29 Feb. 2020

Una asunción en el 77° día

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Desde ese momento (16 de diciembre) pareció que el gobierno electo era el gobierno efectivo del país: acaparó todos los titulares, análisis, comentarios y polémicas de prensa, radio, televisión, internet, y de los corrillos ciudadanos; el gobierno gobernante solo existió -palidamente- en ocasión de confrontaciones laterales con el gobierno electo […] ¿cuál es el principal problema del nuevo gobierno? el funcionamiento del propio gobierno, la relación entre el presidente de la República y su partido con los socios relevantes.

Acortado el periodo de gracia, queda dirimir la arquitectura de gobierno

El 16 de diciembre, en el 22° día de su calidad de presidente electo y en el 17° contado de la llegada del último ciclista -desde que su contrincante reconociese el resultado- Luis Lacalle Pou inició su gestión de gobierno: anunció la conformación del gabinete en sus tres primeros niveles, ministros, subsecretarios de Estado y directores generales de Secretaría de Estado. Antecedieron al anuncio dos semanas de alta ejecutividad y precedió y continuó un nivel de decibeles alto en materia comunicacional. Desde ese momento pareció que el gobierno electo era el gobierno efectivo del país: acaparó todos los titulares, análisis, comentarios y polémicas de prensa, radio, televisión, internet, y de los corrillos ciudadanos; el gobierno gobernante solo existió -palidamente- en ocasión de confrontaciones laterales con el gobierno electo.

Se autoimpuso metas temporales altas: tener los nombramientos efectuados con suficiente antelación para hacer una transición ordenada y tener definida la nave insignia, la Ley de Urgente Consideración, para ser remitida al Parlamento el mismo 1° de marzo. No ocurrió ni lo uno ni lo otro. Lo que no es nada grave. Hubo gobiernos anteriores que terminaron de armar el esquema de mandos en noviembre, y muchos dejaron la etapa de los entes autónomos a la espera de los resultados de las elecciones departamentales. Lo diferente no estuvo en los hechos sino en los plazos autofijados, en los muchos anuncios de estos tres meses, que hace que quede poco para esperar como novedad en los discursos del primero de marzo: el de Estado ante la Asamblea General y el popular en la Plaza Independencia.

Esta modalidad deja como resultado que se perciba un cierto desgaste del gobierno electo antes de asumir, porque asume en el 77° día de lo que para la gente ha sido el comienzo de su gestión, desde aquel 16 de diciembre en que anunció el gabinete. No es grave en términos cuantitativos, como que el presidente electo cuenta con una expectativa favorable de un porcentaje superior no solo al que lo votó, sino inclusive superior al que votó a los partidos de la llamada Coalición Multicolor. Lo malo es que ese lapso mágico de gracia de 100 días -que surge más de la cábala que de los análisis científicos- se ha acortado y mucho.

Entonces ¿cuál es el principal problema del nuevo gobierno? El primero de todos es el funcionamiento del propio gobierno, la relación entre el presidente de la República y su partido con los socios relevantes. Allí hay diferencias conceptuales, lo cual es lógico porque no se trata de un partido sino de una conjunción de partidos. Pero hay diferencias, y es la primera de todas en orden de funcionamiento, en la concepción de la naturaleza de la arquitectura de gobierno y consecuentemente en su fisiología política.

No hay nada peor para generar confusión que el uso impropio de las palabras y en particular de la palabra coalición. Es claro que el concepto para el presidente de la República no coincide con el concepto que entienden tanto el Partido Colorado como Cabildo Abierto; y no es nada claro si estos dos entienden lo mismo, o si tienen también énfasis diferentes.

El presidente de la República parte de la concepción de un gobierno presidencial, en una versión aminorada de los regímenes americano, chileno o mexicano, donde fuera de su propio peso, su propio círculo y su propio partido, lo que se requiere es apoyo externo para tener mayorías legislativas estables. Es decir, más que parlamentarias, legislativas, para la aprobación de leyes, aunque también para la obtención de venias de designación. Entonces, hay un centro de gobierno y un partido de gobierno, y hay partidos asociados que conforman un círculo externo. Y la concepción se complementa con un centro que vis a vis se relaciona con cada uno de los socios. Este concepto se aplicó desde que se instaló el gobierno electo hasta que al transcurrir febrero se vieron sus limitantes.

La otra concepción se aproxima más al concepto politologicamente más puro de coalición, como un acuerdo en que los socios relevantes deciden en conjunto, o al menos toman entre todos ellos las decisiones más importantes. De donde aparece como imprescindible la existencia de un ámbito colectivo de discusión, análisis y toma de decisiones. Es el planteo que surge el 20 de febrero de la reunión de las cabezas institucionales de los dos partidos asociados relevantes, del secretario general del Partido Colorado Julio Ma. Sanguinetti y del presidente de Cabildo Abierto Guido Manini Ríos.

Si se va más atrás se encuentra que en 2018 la postura de Luis Lacalle Pou (no así la de Jorge Larrañaga) insinuaba la concepción de una competencia mano a mano Frente Amplio-Partido Nacional, de igual a igual. Y va de suyo, la concepción de quien ganase la Presidencia de la República devenía en “El Gobierno”. En mayo de ese año es cuando aparece Sanguinetti con la idea coalicionista: al Frente Amplio no lo vence ningún partido por separado, sino una coalición; y no se gobierna por parte de un solo partido sin mayoría, sino que debe gobernar una coalición, esa coalición que precisamente gane el gobierno.

Aquí está el quid de la cuestión. Este es el primer punto relevante que deben resolver el nuevo gobierno y sus partidos componentes. De cómo lo resuelvan depende y mucho el resultado del gobierno.

Hay un segundo punto, más difícil de decir qué es lo mejor. Cuánto apostar a la comunicación de alta exposición y cuánto apostar a la reserva; la alta exposición puede ser vista como trasparencia, pero genera desgaste, la reserva puede ser vista como ocultamiento, pero preserva de desgastes.