El Observador
Tabaré Vázquez como presidente y Danilo Astori como ministro han proferido un llamado de atención, que apunta a lo que probablemente sea el problema más desestabilizante que debe afrontar este gobierno en todo su quinquenio: el déficit fiscal, el crecimiento de los precios,el freno a la entrada de capitales, el cambio del contexto económico internacional y regional. En una paráfrasis de Clinton: es la macroeconomía, stupid. Muchos economistas y el propio Astori en campaña electoral fueron alertando de lo que estiman dificultades para continuar con la política expansiva del gasto pública, la eventual restricción de entrada de fondos del exterior, el enlentecimiento de la tasa de crecimiento y la necesidad de mantener controlada la inflación, en principio que siga por dentro del rango de un dígito y en lo posible que se acerque lo más posible a la mitad del primer decil (vale decir, en torno al 5%).
Tabaré Vázquez como presidente y Danilo Astori como ministro han proferido un llamado de atención, que apunta a lo que probablemente sea el problema más desestabilizante que debe afrontar este gobierno en todo su quinquenio: el déficit fiscal, el crecimiento de los precios,el freno a la entrada de capitales, el cambio del contexto económico internacional y regional. En una paráfrasis de Clinton: es la macroeconomía, stupid. Muchos economistas y el propio Astori en campaña electoral fueron alertando de lo que estiman dificultades para continuar con la política expansiva del gasto pública, la eventual restricción de entrada de fondos del exterior, el enlentecimiento de la tasa de crecimiento y la necesidad de mantener controlada la inflación, en principio que siga por dentro del rango de un dígito y en lo posible que se acerque lo más posible a la mitad del primer decil (vale decir, en torno al 5%).
Restringir el gasto público quiere decir dos cosas: primero, no aumentar el déficit fiscal; segundo, más fuerte aún, más difícil económica, política y socialmente, bajar ese déficit. Al respecto cabe mirar en cifras gruesas los números, con la advertencia que son números muy gruesos, tomados prestados de los economistas por parte de un no economista, y por lo tanto, con la imprecisión propia de un neófito. El déficit fiscal anda por el 3 y medio por ciento del Producto Interno Bruto. El gasto corriente salarial más pasividades más gasto social oscila entre el 25% y el 26%. Los gastos corrientes no salariales más las inversiones anda por el 9% del PIB. Cabe repetir, más o menos esos son los números, que para un análisis político son suficientes, no importa la imprecisión.
Así la cosa hay algo previsible, el PIB va a seguir aumentando, pero a menor velocidad. Vista las cifras, el déficit fiscal se reduce por congelamiento o disminución del gasto no salarial (gasto corriente no salarial, inversiones) o se reduce por el gasto hacia la gente: salarios, pasividades, ayudas y beneficios sociales.
¿Cuál es el panorama social y el panorama político? En primer lugar y ante todo, cuál es la agenda de 2015: es el año del presupuesto nacional, el año de los presupuestos departamentales (a caballo del comienzo de 2016) y el año de la nueva ronda de consejos de salarios en los grupos más relevantes (y el resto, en 2016). es decir, a partir de mediados de este año y por el término de entre uno y dos semestres, comienza el tira y afloje por los salarios, además de la definición de los gastos corrientes y de las inversiones, nacionales y departamentales.
Hay un dato relevante: la sociedad uruguaya, la abrumadora mayoría de los asalariados, de izquierda y de derecha, frenteamplista y tradicionales, tienen arraigada la percepción de que los salarios deben necesaria aumentarse semestre a semestre por encima de la inflación, del crecimiento del IPC. Existe la convicción de que eso es una ley natural, y que lo antinatural es subir los salarios al mismo nivel que el IPC; y que es una atentado ecológico que llegasen a aumentar por debajo de la inflación. Y esto es así más allá de la voluntad de los propios dirigentes sindicales. Solamente una dirigencia sindical absolutamente convencida de lo contrario, con gran liderazgo, sin competencia interna, podría llevar a la gente a la aceptación de una estabilización del salario real, de un incremento alineado con el IPC y no por encima del mismo.
La propia concepción ideológica del Frente Amplio y su propia base de sustentación electoral y ciudadana van en la misma línea que la percepción dominante en la sociedad. A lo que se suma que Tabaré Vázquez no es un hombre a quien guste dar malas noticias a la gente común y mucho menos abandonar el papel de Papa Noel. Astori, en cambio, tiene más vocación y más convicción para asumir un papel duro, el de ser el malo de la película.
Las primeras señales de la dirigencia sindical van en la misma sintonía que el grueso de la sociedad y de los asalariados, en el sentido de entender que el salario real debe seguir aumentando, que se está todavía lejos de alcanzar niveles salariales óptimos. A ello se suma que de parte de algunos dirigentes sindicales y de algunos sectores oficialistas se levanta la tesis -esgrimida durante varias décadas por el economista Alberto Couriel- sobre la importancia del aumento de los salarios como incentivador del consumo y, consecuentemente, de la actividad económica y del empleo.
Las señales de Vázquez y Astori no van por ese lado, sino por la necesidad de contención. Y de ahí el llamado de atención que vienen profiriendo, uno diría que de manera estruendosa, para tratar de hacerse oír. No es fácil en medio de una fiesta decir que el barco tiene problemas. No es fácil hacerse oír. Si no hay crisis, ni desempleo, sino que continúa el crecimiento, es muy difícil que el alerta se oiga.
Vistas así las cosas y vista la estructura del gasto público, donde casi las tres cuartas partes la constituyen salarios, pasividades y gasto social, o el gobierno va por el camino de afectar niveles de ingreso de los hogares o va por el camino de achicar el gasto corriente no salarial y las inversiones. Esto anda por el 9% del PIB, cuando el déficit fiscal es el 3 y medio por ciento. Pretender cortar el déficit solo por ese lado es una tarea titánica. Pero vista la orientación política del gobierno y la resistencia política, social y sindical, parece ser el único camino. Y llamado de atención del presidente y el ministro de Economía se viene orientando sobre ese camino y sobre la prudencia en el incremento de los salarios.
El presidente y el gobierno tienen varios problemas estratégicos como la educación y la seguridad pública, tienen varios y complicados problemas de juegos de poder, pero sin duda el problema más desestabilizante, con mayores dificultades para resolver, donde es necesario una mezcla de dureza y negociación, es el tema del gasto público y el tema de los salarios. Por allí se va a jugar buena parte de la suerte del gobierno, y se va a jugar no tanto o no solo en los resultados estrictamente económicos, sino en los resultados políticos que logre de sus resultados económicos.