21 Abr. 2018

De interpelaciones y entreveros

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Entonces (el martes próximo), hay presentación de cargos al ministro, hay contestación del ministro, hay debate, y luego se vota […] ¿otras doce horas? No, por favor. Un debate de doce horas es un divertimento para el cerrado club de quienes se oyen a sí mismos […] En el mundo moderno, una interpelación no dura más de dos horas. Como sabe cualquier académico serio, lo que no se puede decir en 20 minutos más vale no decirlo […] Siempre se puede ir por otro lado … desconocer la forma o el contenido constitucional, no sería el primero ni el último, pero lo que se sabe es cómo empiezan estos desconocimientos y también se sabe cómo terminan a la larga.

El juzgamiento al ministro empieza el martes, no es un segundo tiempo

La ingeniería política uruguaya es bien uruguaya, vale decir, sutil, refinada, complicada, muchas veces ininteligible, como que la mar de las veces no la entienden los propios protagonistas o comentaristas1. Como dijo una vez García Márquez en El País de Madrid, referido entonces al sistema electoral, “es tan complicado que ni los mismos uruguayos lo entienden”. Lo primero que se entrevera es que se le ha dado a muchos querer interpretar el sistema de gobierno uruguayo como si fuese presidencialista, y ahí los códigos fallan. Es que no se puede entender el griego si se cree que se lee latín. El sistema tampoco es parlamentario, sino una especie mixta, semipresidencialista o semiparlamentarista, pero uruguayo. Por tanto, no similar a Austria, Francia, Irlanda o Portugal, sino con una variedad propia: la cabeza del Poder Ejecutivo es colegiada y se llama Consejo de Ministros, cuyo presidente es el presidente de la República, que a su vez es el jefe de Estado.

Una característica parlamentaria es la exigencia de que los ministros cuenten para su designación con respaldo parlamentario. La otra, que pueden ser censurados, la rediviva sección VIII de la Constitución, los artículos 147 y 148. Ahora bien, normalmente hay un solo instituto de contralor parlamentario. En Uruguay, como no podía ser de otra manera, no es uno sino dos: los llamados a sala y los juzgamientos de gestión. El primero son los artículos 119 y 121; el otro los mencionados 147 y 148.

Los llamados a sala son para pedir y recibir informes. Punto. Y al cabo de esos informes lo que cabe -si se quiere- es formular declaraciones. Y punto. Los juzgamientos son otra cosa; se inician con la presentación de proposiciones para juzgar la gestión de los ministros de Estado y declarar que se censuren sus actos de administración o de gobierno. Las mociones no son la consecuencia de un llamado a sala, sino que se presentan ante el presidente de una u otra cámara, para que éste la convoque no antes de las 48 horas. Luego, la cámara inicia el juzgamiento y por mayoría de presentes puede aprobar la moción de censura, y entonces pasarla a la Asamblea General, que es quien dicta la resolución final (en un proceso complejo, de hasta dos instancias, que puede inclusive terminar en la convocatoria anticipada a elecciones parlamentarias complementarias).

Primer entrevero, el pasado miércoles en el Senado, las mociones de censura al ministro del Interior se presentaron como corolario del llamado a sala, con el que no tienen nada que ver. Segundo entrevero: se percibe la creencia de que el martes próximo, día convocado para iniciar el juzgamiento, lo único que se hace es que se votan las mociones y la otra creencia de que no es necesaria la presencia del ministro. Bueno, para desentreverar un poco:

Uno. La sesión que hubo antes de ayer, el pasado miércoles, es absolutamente independiente de la convocatoria para el martes. No tiene nada que ver. No sirve como antecedente. Ocurre que lo que hubo fue un llamado a sala que se terminó esa noche. Y el martes que viene comienza un proceso nuevo, desde cero, que consiste en el juzgamiento de la gestión del ministro del Interior.

Dos. Las mociones, si bien fueron presentadas en la sesión, nada tienen que ver con la sesión. Las mociones se presentaron al presidente del Senado y es un trámite autónomo.

Tres. Al iniciarse la sesión del martes, los mocionantes de la censura tienen la obligación de fundamentar la moción, como si no hubiese existido la sesión de antes de ayer. Es el comienzo de un nuevo proceso. Se inicia el juzgamiento del ministro, y como todo juzgamiento deben articularse los cargos. Si no, es pretender ir a una sentencia sin fundamentación de cargos. No hay debido proceso.

Cuatro. El ministro del Interior, en tanto juzgado, tiene la obligación inexcusable de estar presente, pues debe responder los cargos. Si el ministro no va, su ausencia implica que deja de responder las acusaciones y por tanto, que acepta todos los cargos y consecuentemente que presenta la renuncia. Como quien dice, se declara culpable y se va. Si no va al Senado, se va del Ministerio.

Cinco. En lo político, como se sabe que hay mayoría para respaldar el ministro, si éste no va para refutar los cargos, según la teoría parlamentarista de siempre, se interpreta además como un desaire del gobierno al Parlamento.

Entonces, hay presentación de cargos al ministro, hay contestación del ministro, hay debate, y luego se vota. Se dirá ¿otras doce horas? No, por favor. Un debate de doce horas es un divertimento para el cerrado club de quienes se oyen a sí mismos. No es para la sociedad y ni siquiera para la élite, ni siquiera para los analistas. Lo que el pueblo recibe son un par de videos, media docena de tweets y algún que otro titular; lo único que oye es la salida de tono de algún senador, la ironía de un ministro, la respuesta del ironizado. En el mundo moderno, una interpelación no dura más de dos horas. Como sabe cualquier académico serio, lo que no se puede decir en 20 minutos más vale no decirlo. Después de acusación y contestación, apenas algunos pronunciamientos para marcar posición o agregar algo original. Como se sabe en investigación social cualitativa, hay un punto de saturación a partir del cual no se aporta información alguna. Más aún, es probable que lo del miércoles pasado pueda devenir en un ensayo general de la verdadera interpelación del martes venidero, clara, nítida, contundente por unos y por otros. Y las ironías, chistes y demás, dejarlos para los tweets y los videos.

Siempre se puede ir por otro lado, no hacer nada de lo dicho, no discutir no ir el mnistro y votar. Siempre se puede desconocer la forma o el contenido constitucional, no sería el primero ni el último, pero lo que se sabe es cómo empiezan estos desconocimientos y también se sabe cómo terminan a la larga. Más vale prevenir, actuar con prudencia y no dentro de algún tiempo lamentar haberse salteado formas y contenidos, por parte de los unos y de los otros.


1 Ver “La censura parlamentaria en Uruguay:¿Qué es? ¿Cómo opera? ¿Cómo ha funcionado anteriormente?”, en Factum Digital.