20 Jul. 2019

Los nuevos convidados de piedra

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Historias de vida diferentes, formaciones también diferentes, apoyos electorales diversos y hasta opuestos. Lo común, y esto es lo verdaderamente relevante, es que irrumpen en la escena política desde el techo. Comienzan su carrera política desde la aspiración presidencial. Y esa irrupción que puede considerarse intempestiva, irrespetuosa, desafiante, o más bien ese conjunto diverso de irrupciones, conmueve el sistema político y obtiene un apoyo significativo de la ciudadanía.

Lo que expresa el voto, diverso, a Novick, Talvi, Sartori, Manini

El 30 de junio pasado, en las Elecciones Generales Internas comparecieron cuatro candidatos de partidos diferentes, dos ellos en estreno, con perfiles completamente diversos y que captaron electorados no necesariamente superpuestos y en algunos casos contradictorios. Lo que los cuatro tuvieron en común es el ser figuras que nunca antes habían sido candidatos a ningún cargo electivo nacional, ni habían ocupado ningún cargo político.

En conjunto, lograron un cuarto millón de votos (250.145) de un total de alrededor de 1:078 mil votantes, lo que representa el 23,2% de todos los votantes. Como quien dice, uno de cada cuatro de los que decidió ir a las urnas ese último domingo de junio. Si se quiere ser prudente, el minimo minimorum de representación significa el 10,2% del total del electorado residente en el país, que se estima oscila en torno a los 2:450 mil. Como fuere, más del 10% y si se repite la proporción, casi la cuarta parte del electorado.

Edgardo Novick (62 años) obtuvo sus apoyos en las clases sociales más populares, las medio baja y baja. Aunque en mayo de 2015 sorprendió con el 23,5% del voto montevideano (más de 210 mil votos), muy por encima de Lucía Topolansky y más del doble del candidato blanco Álvaro Garcé. Su historia personal es de un self made man, que surge como feriante, avanza peldaño a peldaño hasta constituirse en emprendedor de grandes shoppings. Tras su éxito, prefiere ir por el camino de un partido nuevo, propio.

Ernesto Talvi (62 años) es completamente diferente. Un técnico, economista, formado en Estados Unidos, más de dos décadas al frente de un think tank, que dos o tres años atrás comienza a recorrer el país con un proyecto educativo. A su vez es impulsor de un liceo de gestión privada con fuertes aportes estatales, en zona carenciada de Montevideo, apostando a la selección de un núcleo resiliente. Se candidatea por el menor de los partidos tradicionales, el Colorado, gana en un sprint final sobre los batllismos (53% a 47%), apoyado en los electorado joven y adulto joven (18 a 48 años) y en las clases media alta y alta, y parcialmente en la clase media media. Logra casi 100 mil votos.

Juan Sartori (38 años) es más diferente aún. Un joven varias veces millonario o millardario, de fortuna construida en el exterior, viviente en el exterior desde los 12 años y por un cuarto de siglo, recién retornado a afincarse en su país, debuta en política como candidato presidencial del partido de sus ancestros, el Partido Nacional. Desconocido para el gran público (¿quién es Juan Sartori?), incomoda a toda la vieja dirigencia blanca, se alza con el segundo lugar con bastante cerca de los 100 mil votos. Son la clases medio baja y baja las que le aportan el grueso de ese apoyo.

Guido Manini Ríos (60 años). General de Ejército (general de 4 estrellas) y licenciado en Historia. Ascendido a general y nombrado comandante en Jefe bajo gobiernos frenteamplistas, es cesado por el último presidente frenteamplista. Un hombre de fuerte impronta caudillista, quizás el primero desde el teniente general Hugo Medina, anteriormente director de Sanidad Militar (que atiende en torno a 150 mil personas), va por el camino de formar un partido nuevo. Católico fervoroso, descendiente de una dinastía colorada anti batllista. Logra casi 50 mil votantes siendo candidato único y sin disputar nada, como simple adhesión de carácter personal. Los primeros estudios sugieren que el voto de la familia militar (mayoritariamente no militar), y en gran medida de la familia en retiro, le aportó el tercer lugar en Rivera (por delante del Frente Amplio) y también en Artigas y Cerro Largo (en ambos por delante del Partido Colorado). Socialmente, el grueso de su electorado corresponde a las clases media, media baja y baja.

Historias de vida diferentes, formaciones también diferentes, apoyos electorales diversos y hasta opuestos. Lo común, y esto es lo verdaderamente relevante, es que irrumpen en la escena política desde el techo. Comienzan su carrera política desde la aspiración presidencial. Y esa irrupción que puede considerarse intempestiva, irrespetuosa, desafiante, o más bien ese conjunto diverso de irrupciones, conmueve el sistema político y obtiene un apoyo significativo de la ciudadanía.

Qué quiere decir todo esto obliga a reflexionar y mucho. Hay unas cuantas tentativas de explicación. Máxime cuando no se trata ni de historias de vida similares, ni apelaciones a las mismas clases sociales ni a los mismos grupos etarios. Ni se trata tampoco de propuestas similares. Más aun, muchas de las propuestas son contradictorias y muchos de los posicionamientos políticos son incompatibles.

Entonces, de lo que se trata es ver que hay un segmento significativo del electorado que busca referentes distintos a los elencos políticos existentes. Y esto sin analizar los cambios en los elencos políticos en el Frente Amplio, cuánto ofrecen de continuidad y de cambio.