El Observador
La conformación de este cuarto protagonista tiene algunas cosas claras y otras incertidumbres […] hay incógnitas para este cuarto actor desde el punto de vista de la geografía política. Hay tres posicionamientos posibles: el de ser “la otra izquierda”; el ser equidistante de blancos y colorados por un lado, y de frenteamplistas por el otro; el de ser una parte constitutiva de un gran acuerdo opositor para desplazar al Frente Amplio.
Independientes, orejanos y navegantes en la construcción de alternativa
Desde 1971 la arquitectura política del Uruguay se conforma en un juego de tríadas, o de tes actores que en determinado momento jugaron como triángulo y en otro momento en dos grandes bloques o polos, conformando un bibloquismo, que en cierto modo es lo que opera en la actualidad. A poco de andar este esquema -y sin tomar en cuenta el efímero aunque significativo papel de la Unión Cívica en la transición de la dictadura a la democracia- comienzan los empujes hacia la constitución de un cuarto espacio, o de un cuarto actor relevante.
Cabe aclarar que pasadas las elecciones de 2014 y hasta mediados de este año, todo indicaba que el bibloquismo iba camino a devenir en un claro bipartidismo principal con un arco de actores de segundo porte, los que sumados representan un segmento significativo del electorado. Sin embargo, el segundo trimestre del año trae la novedad de la reaparición de Sanguinetti y el revivir del Partido Colorado, que hace a la vez revivir el juego de tres actores protagonistas. Entonces, la necesidad o conveniencia de un cuarto actor relevante adquiere otra significación.
La conformación de este cuarto protagonista tiene algunas cosas claras y otras incertidumbres. La base es un Partido Independiente que marca un avance lento y constante desde su aparición, como escisión del Partido del Nuevo Espacio: un diputado, luego dos, ahora tres más un senador. Las encuestas que miden el electorado en profundidad (Encuesta Nacional Factum) marcan hacia el PI una adhesión constante de intención de voto del 4% a lo largo de todo el 2016, 5% invariable durante 2017 y 6% estable en los tres trimestres de 2018. Esa es una base de partida, sin perjuicio de advertir que no necesariamente 6% es el piso (puede serlo, aunque con prudencia el piso sólido es el 3%). Ni a la inversa; este crecimiento de un punto por año daría un 7% para 2019, y ello no implica necesariamente un techo. Ni piso ni techo claros. La intención fue construir un espacio de clara impronta socialdemócrata, con incorporación de grupos provenientes de los otros tres actores protagónicos. La estabilidad del Partido Nacional en niveles altos, la necesidad para muchos actores de permanecer en el lema histórico por sus efectos en las elecciones departamentales, determinaron que no haya habido quien diera el salto desde a colectividad blanca hacia el nuevo proyecto. Están en proceso de consumación dos saltos, que por orden cronológico en los anuncios públicos son: los “Batllistas Orejanos” guiados por Fernando Amado y el grupo “Navegantes”, de disidentes frenteamplistas, del que viene actuando como propagandista el político y comunicador Esteban Valenti y como cabeza de la recolección de firmas la publicista Selva Andrioli.
En ambas disidencias hay un hecho de geografía política: la falta de espacio de unos y otros en sus respectivos partidos, el sentirse asfixiados y no queridos por los demás correligionarios. En el caso de Amado es bastante claro que su imagen en opinión pública es mejor fuera del Partido Colorado, hacia el centro-izquierda e izquierda, que dentro del electorado colorado. Hay otro hecho que siempre impacta en las decisiones propias: las diferencias políticas o ideológicas. Cada día unos y otros se sintieron cada vez más alejados de lo que hoy representa cada uno de sus partidos ¿Cuánto aporta cada uno en particular? Es un misterio. Sencillamente hay que esperar, puede ser mucho o poco. Quizás lo más probable es que -independientemente de lo anterior- de al PI mayor aire del actual. Todo es cuestión de verlo dentro de unos meses. Pero hay incógnitas para este cuarto actor desde el punto de vista de la geografía política. Hay tres posicionamientos posibles, cada uno de los cuales o los ha tenido el PI en algún momento o lo expresan en el PI sensibilidades diversas. Uno es el de ser “la otra izquierda”, que lo situaría más cerca del Frente Amplio que de la oposición tradicional. Otro, el ser equidistante de blancos y colorados por un lado, y de frenteamplistas por el otro; es decir, asignarse el papel de fiel de la balanza, con igual propensión a aliarse en el gobierno tanto con el Frente Amplio como con el Partido Nacional y el Partido Colorado. Un tercer posicionamiento sería el de ser una parte constitutiva de un gran acuerdo opositor, sobre en función de que la prioridad sería desplazar al Frente Amplio, el “que se vayan”, el “hay que sacarlos”.
Esto lleva a un tema nada menor. Pasadas las elecciones nacionales plenas, conformado el Parlamento y ante la certeza que la Presidencia de la República se define en balotaje ¿Qué hace este cuarto actor? Primero que todo, dado que lo que se va a conformar es una coalición y no una alianza ni mucho menos un partido ¿esa coalición va a actuar en bloque hacia el balotaje o cada uno de sus tres grandes componentes va a seguir un camino diferente?
Puestas las cartas sobre a mesa al día de hoy (que puede ser lo mismo o puede ser diferente dentro de un año) el balotaje sería entre de un lado Daniel Martínez (o José Mujica, siempre y cuando alguien supiera, él mismo en primer lugar, si va a ser candidato) y del otro Luis Lacalle Pou. Cabe repetir, visto al día de hoy y no como pronóstico para octubre-noviembre 2019. Entonces, esta coalición como tal o sus componentes por separado, en la hipótesis válida al día de hoy de una candidatura de Daniel Martínez en el Frente Amplio ¿se inclinan por acordar con o apoyar a Daniel Martínez o acordar con o apoyar a Luis Lacalle Pou? ¿O se inclinan por la libertad de acción de los votantes y su total prescindencia y neutralidad en la competencia del balotaje?
Quizás la pregunta, a esta altura del proceso, es más relevante para la disidencia frenteamplista. Porque para atreverse a dar el paso, es muy diferente si ese paso va en dirección a conservar una presidencia frenteamplista, a quedarse en la neutralidad pasiva o contribuyen -ellos mismos o sus socios- a entronizar a un presidente blanco o colorado. Por lo que se ha observado, esta pregunta apunta al nudo de la duda en frenteamplistas desencantados.