El Observador
Hay nueve personas que ellas mismas o sus entornos tienen la mayor convicción de ser fuera de toda duda the next first past the post […] Ese deseo irrefrenable por la banda presidencial genera una tensión insoportable. Se expresa en un convencimiento pétreo de que el logro está escrita en el Libro del Destino […] Así es como al menor indicio de que la ensoñación fuere solo eso … provoca reacciones destempladas que se expresa primero en bravuconería y luego en la angustia y el miedo … de que el sueño se desvanezca.
Once millones de uruguayos ungirán a nueve presidentes de la República
A lo largo de tres décadas discontinuas, Uruguay tuvo la sabiduría de un gobierno a través de un colegiado, un consejo de nueve símiles de presidentes de la República. Fue entre 1919 y 1933, y de nuevo entre 1952 y 1967.
La sabiduría no fue perfecta, porque el Consejo Nacional -como se llamó- no se integró en forma proporcional. Ese error hizo que, contra la lógica de premiar a nueve personas, igualmente hubo unos con éxitos y otros con frustraciones; y hasta se colaron actores de reparto.
Pero más allá de imperfecciones, los jóvenes y no tan jóvenes de hogaño no imaginan cuánta angustia, nerviosismo, pánico, se pudo evitar. Porque si algo es evidente, es que la carrera presidencial es una amenaza para la salud de los competidores, algo peor que el tabaquismo. La banda presidencial a no dudarlo es una trampa puesta por el Diablo.
Hay nueve personas que ellas mismas o sus entornos tienen la mayor convicción de ser fuera de toda duda the next first past the post. En unos casos las probabilidades estadísticas hacen ver esa esperanza como razonable. En otros supone una creencia mágica, como esperar que un día llegue un telegrama (hoy más bien un WhatsApp) que le anuncie que allende el océano una desconocida tía le legó una inmensa fortuna.
Ese deseo irrefrenable por la banda presidencial genera una tensión insoportable. Se expresa en un convencimiento pétreo de que el logro está escrito en el Libro del Destino, de puño y letra de Alha. Convencimiento que oculta el terror de que -Calderón de la Barca dixit- los sueños, sueños son.
Así es como al menor indicio de que la ensoñación fuere solo eso, nada más que un sueño, una esperanza, ese menor indicio provoca reacciones destempladas que, como toda fuerte alteración del espíritu, se expresa primero en bravuconería y luego en la angustia y el miedo que aflora de las profundidades del inconsciente, de que el sueño se desvanezca.
Esa alteración del espíritu es más incontrolable cuánto más irreal sea el sueño. Y es más controlable y hasta inexistente cuando los sueños no son solo ensoñaciones, sino metas con altas probabilidades de realización.
En Uruguay se necesitan circa un millón doscientos mil votos para ser elegido presidente de la República. Entonces, tendrá que haber nueve veces esa cifra, votar once millones de uruguayos adultos para que todos los sueños dejen de ser sueños y no se quebrante el espíritu de ningún ensoñador y haya paz en la conciencia de los presidenciables y de sus entornos
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Hace unas cuantas elecciones, este analista preguntó a sus amigos de todas y cada una de las listas, cuál lugar estaba dispuesto a aceptar al Senado, como el último seguro; el lugar de más abajo, fuera de todo riesgo. Y en las listas más chicas, la pregunta obvia fue: ¿llegan a la banca o no llegan? Por supuesto, casi todos fueron contestes en que lo que respondían era el mínimo minimorum, como quien dice, el resultado obtenido por una calle en subida y con viento en contra; las posibilidades reales se suponían mayores. Fue hecho cuando todavía regía el viejo régimen con una única elección simultánea para todos los cargos nacionales y departamentales, donde la vida o la muerte se producía en un solo instante, sin la agonía de las tantas vueltas del nuevo sistema.
El resultado fue que los cálculos, expectativas, sueños, la sumatoria de todas las listas en ese mínimo minimorum arrojaba 55 senadores. Como se sabe, el total del cuerpo es de 30 senadores. El mínimo minimorum de 55 bancas reflejaba una tasa de irrealidad del 183%. Como quien dice, cada lista obtuvo en promedio la mitad de lo que soñaban como el resultado más negativo posible.
Respecto a la pasada elección, sin hacerse el ejercicio con aquella prolijidad, el recuerdo permite pensar que el número de bancas -en las ensoñaciones de los dirigentes- se podía estimar en el entorno de las 40-42. Ello supuso una aproximación bastante significativa a la realidad, aunque la tasa de irrealidad se situó entre el 133% y el 140%.
Hay casos en sentido contrario. Quizás el más resonante fue cuando el Partido Nacional quedó sorprendido con toparse con el gobierno en 1958, algo que por supuesto estaba dentro de los más ardientes deseos pero en esa categoría de deseos irrealizables. Tanto es así, que las listas de candidatos tanto del herrerismo (sector mayoritario) como del anti-herrerismo (Unión Blanca Democrática) fueron hechos en base a la arquitectura institucional concebida para el segundo partido. De esos cálculos erróneos quedaron sin cargos electivo Salvador Ferrer Serra y Javier Barrios Amorín, mientras ingresaron al Consejo Nacional de Gobierno figuras no previstas para ese nivel tan elevado; y en el Senado, el herrerismo -que obtuvo 9 bancas- vio entrar a un nonagenario hijo de Aparicio Saravia ubicado en el lugar 19 de la lista. Otros dos casos de alta resonancia se dieron después de la restauración institucional, ambos en el Frente Amplio. Uno fue el de la llamada “Lista 99”, en 1984, conducida por Hugo Batalla. Por normativa del régimen militar las listas debían presentarse tres meses antes de la elección, por lo que su confección era bastante a ciegas, mucho más en los primeros pasos bamboleantes de las encuestas científicas. Y así se observó una disputa bastante ríspida por el segundo lugar de la lista a diputados por Montevideo. Disputa que se demostró absurda, dado que “La 99” logró en la capital 8 bancas (cuatro veces más de lo imaginado) y 3 senadores contra la pretensión del sueño imposible de alcanzar dos.
Una década más tarde nace Asamblea Uruguay; es el debut de Danilo Astori como líder fraccional. Si bien se esperaba un gran resultado por el atractivo de quien venía de ser el primer senador en común de la totalidad de las listas frenteamplistas, fue descollante la irrealidad al revés: venció con holgura al Partido Socialista y a la Vertiente Artiguista sumados, logró 4 senadores, 9 bancas en Montevideo, 3 en Canelones y 5 en departamentos del interior.