El Observador
Los titulares del macro poder político, se afilian con todo a la tesis de la “España Una y Grande”, para lo cual están dispuestos a usar todo el poder a su alcance, sin limitaciones, incluidos el sistema judicial […] el mismo momento en que toda la Unión Europea (Comisión, Parlamento) posa su mirada sobre Venezuela, no mira al corazón de la Europa Occidental donde se reprimen de manera violenta … donde se realizan elecciones con los principales líderes políticos presos o exiliados
A veces los conflictos continúan porque el objetivo es el conflicto
Dicen los que saben del arte de las negociaciones políticas, que no siempre la persistencia y aun la agudización de un conflicto es producto de una mala negociación, de teléfonos descompuestos o mediadores ineptos, sino que puede ser consecuencia de que una de las partes -o ambas- persiguen como objetivo el conflicto en tanto tal1. Da la impresión que en esa línea se sitúa en España toda la actitud de unos y otros visto lo sucedido en torno al referendum catalán no vinculante del 1° de octubre, a las elecciones parlamentarias catalanas del 21 de diciembre, a lo ocurrido entre entonces y a la actitud posterior de unos y otros.
Quizás una distancia de más de 10 mil quilómetros conlleve a algunas perpejlidades o sorpresas que surgen al mirar los acontecimientos. Tanto Felipe González (Partido Socialista Obrero Español) como José Ma. Aznar (Partido Popular) obtuvieron respaldo parlamentario a algunos de sus gobiernos gracias al apoyo decisivo de Convergència i Uniò, cuyo heredero mayoritario termina siendo la Lista Puigdemont, el exiliado en Bruselas, perseguido por los antiguos socios populares y socialistas. Allá por 2006, el problema catalán era menor que el vasco. Y además ese año José Luis Rodríguez Zapatero (gobierno PSOE) lo resolvió, con la aprobación del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, ratificado en referendum celebrado en la Comunidad Autónoma de Cataluña. Pero allí el Partido Popular mete la cola, da el puntapié inicial de un conjunto de recursos de inconstitucionalidad y finalmente en 2010 la mayoría conservadora del Tribunal Constitucional de España da por tierra con lo fundamental del nuevo Estatuto. Allí queda definitivamente planteado el conflicto que llegará a su ápice a partir del 1° de octubre. Este proceso parece bastante lineal.
Parece claro -a la distancia- que los sectores conservadores, los titulares del macro poder político, se afilian con todo a la tesis de la “España Una y Grande”, para lo cual están dispuestos a usar todo el poder a su alcance, sin limitaciones, incluidos el sistema judicial y hasta la Real Academia Española de la Lengua. Como en 2015, la Real Federación Española de Fútbol. Allí converge ese juego de comunidad ideológica y oposición ética y política entre el Partido Popular y Ciudadanos, quienes parecen llamados a conformar el escenario binario de la disputa por el gobierno en una España que viene girando fuertemente a la derecha. Y confluyen asimismo, en coincidencia ideológica, de proyecto político y de intereses, los más poderosos consorcios económicos y financieros de España, las Fuerzas Armadas, la Monarquía. Y aparece como actor de reparto en ese apoyo un desdibujado socialismo, que en los últimos tiempos solo sube al escenario o para permitir la mayoría parlamentaria que asegure la continuidad de Rajoy o para aplicar los planes de Rajoy y Rivera sobre Cataluña. Los sondeos de opinión a nivel de toda España confirman que esa estrategia es correcta en cuanto a potenciar internamente -a nivel popular- la imagen del gobierno Rajoy y de su nuevo principal desafiante principal Albert Rivera (líder de Ciudadanos). Aunque da la impresión que ello no va en paralelo con la imagen hacia el exterior: se observa una visión crítica de importantes medios internacionales nada afines a la izquierda, tanto con el gobierno de España como con el Rey.
A su vez, los resultados del 21 de diciembre y los sondeos posteriores también confirman que la intransigencia de los independentistas los ha potenciado en Cataluña. Y asimismo que Rivera es un triunfador en Cataluña como cabeza del anti independentismo, donde otra vez el socialismo cumple un papel de actor de reparto y los populares desaparecen.
Lo que suscita perpejlidades es el papel de la conducción de la Unión Europea. Por un lado quien funge de jefe de Gobierno se especializa en amenazar a los pueblos con resultados en que viene invicto: amenazó a los británicos con el Armagedón si votaban el Brexit, y triunfó el Brexit; amenazó a los italianos con todos los círculos del infierno si votaban el NO, y triunfó el NO (4/12/2016); y amenazó a los catalanes con el Apocalipsis del independentismo, y ganó el independentismo. Hay quienes creen, sobre todo en el Brexit y en Cataluña, donde la diferencia no fue muy holgada, que quizás esos resultados no fueron pese a las amenazas, sino gracias a las amenazas. Por el otro, en el mismo momento en que toda la Unión Europea (Comisión, Parlamento) posa su mirada sobre Venezuela, no mira al corazón de la Europa Occidental, donde se reprimen de manera violenta a pacíficas expresiones colectivas de opinión -como lo es un referendum no vinculante- y se provoca cerca de un millar de heridos; donde se realizan elecciones con los principales líderes políticos presos o exiliados. Y donde la justicia opera no como una garantía de los derechos de las personas y de las minorías, sino como ejecutor de las políticas de los círculos de poder. Y esos acontecimientos no han producido un solo suspiro en las autoridades europeas. Quizás con la excepción del presidente alemán, que susurró la necesidad de entender el malestar de los pueblos.
No cabe duda que en los últimos meses la poliarquía se ha erosionado en España y que ello afecta el papel que Europa se asigna como la región del planeta en que más se practica la democracia y más se respetan los derechos y las libertades.
1 Última de dos notas sobre las elecciones celebradas el jueves 21 en Cataluña.