencial entre Mujica y Astori. La fórmula presidencial fue la combinación de los referentes de ambas alas. Hoy continúan existiendo esas dos alas, ahora representadas por los dos presidentes de la República: de un lado José Mujica y del otro lado Tabaré Vázquez. Esto naturalmente tiene como corolario en su razonamiento: la fórmula presidencial debe combinar ambas alas, de donde la candidatura vicepresidencial corresponde al espacio mujiquista.
Pero la descripción de la referente del Espacio 609 va más allá de un juego por la disputa vicepresidencial y alcanza al próximo gobierno, para el caso de que el mismo resulte retenido por el Frente Amplio. Vázquez goza de un apoyo de o ejerce un liderazgo sobre socialistas y astoristas, en términos estructurales sobre el Espacio 90 y el Frente Liber Seregni. Allí hay una relación de liderazgo con liderados. Por otro lado recibe un apoyo otorgado del mujiquismo, con el Espacio 609 a la cabeza, pero que incluye también al Espacio 1001 y otros grupos de menor porte que actúan en el paraguas de Mujica. Con socialistas puede ejercer el mando, la orden; con el astorismo hay también una acción de mando, de liderazgo, aunque pactada; con el mujiquismo tiene necesariamente que negociar y buscar entendimiento. No hay mando, no hay dictat, no hay obediencia debida. Este es un cambio formidable entre la presidencia pasada de Vázquez y la eventualidad de una segunda presidencia. La izquierda cuenta con un coliderazgo y debe actuar sobre esa realidad. En sustancia, en cuanto a la arquitectura política, es la diferencia entre el liderazgo colorado casi absoluto de Julio María Sanguinetti en su segunda presidencia y el coliderazgo de Jorge Batlle presidente con Sanguinetti.
Si además el Frente Amplio no cuenta con mayoría parlamentaria propia, sin duda es otro cambio formidable, que obliga al gobierno a la negociación y la búsqueda de entendimientos, pero en esencia es otro problema. El primero de todos, el nudo fundamental, es que que la negociación debe empezar en casa, entre dos líderes potentes, uno de los cuales tendrá a su favor el poder de la Presidencia de la República y en contra su poca comodidad en el juego de la negociación y el diálogo.