El Observador
Idea Vilariño atormentaba a sus alumnos con la exigencia de encontrar el detalle significativo. ¿En Las Bucólicas, el pastor estaba sentado contra el árbol o recostado al árbol? Si no se capta el detalle significativo no se puede interpretar la obra. Los detalles significativos son pequeños, a veces insignificantes, y son las clave para entender el mensaje. Tabaré Vázquez repite que “el hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios”. Sin embargo, a veces el hombre es esclavo de sus silencios, cuando esos silencios son los detalles significativos del mensaje.
Idea Vilariño atormentaba a sus alumnos con la exigencia de encontrar el detalle significativo. ¿En Las Bucólicas, el pastor estaba sentado contra el árbol o recostado al árbol? Si no se capta el detalle significativo no se puede interpretar la obra. Los detalles significativos son pequeños, a veces insignificantes, y son las clave para entender el mensaje. Tabaré Vázquez repite que “el hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios”. Sin embargo, a veces el hombre es esclavo de sus silencios, cuando esos silencios son los detalles significativos del mensaje.
Como es su estilo, el 30 de noviembre, tras conocer por las proyecciones de voto su elección como presidente de la República, hizo dos discursos. Hizo un discurso más hacia lo estadista en el cuartel general y un discurso de caudillo ante la gente. En el conjunto de ambos discursos resonó estruendosamente el silencio sobre Liber Seregni. No hubo una sola palabra sobre el líder fundacional del Frente Amplio, el hombre que mantuvo la vigencia de la fuerza política ante la embestida de la dictadura, que padeció una década de cárcel, sufrió tortura, situó al Frente Amplio dentro del sistema político, lo llevó de afuera hacia dentro del sistema, sostuvo la vigencia del Frente Amplio ante los diversos intentos internos de darlo por finiquitado, defendió el camino propio cuando desde dentro se buscaba seguir el camino de otros, simbolizó la firmeza del partido cuando la gran ruptura de 1989 . Que ya fuera de todo cargo político y de todo poder, siguió en solitario defendiendo la vigencia del Frente Amplio ante el formidable operativo para hacerlo desaparecer y sustituirlo por el Encuentro Progresista. Y finalmente el hombre que en el segundo de los cuatro últimos actos de su vida pública, superó toda afrenta, toda marginación, y concurrió con sus escasas fuerzas al Congreso del Frente Amplio a dar su apoyo a la fórmula Vázquez-Nin Novoa.
El hombre del que Tabaré Vázquez dijo que fuera a exponer sus ideas a su Comité de Base, como cualquier militante, en la implícita alusión a que no representaba nada ni a nadie. Y que se le impidió estar en el estrado del Velódromo Municipal cuando los festejos del 30° aniversario de esa fuerza política. Este 30 de noviembre, cuando la tercera victoria nacional del Frente Amplio, también su figura fue borrada: hubo un gran silencio sobre El General. Desde el Frente Amplio, desde sus autoridades, desde sus figuras representativas, no hubo en los días siguientes una sola palabra que rompiese ese silencio, que recordase al hombre que lideró a la fuerza política en su proceso fundacional, en una época en que hacerlo solo otorgaba riesgos y persecuciones. No había laureles delante, no había cargos, no había poder ni el goce de los símbolos del poder; delante solo había lucha, cárcel, tortura.
El gran silencio del domingo, los sucesivos silencios de todos en los días posteriores, dejan una pregunta: ¿Para la dirigencia frenteamplista, la vigencia de Liber Seregni queda reducida a una placa de bronce sobre la calle Colonia o al nombre de una fundación y “La Huella de Seregni” es solo el nombre del local construido como salón de actos y de funcionamiento del Plenario Nacional? ¿Para la dirigencia del Frente Amplio no representa otra cosa el General Liber Seregni, no hay ninguna herencia suya? ¿En el Frente Amplio, ya no se habla de él, se ha desvanecido en las brumas de la historia?
Hay algunas lecciones que dejó Liber Seregni y que vale la pena que sean analizadas, aunque pueden naturalmente desde ser aceptadas hasta ser rechazas. En primer lugar, la idea de ser los “obreros de la construcción del futuro”, expresión indisolublemente asociada a mirar hacia adelante y no quedarse en el pasado. En segundo lugar la idea de la concertación, muchas veces mal entendida, que implicaba la búsqueda de un modelo de funcionamiento de país, en que se pudiese acordar entre todas las fuerzas políticas, económicas y sociales un proyecto nacional. También fue consistente en su rechazo visceral a la demagogia, que consideraba una falta de respeto hacia el pueblo en general y hacia cada persona en particular. Además, el respeto al otro, de adentro y especialmente de afuera. Y la conducción colectiva, el tomar todas y cada una de las decisiones mediante la consulta a todos y la resolución en conjunto. En todo, el valor del diálogo y la prédica de la tolerancia.
Tampoco estuvo el Frente Amplio en el primer lugar de los discursos de la victoria, que fue presentada como una victoria de tipo personal. Es que el Frente Amplio es un raro fenómeno. Nació como una alianza de partidos y movimientos políticos para un tiempo dado, sin identidad propia, sin proyecto de construcción de una identidad. En 1971 no había frenteamplistas: había socialistas, comunistas, demócratas cristianos, blancos con el Frente Amplio, batllistas con el Frente Amplio, independientes con el Frente Amplio. La identidad surgió desde abajo durante el largo silencio de la dictadura. Allí nació el frenteamplismo, el cual quedó identificado con la bandera roja, azul y blanca, la letra efe y la letra a entrecruzadas y la figura de Seregni. Ese frenteamplismo se mantuvo entre la gente en la década en que se buscó hacer desaparecer al Frente Amplio y sustituirlo por el Encuentro Progresista, en que surgió la “casa progresista”, “el auto progresista”, “los candidatos progresistas” y una bandera diferente que nadie enarbolaba. Ese propósito fracasó porque el Frente Amplio vivió en su gente, que levantó sus banderas, que sintió su identidad y que no quiso que le cambiasen la identidad. Y este 30 de noviembre ese Frente Amplio estuvo en la calle, en la gente y en las banderas que levantó la gente.
Hay una lección válida para todo partido político, al menos en un país como Uruguay de fuertes pertenencias políticas: no se pueden cortar las raíces. Los árboles sin raíces mueren. Y las raíces son todo aquello que la gente, cada sector de gente, siente como su propia identidad política.