El Observador
En toda actividad humana, en forma explícita o implícita, de manera verbal o gestual, se exteriorizan valores. Ello es mucho más notorio en el fútbol y más relumbrante en un Campeonato del Mundo. Se exhiben valores en la cancha y en la liga [...] Tabárez sustituye al modelo impuesto por otros directos técnicos por los años ochenta y noventa, cuyos valores coinciden sin duda más con los que expresan las autoridades de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA). El fallo en relación a Luis Suárez es de meridiana claridad en cuanto a la exhibición de valores.
En toda actividad humana, en forma explícita o implícita, de manera verbal o gestual, se exteriorizan valores. Ello es mucho más notorio en el fútbol y más relumbrante en un Campeonato del Mundo. Se exhiben valores en la cancha y en la ligai.
Oscar Washington Tabárez expresa la impronta de maestro de escuela, de los maestros de la vieja escuela pública, del modelo trazado por José Pedro Varela. Eso se ve desde la forma de presentación del propio técnico, la forma de presentación de los jugadores y la forma de actuar en la cancha. Es muy importante resaltar que el director técnico lo que trasmite no es solo técnica futbolística sino que además, quizás lo más importante, es que trasmite valores. Exhibe lecciones de compañerismo y sentido de equipo, de prevalencia de lo colectivo sobre lo individual, de asunción de los propios errores sin caer en la autocrítica masoquista.
Tabárez sustituye al modelo impuesto por otros directos técnicos por los años ochenta y noventa, cuyos valores coinciden sin duda más con los que expresan las autoridades de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA). El fallo en relación a Luis Suárez es de meridiana claridad en cuanto a la exhibición de valores.
Se sabe que en el derecho penal la graduación de las penas no es un capricho, sino que la proporcionalidad entre las mismas tiene como razón de ser una escala jerárquica de valores a proteger. El valor de la vida está sobre el de la integridad física, el de la integridad física sobre el daño corporal de carácter temporal y fácilmente reparable, el daño a las personas está por encima de la sustracción de bienes. Las penas marcan precisamente esa correlación.
Además, en un estado de derecho basado en la libertad, la descripción de las ilicitudes, faltas o delitos están expresamente descritos y paralelamente están debidamente escritos los rangos de pena, los atenuantes, eximentes y agravantes (nulla pena sine legge) y también debidamente regulado desde los procedimientos a la valoración de las pruebas. Ante todo, surge con claridad que en el régimen de la FIFA hay pena sine legge, procedimiento ex post facto y juicio por comisión. Es decir, se aplican todos los principios rechazados por el derecho liberal; y se omiten los principios básicos del derecho liberal. Eso, en sí mismo, es una clara exhibición de valores. La FIFA o sus autoridades, pese a la presidencia de un europeo, está muy lejos de los valores dominantes en occidente, de los modelos de derecho proclamados en occidente.
Cuándo se observa la gradación de penas impuestas en los juicios extraordinarios de la Comisión Disciplinaria, surge esta jerarquía: escupir al árbitro es más grave que una mordedura simple (es decir, una mordedura que casi no deja marca, produce un dolor instantáneo y no genera lesiones); esa mordedura simple es muchísimo más grave, extraordinariamente más grave, que quebrar la nariz de un codazo o quebrar una pierna de una patada, aún en los casos de codazo y patada deliberados. Quebrar la nariz o la pierna en el derecho penal aplicable a los humanos normales por jueces ordinarios, es ocasionar lesiones graves. Morder sin generar lesiones, es un ilícito sensiblemente menor, más cerca de la falta que del delito. No hay dudas que la FIFA no solo en los principios jurídicos básicos (que no es leguleyería, sino garantías) sino también en las valoraciones de fondo se sitúa en la antítesis de lo que desde hace al menos un par de siglo son las concepciones dominantes en el mundo occidental.
Subyace la concepción de que el quiebre de pierna por patada o el quiebre de nariz por codazo son las consecuencias de las incidencias de juego, mientras que morder es ajena al juego (si es así, en la misma línea deberían estar el tirón de pelo y el agarre de la camiseta, que en general esto último no merece sanciones). El razonamiento, oído en estos días, es sorprendente. Es como considerar que si un automovilista atropella a un peatón y lo mata, es una incidencia del hecho de conducir, pero si en cambio frena el auto, se baja y lo toma a trompadas, sin ocasionarle lesiones, eso es gravísimo, porque al frenar el auto deja de ser una incidencia de la conducción y pasa a ser un acto antisocial.
Y subyace o más bien aflora algo más: el fútbol es cosa de hombres de pelo en pecho, los hombres para ser tales deben ser brutos, casi animales, y esa brutalidad debe expresarse con las piernas y los codos. Es explícitamente la concepción mussoliniana del papel del hombre en la sociedad y de la forma de desarrollarse las relaciones humanas. Se puede decir sin riesgo de equivocarse que la FIFA evoca la concepción de “virilidad romana” a la que apelaba reiteradamente Il Duce en sus discursos. Porque Il Duce no decía eso al pasar, ni porque le afloraran valores internalizados que quería reprimir, sino todo lo contrario: deseaba educar a la sociedad en esos valores de “virilidad romana”, aspiraba a que ese fuese el modelo social de Italia y de los italianos, para no decir el modelo social del mundo. Es parte de la ética fascista. Por estas tierras hay una versión urbana de la “virilidad romana” que es el machismo arrabalero, exaltado un siglo atrás, desterrado o en búsqueda de destierro total en el siglo XXI. La FIFA exhibe entonces una concepción entre mussoliniana y de machismo arrabalero. Esos son sus valores. De la FIFA y de los que la han apoyado en estos días. En particular de alguna multinacional del deporte que sin duda no conoce los valores arrabaleros ni debe gustar de inspiraciones latinas, pero exhibe con claridad su correlato, la “virilidad germánica” exaltada por el discípulo de (y superador de) Mussolini.
NB: Escrito este artículo y publicado en “El Observador”, corresponde una corrección. Más que “virilidad germánica”, lo que la multinacional de ropa deportiva evoca es “virilidad aria”.i Ver Fuera del fútbol, lo que deja la celeste en El Observador, julio 11 de 2010. Ver también Más allá del Fútbol: el tipo de sociedad que expresa el maestro Tabárez.