17 Jul. 2016

¿Alguien sabe qué hay que hacer?

Oscar A. Bottinelli

El Observador

El atentado en Niza, los precedentes múltiple atentados con epicentro en el Teatro Bataclan … […] Hay muchos diagnósticos […] ¿Alguien sabe qué hay que hacer? ¿O el mundo, las principales potencias van a seguir reaccionado a cada hecho con una respuesta puntual, sin que haya algo que generalice el qué hacer ante la crisis migratoria y humanitaria, los manejos del sistema financiero, las crisis políticas, las crisis económicas, las crisis sociales, el narcotráfico, el terrorismo, los vacíos de poder en vastas zonas del universo?

El atentado en Niza, los precedentes múltiple atentados con epicentro en el Teatro Bataclan, la matanza en el semanario Charlie Hebdo, los atentados en Bruselas, la masacre en Dacca y un rosario interminable de cuentas. Las olas de desesperados que cruzan el mediterráneo como sea, en pateras, botes o mediante el pago a traficantes. El crecimiento de la xenofobia. La destrucción de tres Estados: Iraq, Siria y Libia. La crisis económica, social y política de los países centrales de Europa. Las fallidas políticas de ajuste tras ajuste. El crujido de la Unión Europea. El persistente goteo de inmigrantes ilegales que buscan una travesía de difícil llegada para alcanzar los Estados Unidos, arribar al American Dream. El dominio de vastos territorios por el narcotráfico y la debilidad de algunos estados frente al fenómeno. La expansión del narcotráfico.

En ese cuadro las potencias dominantes dan como respuesta la intocabilidad del sistema financiero, de las deudas bancarias, en detrimento de salarios, jubilaciones, empleos. Pero la respuesta dominante es el recorte de las libertades: exacerbación de controles en las fronteras, a la apertura de cuentas bancarias, a la transferencia de dinero, a las compras en una tienda. Y la paranoia: un nivel de chequeos y restricciones que como se demuestra no han hecho al mundo más seguro ni han impedido el crecimiento de las masacres. Ni tampoco han impedido la llegada de oleadas de migrantes.

Hay muchos diagnósticos. Por un lado los diagnósticos estructurales, sobre la desigualdad extrema de niveles de vida en el mundo, la pobreza extrema en muchas zonas del planeta y particularmente en África, el fomento de la circulación de capitales financieros y el desplazamiento de la importancia de la inversión productiva, la globalización del trabajo que permite localizar la producción donde hay menos salarios y menor protección social, la extracción de recursos a los países pobres de parte de los países ricos.

Por otro lado los diagnósticos político-bélicos. Occidente se especializó en las ultimas tres décadas en obtener victorias pírricas que generaron efectos devastadores, peores que cualquier mantenimiento del statu quo. Jimmy Carter y Zbigniew Brzezinski fomentaron el yihadismo, reclutaron a Bin Laden y crearon Al Qaeda para hacer caer a la Unión Soviética en la trampa de Afganistan. La derrota de la Unión Soviética tornó a los yihadistas contra Occidente. Pero la desaparición del mundo bipolar generó una dispersión del poder, y en muchas áreas una ausencia de poder, liberó las fuerzas del fundamentalismo religioso y torno al mundo mucho más peligroso que en la época de la Guerra Fría. George Bush Sr. y Colin Powell aplicaron un plan maestro para contener a Saddam Hussein sin desestabilizar la zona; años después George Bush Jr. y Dick Cheney, apoyados por Tony Blair y José Ma. Aznar, aniquilaron a Hussein y borraron a Iraq de la faz de la Tierra, así desestabilizaron esa zona del Medio Oriente. Sarkozy y compañía hicieron lo propio con Muamar el Gaddafi y Libia. Luego más o menos los mismos países se encargaron de semidestruir Siria, desestabilizar la región y dar espacio a al surgimiento del ISIS (el “Estado Islámico”). Ni hablar de la labor de China y Occidente en la partición del Sudán. Los grandes líderes del mundo, de Occidente en particular, han escrito un bello tratado sobre “Cómo No Debe Hacerse Política Mundial”.

Se sabe qué es lo que se hizo mal a lo largo de alguna que otra centuria, de lo que se hizo mal en las últimas décadas, de lo que se ha errado en los últimos años. Se sabe de la gran crisis política, económica y social que afecta a gran parte de la humanidad, y en particular de los países centrales. Se sabe de la inutilidad de todas las medidas tomadas. Se sabe que se camina hacia un mundo cada vez más controlado, con cada vez menos libertad y cada vez más inseguro. No se está ante la dicotomía de que la seguridad es al precio de la pérdida de libertad, ni que la pérdida de libertad garantiza la seguridad, ni a la inversa que la inseguridad es el precio de la libertad, sino que caminan a la vez la pérdida de libertad y el crecimiento de la de la peligrosidad.

Se oyen muchas condenas a todo lo condenable. Pero lo que no aparecen son propuestas efectivas, que conduzcan a un resultado de hacer un mundo más seguro. Muchas veces en la historia han aparecido soluciones que levantan rechazos por los efectos colaterales que producen, pero que no se duda que conducen al fin propuesto. Otras tantas veces han aparecido soluciones de uno u otro lado, con distintos énfasis en el balance entre seguridad y libertad, entre efectividad y derechos, entre protección colectiva de la sociedad y garantías individuales. Y las opciones han sido de ideas y valores, por lo uno o por lo otro. La mar de las veces con resultado efectivo: cuando se quiso resguardar la seguridad a costa de la libertad, se obtuvo seguridad con pérdida de libertad; cuando se buscó proteger la libertad a costa de la seguridad, se logró la ilbertad y la inseguridad. Algunas veces se logró la seguridad sin mengua para la libertad, aunque no ha sido el modelo más frecuente, al menos en cuanto a éxitos. Lo que ahora ocurre es la solución opuesta: ir por el camino del cercenamiento de libertades a la ve que aumenta de manera exponencial la inseguridad. Se construye un mundo que es a la vez menos libre y más peligroso.

Visto todo esto, que es sin duda una visión desde un ángulo parcial, no necesariamente la única ni la mejor, surge una pregunta: ¿Alguien sabe qué hay que hacer? ¿O el mundo, las principales potencias van a seguir reaccionado a cada hecho con una respuesta puntual, sin que haya algo que generalice el qué hacer ante la crisis migratoria y humanitaria, los manejos del sistema financiero, las crisis políticas, las crisis económicas, las crisis sociales, el narcotráfico, el terrorismo, los vacíos de poder en vastas zonas del universo?