El Observador
Muchos observadores internacionales, algunos comunicadores, analistas y actores políticos uruguayos se peguntan cuándo ocurrirá la ruptura del Frente Amplio. Todos ellos esperan que más tarde o más temprano se dé esa ruptura, unos la aguardan, otros la esperan esperanzados. La razón: las significativas diferencias ideológicas al interior que emergen in crescendo en el ejercicio del gobierno.
El verbo esperar en la lengua española-a diferencia de la italiana y la francesa- contiene acepciones sustancialmente diferentes. Porque esperar traducible al francés como attendre y al italiano como aspettare significa aguardar, pero esperar traducible al francés como espérer y al italiano como sperare quiere decir tener esperanza de que suceda algo favorable.
Muchos observadores internacionales, algunos comunicadores, analistas y actores políticos uruguayos se peguntan cuándo ocurrirá la ruptura del Frente Amplio. Todos ellos esperan que más tarde o más temprano se dé esa ruptura, unos la aguardan, otros la esperan esperanzados. La razón: las significativas diferencias ideológicas al interior que emergen in crescendo en el ejercicio del gobierno.
Los partidos políticos uruguayos tienen una arquitectura muy especial en el mundo, compleja, cuasi federativa, de la que solo se registra en forma comparada el caso de los partidos italianos (especialmente los de la Primera República). Constituyen la antítesis de los partidos alemanes o escandinavos. En cuanto a su contenido, ambos partidos tradicionales a lo largo de casi toda su historia entran en la tipología de partidos catch-all, por tanto con una dispersión ideológica extrema. En el Partido Nacional ello se expresó por un lado en un abanico desde una derecha filonazi hasta una izquierda entusiasta con la Revolución Cubana, y por otro con la divisoria de una mayoría explícitamente católica y una minoría laico-liberal combatiente. En el Partido Colorado se expresó asimismo en un arco desde una derecha autoritaria (inclusive filofascista) hasta fervientes partidarios de la Revolución Cubana.
Desde comienzos de los '60 hasta la mitad o algo más de los '90, ambos partidos van perdiendo sus corrientes izquierdistas y centroizquierdistas. El golpe final se da en el Partido Nacional con la desaparición como actor clave del Movimiento Nacional de Rocha (y antes el estallido del movimiento Por la Patria); y en el Partido Colorado con la desaparición en su seno del Movimiento de Reafirmación Batllista y de la Corriente Batllista Independiente, pero especialmente con el debilitamiento de las características socialdemócratas del Foro Batllista y su posterior disgregación (lo que lleva a la afirmación: el Partido Colorado se vació de batllismo) . Desde entonces ambos pasaron a ser partidos algo menos dispersos, pero dispersos aún, como que cubren con mucha facilidad desde el centro hasta la derecha del arco ideológico; en ambos partidos tradicionales perviven dos grandes corrientes ideológicas, no muy fáciles de delinear con exactitud en su arquitectura. El Frente Amplio, en cambio, nunca fue propiamente catch-all, pero siempre cubrió un mismo y amplio arco desde el centro hasta la izquierda. Grosso modo presenta la misma magnitud de dispersión ideológica. Los tres partidos presentan esa misma magnitud de dispersión ideológica.
¿Por qué entonces se habla de una posible ruptura en el Frente Amplio y no en los partidos tradicionales? ¿Acaso la división al interior del oficialismo actual es siquiera igual a la del oficialismo colorado del periodo 1955-59 o del oficialismo blanco del periodo 1963-671? Quizás la razón fundamental resida en que ambos partidos tradicionales se construyeron primero como bandos, luego como protopartidos y finalmente como partidos. Sus partidarios y sus dirigentes sintieron de manera primordial la pertenencia a lo blanco y a lo colorado. Y lo siguen sintiendo. El Frente Amplio se construyó como la agregación de partidos menores (fuertemente ideológicos) y de fracciones de los partidos tradicionales; sin embargo, nació con una arquitectura de partido y no de alianza (menos que menos de coalición, porque las coaliciones por su propia naturaleza de ser puntuales, no pueden tener ninguna arquitectura propia). Esa arquitectura de partido se expresa en autoridades comunes, mandato imperativo y estructuras de base propia, a lo que se añade más tarde la elección de sus órganos dirigentes directamente por los afiliados . En lo sustantivo, durante la dictadura se gesta la pertenencia al Frente Amplio: nace el frenteamplismo. Hoy, de quienes votan al Frente Amplio y sienten pertenencia política, el 99% lo hace al Frente Amplio y el 1% restante hacia partes del Frente Amplio: socialistas, comunistas, tupamaros o MPP y otros. En este 1% se sitúa la abrumadora mayoría de los dirigentes del Frente Amplio.
El Frente Amplio es sociologicamente un partido porque sus votantes así lo consideran, porque se sienten frenteamplistas y porque el resto de la sociedad lo considera un partido político. Al Frente Amplio no lo considera un partido político casi toda su dirigencia (es una ínfima minoría la que lo caracteriza como partido, quizás uno de cada diez dirigentes), y tampoco lo hace la mayoría de los dirigentes adversarios y una parte nada despreciable de comunicadores y analistas. Tiene algún parecido con la actitud de la intelectualidad a o largo de casi todo el siglo XX que negaba la calidad de partido de los dos partidos tradicionales, como también lo niega Göran Lindhal, uno de los mayores uruguayólogos extranjeros.
Buena parte los los dirigentes del Frente Amplio creen que llegará el tiempo histórico en que ese Frente Amplio desparezca y que por el peso de las ideologías se disgregará. Y eso esperan, aguardan y tienen esperanza, mucho analistas y actores políticos. Pero hace un cuarto de siglo algunos colegas de la Ciencia Política y de las Ciencias Sociales teorizaron sobre la existencia de dos izquierdas, según su caracterización una de ellas democrática y otra marxista. Construyeron la base teórica de la ruptura del Frente Amplio de 1989. Y el resultado fue que se rompió exactamente en dos mitades la dirigencia, pero no se rompió la base popular: el 21% de electorado frenteamplista de 1984 se tradujo en el 21% en 19892.
1 Ver ¿Hay lugar para la oposición, cuando el Frente Amplio juega a la vez de gobierno y oposición?, en Factum Digital.
2 Obviamente, en todo conjunto electoral de una elección a otra se producen cambios en su composición, lo que no altera la conclusión básica.