10 Dic. 2016

Globalexit, la rabia de los pueblos

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Del Brexit al referendum italiano, 2016 configura un punto de inflexión […] Lo fundamental es que hay una rabia en los pueblos desarrollados y una formidable pérdida de credibilidad en las dirigencias políticas. Esa rabia de los pueblos es dispar, porque hay un antiestablishment de derecha, un antiestablishment de izquierda y también antiestablshment de centro. Confluyen muchas -pero no todas- las causas y los objetos de rechazo, pero no confluyen ni las propuestas ni los objetivos, y la mar de las veces no hay propuestas claras ni objetivos positivos precisos. La convergencia es siempre por el rechazo.

Del Brexit al referendum italiano, 2016 configura un punto de inflexión

Este 2016 que termina aparece como un punto de inflexión histórico en Occidente en general y en el Occidente del Primer Mundo en particular1. Es el año de los “exit”: el Brexit o salida del Reino Unido de la Unión Europea por decisión referendaria; el Trumpezo en los Estados Unidos; las salidas de escena de los dos últimos presidentes franceses (el tercer lugar para Sarkozy en las primarias republicanas primero y el retiro de Hollande a la reelección), el balotaje austríaco entre dos desafiantes al sistema (el triunfante ecologista Alexander van den Beller y el extremista de derecha Norbert Hofer) con el relego a terceras y cuartas posiciones de los partidos tradicionales socialdemócrata y cristianodemócrata; el espectacular avance de los partidos protestarios en España (Podemos en la izquierda, Ciudadanos en la derecha, Esquerra Republicana Catalana y EH Bildu) y finalmente el estruendoso triunfo del NO en Italia. Cada uno de los referendos o elecciones tiene su propia explicación, pero la sucesión de actos electorales en un sentido anti establishment requiere poner atención a la existencia de causas comunes.

Lo fundamental es que hay una rabia en los pueblos desarrollados y una formidable pérdida de credibilidad en las dirigencias políticas. Esa rabia de los pueblos es dispar, porque hay un antiestablishment de derecha (como Le Pen en Francia, Farange en Inglaterra, Hofer en Austria, la Lega Nord en Italia, Ciudadanos en España), un antiestablishment de izquierda (como van den Beller en Austria; Sinistra Italiana en Italia; Podemos, ERC y EH Bildu en España), y también antiestablshment de centro (como Grillo en Italia). Confluyen muchas -pero no todas- las causas y los objetos de rechazo, pero no confluyen ni las propuestas ni los objetivos, y la mar de las veces no hay propuestas claras ni objetivos positivos precisos. La convergencia es siempre por el rechazo.

En forma muy pero muy esquematizada pueden señalarse algunos elementos centrales de esa rabia (de paso, atención Uruguay, que muchos de esos elementos en algún momento no muy lejano van a aparecer por estas latitudes, si es que algunos ya no han aparecido). Como una simple enumeración desordenada:

Uno. Cierta globalización que desplaza la producción hacia las zonas de mano de obra barata, en cuanto bajos salario y baja protección social, en perjuicio de los welfare state y las sociedades prósperas.

Dos. La falta de respuesta a la constante pérdida de puestos de trabajo que produce el supersónico avance de las tecnologías, en que se puede producir cada vez más cantidad, a mejor calidad, con menos cantidad de personas.

Tres. El predominio del sistema financiero en la imposición de las políticas (incluido el mundo de las compañías aseguradoras).

Cuatro. La afectación no solo del empleo, sino de las jubilaciones y los salarios, mediante políticas de ajuste tras ajuste.

Los pueblos protestan porque importa más el spread de la deuda externa que el spread en la desigualdad social, ya se mida en renta o en patrimonio. Importan más las tasas de interés que el nivel de producción. Son intocables las deudas y los intereses al sistema financiero y en cambio son afectables las jubilaciones, los salarios, los beneficios sociales. Se pueden recortar los gastos en educación, cultura, investigación, desarrollo social, pero no los pagos a los organismos financieros o a las instituciones financieras privadas.

Hay un rechazo al poder que sobre los países europeos ejerce la llamada “Troika”, compuesta por el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea. Poder que está por encima de elecciones y referendos. Grecia fue obligada a aceptar la política de La Troika, contra el resultado de una elección y de un específico referendo. Aunque ello fue posible en parte por un líder que demostró que una cosa es ladrar y otra es morder. Hoy esos pueblos rabiosos quieren que los líderes muerdan, aunque no ladren.

A ello hay que sumar elencos políticos autorefenciados, a los que se atribuye preocuparse de sus propios intereses y beneficios, y despreocuparse de los intereses y sufrimientos del pueblo en general.

Da la impresión de que guste o no, más allá de la coherencia o incoherencia de esas protestas, de la falta de propuestas claras y concretas, por ahí anda esa rabia que se expresa en las urnas, votación tras votación, país tras país. Y esto suma y sigue. El año que viene hay decisivas elecciones en Francia y en Alemania, quizás el único país que puede poner un relativo muro a las protestas. Pero, atención, Europa está desequilibrada: ya no hay cuatro potencias en condiciones de funcionar como un sistema de equilibrio de poder, como lo era el juego de Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia. Hoy hay un creciente poderío alemán. Y por su propia naturaleza ese desequilibrio de poder en favor de Alemania es un alto factor de des estabilización política y de incentivación de la protesta. Porque cuando Alemania se empondera, se agitan fantasmas del pasado. Guste o no, es así.

Y además Europa y Estados Unidos (y esto vale para el sur del mundo) sufren las consecuencias de las oleadas migratorias de los pueblos a los que en su momento llamaron para desempeñar tareas que los propios nacionales no querían ocupar. Y esas oleadas de personas de otra cultura ahora molestan, porque la diversidad se acepta con facilidad en épocas de bonanza y se rechaza en tiempos de incertidumbre.


1 Ver sobre el mismo tema: “Grecia y la democracia europea”, "La furia de los capas medias”, “¿Alguien sabe lo que hay que hacer?’”, “Entre gobernanza y democraticidad", “Lo que el establishment quiso ocultar” y “Los gobernantes que se plebiscitan”, El Observador